Página en construcción, volumen galardonado con el XXV Premio Unicaja de Poesía, es el nuevo libro de poemas de Luis Bagué (Palafrugell, Girona, 1978), poeta y ensayista que, poco a poco, ha ido abriéndose camino en el panorama literario reciente hasta convertirse en un nombre de referencia. Su obra lírica en solitario, hasta la fecha, constaba de tres poemarios: Telón de sombras (2002), El rencor de la luz (2006) y Un jardín olvidado (2007). Como ensayista, ha publicado La poesía de Víctor Botas (2004) y Poesía en pie de paz (2006).

Con Página en construcción, su nueva entrega lírica, Bagué consolida una voz que había ido configurándose desde los tiempos de Telón de sombras. Durante estos años, su poesía ha ido construyendo un interesante sujeto poemático, que, paulatinamente, se ha despojado de elementos culturalistas y literarios y ha dejado paso a una serie de vivencias reelaboradas en verso. En cierto modo, el autor ha pasado de una elegía no confesional a una poesía más autobiográfica, aunque sin abandonar las técnicas y fórmulas que le sirvieron para construir su voz. El título del volumen, por tanto, tiene una doble lectura: "vida en construcción" y "obra en marcha". Desde Telón de sombras hasta Un jardín olvidado, la obra de Bagué ha sufrido un proceso depuración, a modo de camino de perfección, y eso explica que en Página de construcción encontremos no sólo una escritura de la memoria en la que conviven los referentes culturales con el componente confesional, sino en la que también cabe la alusión al mundo actual, con sus contradicciones y paradojas.

En lo que respecta a la estructura, la de Página en construcción recuerda a la de sus poemarios anteriores. En este caso, el volumen se encuentra dividido en cinco partes, todas ellas con título. La primera, Historias, reúne cinco piezas que dan cuenta de una de las características de nuestra sociedad, la del mestizaje que se produce en todos los órdenes, especialmente en el cultural. Así, World in progress recuerda un viaje a la India (Las maletas aprenden / a viajar sin nosotros, a buscarnos / nombres y domicilios), mientras que Quemar las naves, en cambio, perfila el paralelismo trágico que existe entre dos estilos pictóricos, el de La balsa de la Medusa, de Géricault, y el de Barco con emigrantes. Bahía de Dublín, de Edwin Hayes.

La segunda parte, Metarrelatos, incluye cinco poemas que tienen en común el hilo musical, sendas citas de canciones -de Bob Dylan, Joy Division, David Bowie, La Habitación Roja y The Jam- que preceden a las composiciones. Y aquí es donde encontramos dos de los mejores poemas del libro, La vida te hará trizas (Hazme caso, muchacho. / La vida te hará trizas, / como lo hizo con tantos. / Y a los viejos errores / acabarás llamándolos / pasado) y Los amantes del siglo XXI, donde presenta a una pareja unida frente al televisor, solos frente a la desesperanza de un mundo que se desmorona: Hemos visto las calles sin estatuas, / las estatuas / sin ley ni gravedad, / bibliotecas sin libros, / árboles despoblados. / Mira el televisor, mira / la vida, / y dime si es verdad / que el futuro no tiene porvenir.

En la tercera parte, Hipótesis, diferentes geografías, tanto turísticas como cotidianas, sirven de nexo entre las diez composiciones, que van del Dublín de Ejército de salvación (Toda la vida cabe / en el breve rectángulo del cielo: / calderilla, la Biblia, unos zapatos...) hasta las dos colas -la del pan y la del ambulatorio- de Asuntos exteriores, aunque me quedo con la ironía que destilan Lavado rápido (No tires la toalla. / Déjala suavemente en el toallero) y Fast food (Pregúntate por qué / no existe el happy kebab ni el arroz / mac delicias). Ahora bien, las cinco piezas de Ensayos, la cuarta parte, suponen un regreso a cierto culturalismo, si bien tamizado por lo personal. En la misma línea se encuentran los dos poemas finales, El sueño de Ulises y El síndrome de Casandra, integrados en una última parte llamada Monólogos, presidida por esa referencia explícita a los orígenes de la literatura occidental, concretamente al ciclo de Troya, a los grandes autores trágicos y a las epopeyas homéricas.

Con todo, no quiero acabar con Ulises o Casandra, sino con los versos de Otraedad, uno de los ensayos, un poema de los treinta años en el que Bagué no sólo habla de él, sino de toda una generación, de todo aquel que ya ha apurado el último trago de sus veinte años, ese otro que soy yo: Hoy he cumplido treinta años. / A mi edad Ian Curtis / había cantado todas las canciones, / Rimbaud buscaba en Yemen / la sombra de sí mismo, / Dylan Thomas soñaba / la máscara de un sueño, / Van Gogh no había pintado / aún los girasoles.