Existen dos lecturas culturales de la crisis. Aquella que postula que en tiempos de austeridad hay prioridades, y la cultura no se encuentra en los primeros puestos, precisamente. Y, en la otra orilla del río, aquella que ve en la cultura una tabla de salvación, económica e intelectual. La televisión es un reflejo de cómo es una sociedad, qué demanda y qué ofrece, cómo reacciona y cómo administra y proyecta la cuota de realidad que le toca en suerte. La oferta televisiva, a grandes rasgos, es vulgar, entretenedora, banal, ostentosa. Es cierto. La proliferación de programas en las que nos muestran cómo se vive en el lujo (casas, coches, fiestas) es un síntoma diáfano de las estrategias de evasión, de acción-reacción que dominan la pantalla; los formatos de telerrealidad bondadosa (engañosamente bondadosa y solidaria), los concursos, el escapismo a fin de cuentas como vector director ocupa un lugar central en la oferta televisiva, pero existen refugios, territorios que cabe rescatar y defender. Como esas pequeñas calas que sólo unos pocos conocen, a la que se accede después de una larga caminata, y que ofrece tranquilidad, aguas limpias, transparencia, energía.

LA CULTURA EN LA TELEVISIÓN

Tal vez lo más sencillo sea denostarla, vilipendiarla, criticarla sin piedad. Sin matices. Sin luces y con sombras. Redundar en el efecto demoledor sobre la inteligencia humana de las imágenes y el ruido que emanan de ese rectángulo de cuarenta pulgadas. Sin embargo, hay matices; existe otra realidad. Otra manera de hacer y ver la tele.

La televisión ha cambiado mucho en los últimos años. Lo digital, la incorporación de nuevos canales temáticos de acceso libre no han ido parejos a un viraje radical en los contenidos. Son, en general, más de lo mismo.

Lo que sí ha cambiado, y de qué modo, es el consumo de estos contenidos. Un notable cambio de paradigma en el simple y trascendente hecho de ver la tele. La ruptura espacio temporal de las nuevas tecnologías, la incorporación de objetos como las tabletas, los smartphones (teléfonos inteligentes) o el acceso general a Internet han modificado alguno de los patrones del visionado de la televisión. Las posibilidades de acceso a contenidos y programas de televisión desde casi cualquier lugar, la televisión a la carta, en definitiva, lleva implícita la ruptura de las reglas del juego que han predominado desde los principios del invento. Además, la televisión, tiene un lenguaje y unos códigos propios. Divulgación (sin olvidar el rigor) y visualidad son dos conceptos claves. Es una puerta de acceso a. Una ventana abierta. Y, en ocasiones, un producto cultural en sí mismo. Pocas veces. Pero alguna.

Vienen, entonces a la memoria algunos pioneros. Casi prehistoria. Los referentes. Joaquín Soler Serrano, su estética en blanco y negro, A fondo. Julio Cortázar, Borges, Mercè Rodoreda, y tantas otras y otros. Charlando, disertando, comunicando. Los Estudio 1, sus Chejov, Lope de Vega, grandes, imprescindibles de la escena. O mirando más allá de nuestras fronteras, Nabokov entrevistado por Bernat Pívot, en el mítico Apostrophes. Jalones iniciáticos. Y con posterioridad, modelos de cómo tratar la cultura en la televisión, adaptándola a su lenguaje: el Canal Arte, o, sin ir tan lejos, el Canal 33, con que la Televisió de Catalunya dio muestras de cómo programar con rigor, sentido y sensibilidad. Qué tragedia doméstica para los espectadores de la Comunidad Valenciana. Qué añorado canal.

DE SEGUNDAS

Casi por definición, el refugio de la cultura en televisión recae en la televisión pública, y en concreto, en los segundos canales de estas televisiones. Esta apuesta a favor de la gran minoría de la que hablaba Juan Ramón Jiménez por una programación de utilidad pública, en el sentido intelectual del término, se localiza muy fácilmente en el mapa imaginario que hemos trazado. Aunque las audiencias sean menores, aunque tengan el estigma del déficit presupuestario, aunque no resulten complacientes con el poder. Aplicaremos la mirada, pues, sobre estos refugios, que tienen dos emplazamientos reconocibles: La 2, y para los ciudadanos de la Comunidad Valenciana, Canal 9 Dos, antes llamada Punt 2. Parecen, ambos, lugares estimulantes, similares en su filosofía, concepto, honestidad, y no obstante, son tan distintosÉ

Aplicar la mirada sobre el segundo canal de la cadena pública valenciana significa encontrar un cierto aire de escasez, de acciones por compromiso, sin convicción, porque, simplemente, hay que hacerlo. Hay que cubrir una cuota. Podemos contar con los dedos de una mano los programas literarios, teatrales, estricta y rigurosamente culturales. Encontres, que amalgama literatura, música, teatro así como otros ámbitos como el cómic, el arte, en un formato clásico, más o menos previsible, de magazine cultural, a cuyo frente se sitúa Ricardo Bellveser. Podrían salvarse, además, algunas propuestas puntuales como Els territoris de la ficció, La Nau, sobre la realidad teatral de la comunidad, o el espacio Finestres, un interesante programa sobre arquitectura, o Ficcionari, un sugerente programa sobre cine. Pero paremos de contar ahí. Un oasis en el desierto.

Veamos el escaparate de al lado. Es discreto, sí, pero en su interior se percibe otra cosa, una atmósfera nueva, vital, intensa. La mirada se siente, ahora sí, reconfortada, estimulada, con ganas de abrir la puerta y acceder al interior de la tienda. Es La 2. Pasemos.

PARAÍSOS CERCANOS

Aquí todo tiene su lugar. La filosofía tiene su espacio. Las artes plásticas. La música contemporánea. La vanguardia. La literatura, of course. La gestión cultural. Divide y vencerás. Unir dividiendo, diversificando. La fórmula de un éxito, si no de público, de idea. Hay programas que resisten, como una genuina aldea gala: Metrópolis, cuántos años en antena, y manteniendo el tipo. Mostrando últimas tendencias en el audiovisual, cultura y arte contemporáneo. Un clásico.

Pero es sólo una muestra. Hay una nueva generación de programas y contenidos que reclaman nuestro interés. Los programas sobre libros son santo y seña de la cultura en televisión, un termómetro fiable de la salud del género. Propuestas como Estravagario o Negro sobre blanco quedan atrás para dejar paso a otro concepto más (post)moderno. Con lo bueno y lo regular. Página 2 es el programa de libros de La 2. Dirigido y presentado por Óscar López, toma una dirección diferente a la que toman otros tópico-típico programa de libros, más sesudo, más (mono)temáticos, visualmente más austeros. La estructura de Página 2 reclama la atención del espectador desde el principio, porque no parece un programa de libros. Sus localizaciones incardinadas en el libro protagonista del programa, su nivel visual, su ritmo, agilidad, lo ameno de su desarrollo, la diversidad de sus recomendaciones, y su lenguaje claramente televisivo marcan una frontera que traspasan no sólo los aficionados a la lectura. La transversalidad de su enfoque, del muestrario de sugerencias, nacidas del entusiasmo lector (eso se nota, se percibe), crea un poderoso foco de atención. Aspecto de ligereza, que quizá tenga la connotación de una cierta superficialidad. Sin embargo podemos adscribirlo, sin dudarlo, a la tipología de los programa-ventana, de aquellas propuestas que incitan a sumergirse en la lectura.

PUNTOS DE UN MAPA

De una cierta (engañosa) levedad a la gravedad. No es lugar común, en la televisión. Requiere esfuerzo, concentración. Filosofía, ciencia, con ánimo divulgativo, bien es cierto, pero filosofía, y ciencia, al fin y al cabo, en la tele. Quizá las tardes de domingo sean el momento propicio: en esa atmósfera única dominical la presencia de Redes se ve aumentada por un nuevo programa que se inició hace unas pocas semanas y que constituye toda una rareza en la parrilla: hablamos de Pienso, luego existo. Comenzando con José Antonio Marina, y siguiendo con Javier Sábada, Emilio Lledó, Victoria Camps, o Rafael Argullol, los pesos pesados del pensamiento español, en un espacio para comprender el tiempo que nos toca vivir, desde la reflexión. Haciéndose preguntas. No dando respuestas, porque es imposible. Pero espoleándonos a pensar, a plantearse la realidad desde una perspectiva crítica. Rara avis. Pero a todas luces, necesario.

La creación es también, per se, una postura crítica ante la sociedad. Creadores en todos los ámbitos, sugerentes, estimulantes. Saber y conocer quiénes, tal vez sin saberlo, transforman nuestro mundo, desde la cultura. Imprescindibles es otro de esos programas que adquiere la fisonomía de retrato, por el que circulan personajes centrales de la escultura (espectacular el programa dedicado a Jaume Plensa), el testimonio y el activismo cultural (Pepín Bello), la literatura (Roberto Bolaño, Josep Pla), la pintura, el cómicÉ La cultura es creación, desde luego. Además, hoy es un fructífero yacimiento de empleo, una manera de ganarse la vida, de que la vida no le gane a uno, dedicando ese tiempo extenso de nuestras existencias en un trabajo que además de trabajo sea una pasión, una devoción, un privilegio. La oportunidad de la serie de programas Los oficios de la cultura es un verdadero yacimiento, suculento, apetecible, útil. Comisariado de arte, producción musical, periodismo cultural, creación de videojuegos, fotografía, luthier, gestor cultural, donde un maestro comparte y alecciona a un discípulo sobre su disciplinaÉ Javier Limón, Ouka Lele, Mario Vargas LlosaÉ Mucho diálogo y muchas preguntas, reflexiones sobre la realidad de un oficio. Formación, mercado laboral, lo mejor y peor de cada profesión. Proyectos de trabajo, situaciones reales de trabajo, para dar forma a un programa que une lo bello y lo útil. Qué más se puede pedir.

Especificidad. Cada ámbito de la cultura pide, clama por su protagonismo, su lugar en el mundo televisivo. El teatro, en La 2, lo tiene: Mi reino por un caballo. La música lo tiene, desde Los conciertos de Radio 3, al más exquisito Programa de mano: música culta, presentada por Clara Sanchís, con reportajes sobre óperas, conciertos, ballet y recitales que se pueden ver en los teatros y salas de conciertos de nuestro país. Entrevistas, mercado. Música para tus ojos: conciertos de reconocidos intérpretes de flamenco, jazz, nuevas músicas y música clásica presentados por destacadas figuras del arte. Ejemplos de la diversidad y la especificidad. Sin embargo, nos dejamos algunas propuesta en el tintero. No están todos los que son, pero sí una muestra de que es posible una televisión inteligente, que sirve para lo que sirve la cultura: para hacerse preguntas, para que seamos conscientes de que la existencia puede ser vista desde múltiples ángulos, para hacer que la vida sea más vida. Y eso no es poco.