La manera en que Luisa Pastor ha tratado de buscar ayudas para el MARQ resulta sorprendente y un punto inquietante. Extraña que un museo de la categoría del MARQ deba, cuando se cumplen los diez años de su fundación, recurrir a una colecta para mantenerse. Un lector de este diario lo expresaba muy bien en un escrito al director publicado días pasados: "La carta enviada por la presidenta de la Diputación a los alcaldes y vecinos reclamando dinero para afrontar una deuda hasta la fecha de un millón de euros es escandalosa e incomprensible". Es probable que numerosos ciudadanos compartan una opinión tan meridiana.La decisión de Luisa Pastor es inquietante porque quien la formula no es un particular, sino la presidenta de la Diputación Provincial, es decir, un político. En boca de un político, esas palabras son el reconocimiento de que ha fallado la política una vez más. Si los políticos son incapaces de realizar su trabajo con solvencia, ¿qué debemos pensar los ciudadanos? ¿A quién hemos de encomendarnos? Luisa Pastor debería reflexionar sobre ello. Si al MARQ le fallan los patronos, o la Generalidad incumple sus compromisos, es la presidenta de la Diputación quien debe resolver el problema, no los ayuntamientos ni, mucho menos, los vecinos.

Es probable que los apuros económicos que padece el MARQ sean una consecuencia de la crisis económica. Sin embargo, no deberíamos descargar sobre las fatigadas espaldas de la crisis cualquier inconveniente que nos surja en el camino. Ni por un momento, pondré en duda las abundantes virtudes del museo, aunque tal vez sea el momento de preguntarnos sobre sus límites. El MARQ nos ha deslumbrado con algunas exposiciones admirables, que todos aplaudimos, aunque en ningún momento nos importó el coste del espectáculo, por elevado que fuera, ni quisimos saber si estaba a nuestro alcance. Todo lo dimos por bueno. ¿Podemos mantener esa línea en una situación como la actual? No estoy proponiendo que el MARQ renuncie a sus ambiciones, que me parecen legítimas y ha sido la base de su éxito. Pero el realismo no está reñido con la imaginación: le impone normas. Los buenos poetas saben que las obras que exigen grandes constricciones son las que engendran la mayor libertad de espíritu. El MARQ está obligado a buscar un equilibrio entre su presupuesto y la excelencia de sus exposiciones. Los gestores, que han demostrado su destreza en los años de bonanza, deberán esforzarse en producir buenas ideas. Hay que pensar más pero, sobre todo, hay que pensar mejor para multiplicar los resultados con el dinero de que dispongamos. La crisis también nos brinda la oportunidad de recuperar el interés de las cosas por sí mismas, y no sólo por los resultados, como sucedía hasta ahora. Todo esto tiene, como se comprenderá, sus límites porque si el presupuesto es tan ridículo que sólo cubre los gastos de funcionamiento, no se podrá hacer nada valioso por muy exigentes que nos mostremos.