Atribuyen a Max Aub, aquel novelista dramaturgo, pintor y diplomático, socialista, que tuvo que exiliarse en México tras la Guerra civil, la frase de que «no se es de dónde se nace sino de dónde se hace el bachillerato», tal vez queriendo remarcar que es a esa edad cuando se hacen las nuevas amistades que perdurarán en el tiempo y marcarán una querencia inolvidable hacia el lugar donde te has instalado a vivir. Max Aub nos dejó obras importantes para los alicantinos, como «Campo de los almendros», donde novelaba los trágicos momentos de los miles de republicanos que no pudieron embarcarse en el carguero británico «Stanbrook» y fueron confinados en la Goteta, entre otros tristes lugares.

A un servidor, barcelonés de nacimiento pero de padres valencianos de lugar de habla castellana, le pasó algo similar cuando, a los siete años, vine a vivir con mi familia a Alicante. Si Max Aub estudió en Valencia en la Escuela Moderna y en el Instituto Luis Vives, un servidor en el Jorge Juan alicantino: los chicos a un lado y las chicas a otro ya que un enorme muro nos separaba, tal vez una realidad tangible de las dos Españas.

INFORMACIÓN ya existía, claro. Nació un 18 de julio de 1941, cinco años después de aquel siniestro acontecimiento que cambió la vida de muchas generaciones de españoles. Hablar de los cuarenta años de dictadura reflejados claramente en el diario del Movimiento tendría, tal vez, poco sentido para el lector que se atreva con este artículo ya que la política de la época y sus consignas venía reflejada en el órgano oficial que era el madrileño Arriba. Nosotros leíamos INFORMACIÓN para ver los resultados del Hércules y, muy de vez en cuando, nos interesábamos por la política, no la nacional porque aquí y en esos momentos parecía que no pasaba nada, pero sí por lo que ocurría en el mundo. Recuerdo que el 10 de noviembre de 1960 bajé presuroso al quiosco de enfrente de casa en la plaza del Dr. Gómez Ulla para hacerme con un ejemplar del periódico y enterarme del resultado de las elecciones norteamericanas. Y no es que yo, aparte del rock´n´roll, las películas de indios y vaqueros y los tejanos Blue Colorado que me agenciaba de contrabando en la barbería del Puerto alicantino, estuviera muy interesado en la vida yanqui; pero mi padre, antiguo militante comunista y teniente a las órdenes del general Rojo en la Guerra Civil, me había prometido cinco duros, veinticinco pesetas en un billete de color morado, si John Fitgerald Kennedy, demócrata, conseguía imponerse al republicano Richard Nixon. Todavía recuerdo el titular de INFORMACIÓN: «Kennedy, Presidente». Venció a Nixon pero con una escasísima diferencia en los votos. Me gané las veinticinco pesetas del ala y de paso me enteré que en el mundo había países que celebraban elecciones libres para elegir a sus mandatarios.

En la década de los setenta, un servidor, al estilo de Max Aub, entró a militar en el PSOE mientras simulaba estudiar Geografía e Historia en nuestro CEU en compañía de Concha. Era el tiempo de comulgar necesariamente con un periódico que, con la llegada de su nuevo director Jesús Prado hacia 1971, comenzó a reflejar la realidad de nuestra provincia. La política local, tan vetada hasta entonces por los gerifaltes del franquismo, comenzó a tomar forma de la pluma de una nueva generación de periodistas que venían sólidamente formados, al menos a nivel teórico. INFORMACIÓN daba cabida, en aquellos tiempos en que Franco todavía vivía, a las diversas opiniones de sus colaboradores, incluido artículos en el catalán que se habla en las comarcas valencianas del Sur. Y las crónicas del benissero Bernat Capó fueron un buen ejemplo de ello, créanselo.

Con la transición política y sus momentos de pesadumbre e inquietud fomentados por los lampedusianos que deseaban que todo siguiera igual y nada cambiara, INFORMACIÓN siempre tenía abiertas sus páginas a todas las opiniones aunque en la cabecera del diario siguiera la leyenda de Diario de F.E.T. y de las J.O.N.S.; y doy fe porque en algún momento ejercí de responsable de Prensa del PSOE llevando a la redacción tristes comunicados en los que expresábamos nuestro pesar por lo que estaba sucediendo y por lo que parecía que nunca llegaría a ocurrir. La democracia, que nos parecía imparable, nos llevaba, necesariamente, a un periódico que se había convertido en portavoz de nuevas voces en estos ámbitos, que diría Truman Capote.

Con las primeras elecciones de 1977, asistimos todos, ucedistas, socialistas, comunistas y algún alianzapopulista que otro al recuento en la antigua sede del periódico de la calle Quintana, cerrada al tráfico por la multitud que se agolpaba esperando los resultados electorales; por algo sería.

Adolfo Suárez ganó con su UCD pero venció el PSOE de Felipe. Y lo hizo tras un mítin multitudinario en Alicante. El mitin más importante que jamás se ofreció transcurrió en el estadio del Hércules CF, merced al generoso ofrecimiento de su presidente José Rico Pérez, un reconocido demócrata. La organización se enfrentaba a un problema: el público no debía, en ningún caso, pisar el césped, y así lo hicieron. El cantante socialista Julio Matito y el cantaor José Menese amigo personal de Martínez Bernicola entretenía con sus canciones a una multitud expectante por el cambio mientras se retrasaba un afónico Felipe. Cuando le hicieron una seña al flamenco, éste, con toda parsimonia, le señaló a su guitarrista: «Niño, ámono que ha venío er jefe».

INFORMACIÓN se hacía eco de aquel acontecimiento en su edición del sábado 11 de junio: «Se llenó el Rico Pérez. 30.000 personas acudieron a la llamada del P.S.O.E». En declaraciones en exclusiva para el diario, realizadas en el hotel Riscal, Felipe González afirmaba que «su partido tenía personas para gobernar y que el pueblo sabría administrar la libertad», aunque, al parecer, lo de la libertad todavía no. La barbarie continuaba vigente y el 18 de octubre de 1977 INFORMACIÓN se hacía eco en su primera página de la «Gran manifestación de duelo en el entierro de Miguel Grau», una manifestación de duelo disuelta a porrazos por la policía gubernativa. Grau era un militante del Movimiento Comunista que fue asesinado en la alicantina Plaza de los Luceros por un ultraderechista mientras se pegaban carteles convocando a una manifestación por la Autonomía.

Todo comenzó a correr muy deprisa a partir de ese momento. El 23 de febrero de 1981 el comandante Tejero, de triste recuerdo, entraba en el Congreso mientras se votaba la sustitución de Adolfo Suárez por Calvo Sotelo, secuestrando la voluntad popular pistola en mano. Al mismo tiempo, en el País Valenciano, el capitán general Miláns del Bosch, decretaba el estado de excepción y conminaba a la población a quedarse en casa bajo pena de arresto o algo más. El alcalde de Alicante, el socialista Pepe Lassaletta, había reunido en el consistorio a los concejales: ¿A todos? No, alguno hubo, según las malas lenguas, muy significado, que corrió al Gobierno Civil a ponerse a disposición de la autoridad competente.... La aparición del monarca Juan Carlos en TVE desautorizando a los militares golpistas fue como un bálsamo: no había cometido el mismo error de su abuelo Alfonso XIII ni de su cuñado Constantino de Grecia. La libertad se había salvado y todos (casi) volvían a ser demócratas.

INFORMACIÓN, al que un servidor visitó en esa agitada tarde, recogía el fallido golpe de Estado dedicando fotografías y titulares a la vuelta feliz en El Altet de los representantes del pueblo: «Abrazos y lágrimas en el regreso de los parlamentarios alicantinos». Una carta del director, «El fin de la noche», ponía rúbrica a la actuación del rey Juan Carlos: «Y el punto final en esta mañana luminosa podría ser la hermosa certeza de que en España, sobre las brumas de su historia, el buen vasallo y el buen señor se han encontrado en el camino». Felicidades, Jesús.

Año y medio después, cuando el declive de UCD era manifiesto y el gobierno de Calvo Sotelo fracasaba en las urgentes reformas que el país necesitaba, se convocaron elecciones generales para el mes de octubre de 1982. Los resultados de estos comicios fueron un varapalo para las fuerzas de centro derecha. Los socialistas de «Por el cambio» consiguieron un resultado abrumador: 202 escaños sobre 350. En su habitual Carta del Director, Jesús Prado, se congratulaba: «La sociedad española ha demostrado, una vez más, su conciencia democrática y su sentido histórico. Ayer, veintiocho de octubre, el voto del miedo, ese espantajo manejado por unos cuantos se ha ido a parar a la papelera: es decir, a su sitio€».

A las reformas emprendidas por el presidente Suárez siguieron las medidas del primer gobierno socialista en 1983 por el que se cerraron muchos de estos medios y se privatizaron los más rentables. Como ocurrió con INFORMACIÓN, vendido por subasta pública en 1984 a Editorial Prensa Ibérica.

Ya en plena democracia y perfectamente homologados a los países de nuestro entorno los acontecimientos se sucedieron con una inusitada rapidez, tanta, que nos parece muy difícil de aceptar que nos hemos hecho mayores. Tras las elecciones autonómicas de 1983, el socialista Joan Lerma se convertiría en el primer presidente de la Generalitat democrática y la izquierda gobernaba en los principales ayuntamientos alicantinos: INFORMACIÓN lo contaba.

El 1 de enero de 1986 España se integraría en la CEE con excelentes resultados económicos para nuestra provincia. Al día siguiente, INFORMACIÓN aclaraba que «El Parlamento representa a 320 millones de europeos»: potenciales consumidores de nuestros productos y de nuestras playas. Consecuentemente del nuevo rumbo en la democracia española, Felipe González convocó un referendum sobre la presencia española en la OTAN; unos socialistas que ahora demandaban la integración cuando años atrás habían defendido lo contrario. Tras una dura campaña los resultados fueron apabullantes en Alicante, dos de cada tres participantes se decantaron por el voto afirmativo: INFORMACIÓN destacaba en su primera página un enorme «SÍ».

A nivel personal, un servidor ejercía en Valencia de director general de la cosa autonómica y portavoz de Cultura y Educación en las Corts. Un trabajo agradable aunque no pudiera competir con el de Max Aub cuando compró el Guernica picassiano para la Exposición Internacional de París de 1937 ni, a mi pesar porque uno es muy cinéfilo, colaborar, como él, en la realización de «Sierra de Teruel» con André Malraux. Pero debo señalar que un buen día conocí a Elena, la hija de Max Aub, muchacha de bellos ojos azules, que me regaló el «Juego de cartas» dibujado por su padre, un divertimento que firmó como Jusep Torres Campalans, pintor inexistente y ante el que se rindió gran parte de la crítica pictórica. Uno de mis últimos actos como director general de Cultura fue colaborar en la aprobación de la instalación de los fondos de Max en la Fundación que se creó en Segorbe en 1988, comarca del Alto Palancia donde el escritor comenzó sus narraciones del conocido «Laberinto mágico», importante donación de la que INFORMACIÓN, claro está, se hizo eco.

Se sucedieron a partir de entonces, en España y en el País Valenciano, gobiernos del PSOE y el PP. Cayó Felipe, con la crisis y los GAL de fondo, y llegó Aznar, hablando catalán en la intimidad. Cayó Aznar, con la calle contra el PP por la participación en la Guerra de Irak, y llegó Zapatero. Y la crisis. Y Rajoy. Y estallaron los escándalos de corrupción. Todo ello lo fue contando detalladamente INFORMACIÓN hasta llegar al galimatías de gobernanza, ya que las elecciones de 2015 y 2016 no permitieron formar gabinete ni al PP, fuerza mayoritaria en ambas convocatorias, ni al PSOE, confundido en luchas internas por ver quien sería capaz de convertirse en nuevo califa en lugar de Pedro. Tras la convocatoria del 26 de junio de 2016, última hasta la fecha en esta historia interminable, INFORMACIÓN señalaba: «Rajoy se rearma, Sánchez resiste. El PSOE evita el sorpasso de Unidos Podemos», coalición electoral de Izquierda Unida y Podemos, que estuvo muy por debajo de las pretensiones electorales de sus líderes, Alberto Garzón y Pablo Iglesias, de convertirse en el nuevo referente de la izquierda española, como sí lo sigue siendo INFORMACIÓN para la pluralidad política alicantina.