Hace tiempo me aficioné a Jack London tras leer su biografía novelada Martin Eden. Del autor nacido en San Francisco y afiliado al Partido Socialista, me encantaban sus narraciones situadas en Alaska y las que desarrollaba en las lejanas islas del Pacífico, también recreadas por Melville o Stevenson. Sin duda, uno de sus relatos que tengo entre mis favoritas es Kulau, el leproso. Kulau, líder de un grupo de afectados por la terrible enfermedad, se resiste con todas sus fuerzas a que los marines norteamericanos los recluyan en Molokai, la isla maldita. Tras una batalla en la que tan sólo él ha sobrevivido a los de su raza, el final nos presenta a Kulau esperando el momento en que los blancos, ya propietarios del archipiélago hawaiano, aquellos hombres que predicaban con la izquierda la palabra de Dios y con la derecha la palabra del Ron, habían llevado hasta allí el nefasto mal. Kulau está presto a enfrentarse al enemigo con la última bala de que dispone en la recámara de su Mauser mientras le va envolviendo la bruma que acompaña al aleteo de la muerte

Una muerte tan inevitable como la que planea en este interesante libro de relatos de José Payá. En las dieciséis narraciones del escritor alicantino, la muerte cobra un aspecto fundamental en el desarrollo y final de estos cuentos plagados de frustración, incomunicación, hastío, terror, algo de humor, intriga, sutil ironía, grandes dosis de sorpresa, soledad, desesperación y, claro está, la todopoderosa presencia de la parca. Dos de los relatos merecen una atención especial, a pesar de que todos ellos representan un brillante ejercicio literario para un lector que se va viendo continuamente sorprendido por los giros que Payá introduce en sus historias.

El cuento que cierra el libro es La cita. En él, los dos co-protagonistas, el mismo Pepe Payá junto a su amigo Mario Martínez, entablan un delicioso y al mismo tiempo peligroso juego entre dos personajes que acaban de conocerse y que recuerda, sabiendo además el culto que ambos literatos rinden a Mankiewicz, los mejores momentos dialécticos de Mujeres en VeneciaLa huella. Incluido el golpe de efecto final.

Pero, sin duda, el relato estrella es el que da título al libro, La segunda vida de Christopher Marlowe. Payá, buen conocedor de la historia y la literatura dramática inglesa del siglo XVI, como el propio Marlowe, se sitúa en un lugar privilegiado para desde allí otear en la existencia del dramaturgo y probablemente espía del gobierno isabelino. En apenas veinte páginas, como si el autor nos hubiera transportado en una máquina del tiempo, asistimos a la presentación de Marlowe y a su rápida muerte en un burdel. Pero, y ahí se encuentra su buen hacer literario, pronto vamos de la mano de Payá destejiendo una historia en la que nada es como parece. Asistimos a otros de los múltiples juegos borgianos que nos propone el autor de Biar. Un juego en el que los laberintos van estrechando los márgenes del desafío intelectual establecido entre el lector y el escribidor, hasta que éste nos sorprende con un desenlace no exento de polémica para los historiadores: ¿existió en realidad el "negro" de un Christopher Marlowe quien en lugar de haber muerto asesinado de una cuchillada en un ojo en 1593 había sido protegido por la inteligencia británica y escondido en Escocia, desde donde enviaba sus comedias a Londres para que las firmara un tal William Shakespeare?