El taxista, sin introducción, anuncia que en el asiento trasero viaja Bill Callahan. Se encuentran en una zona marginal del sur de Londres. Él lleva una guitarra colgada y luce, de inicio, una mueca de cantante. El coche arranca, Callahan empieza a cantar. Su expresión, su voz, y la textura de su cara son monocordes: brillantes y de colores apagados. Los tres son una saeta. Esa es una de las escenas más impactes del proyecto Black Cab Sessions, en el que se graban actuaciones de artistas mientras viajan en taxi. El lema de la serie es: "Una canción, una toma, un taxi". No hace mucho, el protagonista del que hablábamos, publicaba su nuevo disco, Apocalypse.

El proyecto musical de Callahan se inició a principios de los noventa. Hasta 2007 permaneció amparado bajo el pseudónimo de Smog. La importancia de todo lo que se hizo con ese nombre sólo podrá ser analizada con muchos años de distancia. Smog fue uno de las primeras (y más intensas y sinceras) experiencias de Lo-Fi que se han registrado. El Lo-Fi probablemente quedará como una rareza, como un lugar inhabitado desde hace milenios. Aunque lo justo sería que esta rama floreciera, y que de ella aparecieran nuevas ramas. Es, fundamentalmente, una técnica de grabación. Consiste en utilizar equipos sonoros muy rudimentarios, tanto que cualquier persona con un mínimo interés podría manipular. El resultado es un baño de origen, de pureza. Agreste como una tribu aborigen, pero verdadero y hermoso como ellos. Más hermoso si cabe porque proviene de alguien que lleva años en contacto con el hombre, pero intenta regresar a una determinada esencia. De esos años podemos destacar, como grandes piedras de toque, los discos Julius Caesar y Wild Love. En estos trabajos la voz de Callahan es todavía indecisa. Con A River Ain't to Much ocurrió algo envidiable. La música en ese disco era mínima, todo la iluminación estaba preparada para enfocar a la reina. Los rasgos tímbricos de garganta se asentaron, adoptaron una personalidad única, basada en el timbre de barítono. Uno de los primeros cantantes de estas características que tuvo éxito -comercial y artístico- en la música popular moderna fue el malogrado Ian Curtis, líder de Joy División. Su voz era grave, pero a pesar de ello, un cuchillo. Exactamente igual que la de Jonnhy Cash. Otros grupos tienen líderes con una construcción similar, como Editors, Interpol, o TinderSticks, del peculiar Stuart Staples. Todos estos nombres traen aires de una intensidad musical personalísima, de una épica innegable y, en definitiva, de experiencias intensas, que es lo que hemos venido a buscar, como el sediento el agua.

Ahora Callahan cantaba como un sabio, como un gurú que todo lo había vivido: los horrores más profundos y las dichas más humildes. Y desde entonces no publicaría ningún otro disco con el sobrenombre Smog. A este último Apocalyse, le precedieron Sometimes y Woke on a WhaleHeart. En los tres nos paga con la misma divisa. Sobriedad y elegancia. Sangre y vísceras. Las letras de Apocalypse, eso sí, han dado un paso adelante en significación, en poesía. Parece que navega sólo, que su vista no le alcanza para ver que alguien rema, no ya con él, sino cerca de él. Aún así, continúa dando paladas.