El gran público conoció a Luis Leante (Caravaca de la Cruz, 1963) en 2007, cuando recibió el Premio Alfaguara por Mira si yo te querré, donde la doctora Montse Cambra, tras hallar una vieja fotografía, se trasladaba hasta los campamentos saharauis en busca del que fuera su primer amor. Durante el periplo promocional, el escritor recorrió gran parte de Hispanoamérica, y allí surgió lo que él llama el primer "chispazo" de Cárceles imaginarias. El otro aparecería en Italia un año después, cuando le regalaron la biografía del comunista Giangiacomo Feltrinelli.

Aunque las dos obras de Leante mencionadas tengan argumentos, climas y hasta lenguajes diferentes, ambas parten de documentos encontrados por azar, van y vuelven del presente al pasado, recorren escenarios de varios continentes, nos ofrecen historias de adaptación y supervivencia, nos sumergen en conflictos olvidados. Además, si bien nunca tenemos la impresión de que el autor utilice la ficción con fines políticos, su producción destila un compromiso ético, que comparte con otras literaturas españolas contemporáneas, como las de Almudena Grandes y Belén Gopegui.

Cárceles imaginarias aúna dos acciones paralelas, alejadas en el tiempo y en el espacio. El narrador de la primera es Matías Ferré, un exprofesor que ejerce como bedel en el Archivo Histórico de Barcelona, mientras se repone de la pérdida de su pareja en un accidente de tráfico. Los papeles que Victoria manejaba cuando murió lo conducen a investigar los movimientos anarquistas catalanes de finales del siglo XIX y principios del XX. En junio de 1896, un atentado terrorista contra la procesión del Corpus dejó doce muertos. La infructuosa búsqueda del culpable provocó una enorme represión, que tuvo por consecuencia nuevos atentados (entre ellos, el que acabó con la vida de Cánovas del Castillo).

Al igual que la narrativa decimonónica, Cárceles imaginarias combina sucesos reales (los procesos de Montjuic) con una trama amorosa. A pesar de ello, no se trata de una novela histórica pura, ya que utiliza también recursos periodísticos y elementos de suspense. Si hay un aspecto en el que Leante siempre ha demostrado su maestría es en la configuración de la estructura: como en un engranaje perfectamente diseñado y ensamblado, todos los elementos encajan con suavidad. Las casualidades, que parecen presidir la existencia de los personajes, tienen poco espacio en el proceso de escritura. Tal vez por ello, nunca se quiebra la verosimilitud.

Tras el atentado de Barcelona, el anarquista Ezequiel Deulofeu, perteneciente a una familia burguesa, huye a Manila, donde cambia de nombre y convive con otros exiliados. Sin embargo, las convulsiones de los momentos previos a la independencia lo obligan a emprender viaje en el primer barco que zarpa, esta vez con destino a Valparaíso. Allí se inventa un pasado, un nuevo nombre, una vida. Se casa con una de las hermanas Santalla; mantiene una extraña relación con la otra; y de nuevo ha de marcharse precipitadamente, para volver a Barcelona. Es lo que va averiguando, poco a poco, y casi fortuitamente, Matías Ferré, quien se ve arrastrado por una investigación académica que se torna cada vez más personal, hasta el punto de configurar sus cambios emocionales, y ofrecerle una vía para librarse de los lastres que lo atormentan.

El relato del siglo XIX recupera vocablos casi en desuso; contiene pequeños cuadros de costumbres muy del gusto galdosiano; insinúa ecos de narradores como Ramón J. Sender y Arturo Barea; trasparenta una rigurosa labor documental. El que se ocupa de la actualidad es mucho más dinámico, más fresco. Sin embargo, esas dos partes aparentemente inconexas no lo son tanto: la figura ausente de Victoria las hace confluir; las dos suponen una recuperación de la memoria; en ambas los protagonistas son hombres que se dejan arrastrar por los acontecimientos, se ven condicionados por las casualidades, y encerrados en cárceles imaginarias. Además, por las dos circulan toda una serie de personajes secundarios, que conforman una atractiva galería, de la que se extrae un auténtico retrato social.

Aproximadamente por las mismas fechas en que apareció su novela anterior, La Luna Roja (2009), Leante solicitó la excedencia como profesor de latín. La difusión y la seguridad económica que le otorgó el Premio Alfaguara 2007 le han permitido dedicarse a la literatura de una forma casi exclusiva. Por eso, llama la atención que, en ocasiones, se le escapen repeticiones innecesarias (tres veces aparece el adjetivo "interesantes" en la página 26; dos el sustantivo "esfuerzo" en solo tres líneas de la página siguiente; "imprimía en pequeñas imprentas", dice en la página 216É). A pesar de ello, Cárceles imaginarias es un relato de hábil estructura, en el que la reivindicación de la memoria no está reñida con un ritmo sostenido, que se va incrementando conforme avanza la historia.