El profesor y filósofo Miguel Catalán (Valencia, 1958) inició, hacia 1995, la redacción de una obra titánica -estructurada en veintitrés volúmenes- denominada Seudología: una historia de la mentira que abarcaría todos los niveles de la realidad y del conocimiento. El libro que ahora comentamos es ya el cuarto tomo de esta ingente empresa. Los tres primeros fueron El prestigio de la lejanía (2004) -sobre las ilusiones y las utopías como mecaniscos de autoengaño-; Antropología de la mentira (2005) -sobre el modo en que las personas aprendimos a protegernos del control divino a través de la mentira y del ocultamiento-; y Anatomía del secreto (2008)-de cómo los humanos emplean el fingimiento y la mentira para eludir la tutela de sus semejantes.

En La creación burlada. Seudología IV, el filósofo valenciano describe, analiza e indaga sobre "la ilusión del cosmos y el fraude de la vida": la idea (la terrible sospecha) de que toda la existencia del ser humano se halle edificada sobre una enorme mentira. Con la prosa ágil, funcional y atractiva que lo caracteriza, Miguel Catalán pasa revista a las distintas formas culturales (pintura, literatura, religión, filosofía, cine) en que se ha manifestado, a lo largo de los siglos, el temor de que los dioses y la naturaleza hayan estado engañando y riéndose de las personas. El volumen, pues, muestra la otra cara de la moneda que ya enseñó en Antropología de la mentira, donde era el ser humano quien se las ingeniaba para engañar y mentir a los dioses.

El lector (no necesariamente versado en terminología filosófica) advierte en seguida que Miguel Catalán es un erudito, un lector voraz y penetrante que bucea en un enorme abanico de libros religiosos y antropológicos: desde las milenarias tradiciones africanas hasta los tratados luteranos, pasando por los textos bíblicos y gnósticos, los grandes compendios de la literatura védica y budista, los hallazgos de la prosa hispanoamericana del siglo XX o las penúltimas películas norteamericanas.

La enorme solvencia del autor -que muestra aunados docere et delectare- ha creado una obra amena y fácil de leer, salpicada de innumerables ejemplos que salpimentan agradablemente y corroboran los postulados teórico-filosóficos mostrados y, en ocasiones, defendidos. Cada línea desprende el gusto por la divulgación y el placer de la escritura: una sensación que el lector advierte desde las páginas iniciales y que provoca una lectura de lo más placentera.

Son varios los temas que Miguel Catalán repasa en su libro, entre los que destacan: las falacias de los Dioses, en su afán por mantener oculto el arcano de la Creación ("la terrible verdad"), son el reflejo (o viceversa) del comportamiento de los padres hacia sus infantes; la idea del "mundo como teatro", encontrada ya en textos y culturas ancestrales y acentuada durante el Barroco francés y español; la creación literaria comparada a la creación divina, la idea del Escritor como Dios y creador (el "poiésis" griego), con un análisis excelente sobre aspectos lingüísticos de Pedro Páramo, la novela de Juan Rulfo.

El capítulo titulado Reproducción y muerte es, para quien esto escribe, el mejor del volumen: un detallado y clarificador análisis del comportamiento de los seres vivos (principalmente las hembras) con relación a sus descendientes, a través de un enfoque biológico sorprendente pero, también, triste y aterrador.

No creemos exagerado afirmar que La creación burlada es un libro religioso escrito por un agnóstico: "Las acusaciones que a lo largo de este libro han vertido los hombres sobre la falsedad É de los dioses no son ateas, sino creyentes: pues basta con pensar que no hay Dios para que los recelos y reproches desaparezcan". Pues si existiera un Hacedor, un Demiurgo (mejor o peor), un "responsable cósmico" un Dios (judío, cristiano, mahometano, etc.), ¿cómo justificar el funesto devenir de nuestro mundo? Como Jules Renard comentó: "No sé si Dios existe, pero sería mejor para su reputación que no existiera".

No obstante ser un placer y un acicate para la reflexión sobre nuestra cultura y nuestros actos, el volumen desprende una conclusión escalofriante: "Ninguna teodicea [teología fundada en principios de la razón] ha respondido de forma satisfactoria a los clamores de la humanidad doliente". También Pascal fue muy claro al respecto: "La condición del hombre es doble: É incapaces de ignorar absolutamente y de saber ciertamente".