Historia

Milán Kundera dijo que "la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido". Quizá por eso Nativel Preciado, veterana periodista, se ha decidido publicar Nadie pudo con ellos, un homenaje a la familia de Marcelino Camacho y a quien fuera su esposa Josefina Samper.

Con tono algo hagiográfico, se hace una remembranza del fundador de Comisiones Obreras. Considerado "luchador incansable", dotado de "especial fortaleza", imposibilitado para la mentira, y que en sus últimos años "provocaba un sentimiento de serenidad", como se decía en las biografías de los santos, se recuerda su etapa en el exilio norteafricano, donde ya trabajó como fresador, sus pasos clandestinos a España desde Argelia para apoyar a los Comités de Resistencia, creados por el Partido Comunista para sustituir a las desmanteladas Agrupaciones Guerrilleras, su definitivo regreso a España con su familia -la ya citada Josefina y sus dos hijos- en el verano de 1957, con desembarco en Alicante, y su acomodo difícil en Madrid, primero en Lavapiés y a poco en el barrio de Carabanchel, cerca de la cárcel donde sufriría cautiverio por su militancia sindical, para trabajar en la Perkins, cuyo consejo de administración se hallaba presidido por el que fuera su defensor y amigo Joaquín Ruiz-Giménez.

Ya que casi nada nuevo se aporta respecto a lo contado por el propio Marcelino Camacho en sus memorias, Confieso que he luchado, publicadas en 1990, Nativel Preciado hace una deslavazada crónica del último franquismo, con la creación del Tribunal de Orden Público en 1963, o las actuaciones represivas de la Brigada Político Social, con el experto en "hábiles interrogatorios", el comisario Conrado Delso, hasta desembocar en el proceso 1.001, en coincidencia con el asesinato del Almirante Carrero Blanco.

Tampoco hay novedades en sus referencias a la transición, meras pinceladas que recorren lo ya sabido sobre los sucesos de Vitoria, Montejurra, las acciones de los GRAPO, ETA y de las bandas fascistas que desembocaron en la matanza de Atocha. Finaliza ese sucinto recorrido con la legalización del Partido Comunista, la salida de los presos políticos en octubre de 1977, y la elección como diputado de Camacho en las primeras elecciones democráticas, cuando ocupaba el segundo lugar de las listas del PCE por Madrid, tras Santiago Carrillo.

Nada se dice, sin embargo, de las tensiones en el seno de la dirección de Comisiones desde 1991, cuando se inicia el alejamiento de la central sindical del Partido Comunista, la dimisión de Marcelino Camacho como su presidente en 1995, y su derrota en el 6º Congreso en 1996, con Antonio Gutierrez como Secretario General y con Ignacio Fernández Toxo en la presidencia de aquel congreso.

No hay duda que Marcelino Camacho fue ejemplo de resistencia y dignidad, pero repetir lo obvio o lo ya sabido es poca cosa para publicar un libro.