No resulta fácil intimidar a una mujer como JJ Schulz: tras perder su empleo como relaciones públicas, ahora se gana la vida manejando una máquina excavadora en una empresa de reciclajeÉ donde ha observado que suceden cosas extrañas. Schulz tiene una hermana Lori, y tres pretendientes: Collin, Pete y Daniel. De carácter algo distante, el pobre Daniel estaba a punto de verse enredado en un asunto turbio e ir a la cárcel; pero su suerte ha mejorado de la noche a la mañana. Tan grande ha sido el cambio que incluso es posible que JJ se decida por él, a pesar de que hasta ahora el pobre iba de farolillo rojo en la competencia por sus favores (el preferido era Collin, un tipo a lo Hugh Grant).

Las dos hermanas y los tres galanes son personajes de Getting dumped [¡A la basura!] una novela por entregas de Tawna Fenske. Nacida en Oregón hace 37 años, Fenske estudió español y trabajó durante un tiempo en Sudamérica como profesora de inglés; cambió de oficio el año pasado, a la vista del éxito de sus dos primeras novelas, que llamaron la atención de la editorial Coliloquy.

Fundada por Waynn Lue y Lisa Rutherford, Coliloquy publica novelas por entregas en formato de libro electrónico. Los lectores tienen a su disposición varios recursos para expresar vía Internet su conformidad o disgusto con el desarrollo del argumento, y los autores adaptan las sucesivas entregas a las opiniones recibidas. En el caso de Getting dumped, un 29,7 por ciento de votos favorables en los foros de Internet salvó a Daniel de ir a la cárcel y desaparecer de la trama para siempre. "Siempre me quedaba la duda", dice Fenske, "de si quienes compraban mis novelas pasaban de la tercera página. Ahora sé que las leen de principio a fin en una semana".

Por su parte, la librería de Internet Amazon ha decidido tantear esta misma línea, comenzando por una serie de relatos policiacos. Los suscriptores recibirán como obsequio de bienvenida un ejemplar digital de Los papeles del Club Pickwick, la obra con que Charles Dickens renovó el género de la literatura por entregas en 1836.

Para responder a las expectativas de sus lectores mientras escribía Los papeles del club Pickwick, Dickens no podía ir más allá de pulsar las preferencias de un reducido número de personas acerca de los personajes y situaciones que inspiraban simpatía o consideraban poco atractivos. Pero los artilugios para la lectura de libros electrónicos (llámense iPad, Kindle, Nook, etc.) han resultado ser la herramienta perfecta con que podía soñar cualquier autor de novelas por entregas del siglo XIX. Y es que estos artilugios lo saben todo sobre las personas que los utilizan: no sólo qué textos leen sino cuándo, dónde, con qué rapidez, qué frases subrayanÉ datos que acumulan y procesan los ordenadores de las grandes empresas, como Amazon, Apple o Barnes & Noble, dedicadas a la venta de libros digitales; de modo que los hábitos y gustos de los lectores pueden ser conocidos al detalle y estudiados para orientar el desarrollo de los acontecimientos en sucesivas entregas de un relato, por ejemplo.

Cierto que los resultados que se han conocido no ofrecen por ahora revelaciones espectaculares: los textos teóricos se leen por lo general en sesiones breves y los lectores no acostumbran a seguir un orden fijo. Quienes compran ensayos extensos, rara vez los leen íntegros; por el contrario, las novelas se leen de principio a fin. Los aficionados a la ciencia-ficción, las novelas románticas y los relatos policiacos leen más y con mayor rapidez que los clientes de literatura "seria" (y además terminan los libros, cosa que no hacen muchos de los segundos). Por término medio, quienes compraron la novela de George R. R. Martin Danza de dragones emplearon 20 horas para leerla de principio a fin, lo que no está nada mal si consideramos que la edición en papel (ed. Gigamesh) tiene 1.224 páginas. Con un promedio de 57 páginas por hora, tampoco puede decirse que anduvieran perezosos los lectores del último tomo de la trilogía de Suzanne Collins Los juegos del hambre, de modo que la mayoría terminó la novela en 7 horas, y 18.000 de ellos subrayaron un mismo pasaje, en el que uno de los personajes considera que en ocasiones hemos de enfrentarnos a situaciones que parecen sobrepasarnos.

Semejante cúmulo de datos en manos de las grandes multinacionales puede prestarse a un uso problemático. Jonathan Galassi, presidente de la editorial Farrar, Strauss & Giroux, ha ironizado: "¿Y ahora, qué? ¿Vamos a cortar Guerra y Paz [la novela del autor ruso Leon Tolstói, publicada por entregas entre 1865 y 1867] si vemos que los lectores no acaban el libro?". Tal vez no, pero sí se apunta la inclusión en los libros digitales de diferentes recursos para estimular el interés del lector: fotografías, vídeos, enlaces a páginas web relacionadas con el contenido del texto, etc.

Merece la pena señalar que de ser así, la edición digital invertirá el giro impreso por Dickens a la literatura por entregas. Los papeles del club Pickwick no surgieron como tal novela. Cuando los editores Chapman y Hall ofrecieron a Dickens el encargo, pretendían tan sólo que redactase un conjunto de textos breves para acompañar las ilustraciones realizadas por Robert Seymour sobre un club popular de excursionistas. La respuesta de los lectores de Dickens alteró este planteamiento: los dos primeros fascículos (marzo-abril de 1836) incluían cuatro ilustraciones de Seymour y 24 páginas de texto; la entrega de mayo se publicó ya con dos únicas ilustraciones y 32 páginas de texto. En realidad, tampoco hemos de remontarnos tan atrás para dar con intentos de retener la atención de los lectores fatigados mediante recursos distintos de la estricta lectura: en nuestro país, la editorial Bruguera publicó entre 1955 y 1965 la colección Historias, dirigida a un público juvenil, donde junto al texto aparecía el mismo argumento expuesto en forma de cómic, alternando 3 páginas de texto por cada una de viñetas.