nosotros o el caos. A eso se reduce, en cierta manera, el argumentario de campaña que el PSPV ha entregado a sus candidatos de cara a los comicios del próximo 9 de marzo. Como estaba cantado, la intención del estado mayor del puño y la rosa es reducir la campaña a una lucha entre Zapatero y Rajoy y apelar al voto útil para acabar de esquilmar, por un lado, a EU que se presenta fracturada en dos mitades a estos comicios. Pero, sobre todo, para, por otra parte, movilizar a unos 100.000 votantes, que dudan entre quedarse en casa o votar con la "nariz tapada", como admiten desde las propias filas socialistas, a la candidatura de Rodríguez Zapatero con el único objetivo de barrar el paso a la derecha.

Hace cuatro años, aunque en circunstancias excepcionales de movilización, es cierto, los socialistas sí lograron en la provincia arrastrar a las urnas a ese colchón de votantes que les garantizaría hacerse con un sexto escaño en las comarcas alicantinas, el diputado extra que se repartirá en la provincia en detrimento de Vizcaya. En las autonómicas del pasado 27 de mayo, de nuevo, los socialistas, sin embargo, retornaron a las catacumbas y se situaron en un nivel muy parecido al de las generales de 2000, justo cuando las candidaturas del puño y la rosa consiguieron el peor resultado electoral de su historia y se quedaron en cuatro parlamentarios por los siete que fueron al zurrón del PP.

Ahora se trata, apuntaron fuentes de la formación, de acercarse al resultado de 2004. Eso garantizaría un empate a seis escaños. Para ello, el argumentario de campaña recomienda pivotar el mensaje socialista en la "venta" de la gestión de Zapatero pero, sobre todo, apelar a la utilidad del voto. De hecho, en la provincia, a priori, sólo populares y socialistas entrarán en el reparto de escaños. De ahí que el PSPV quiera agrupar el mayor número posible de votos del resto de fuerzas de izquierda, cerca de 50.000 papeletas -las de Esquerra Unida i Republicana, los críticos de EU junto al Bloc y los grupos verdes-, que acuden a la cita con las urnas en la provincia de Alicante aunque, eso sí, con mínimas opciones de entrar en la distribución de los escaños.

El argumentario de campaña de los socialistas, de hecho, emplaza a los candidatos a convertir la movilización en el principal "eje" de la carrera electoral con el objetivo de arrastrar hacia la opción de Zapatero "a todos los ciudadanos que desean que España siga progresando y no retroceda hacia el pasado". El mensaje que Ferraz quiere que sus candidatos trasladen al votante de izquierda que está indeciso entre dos papeletas o que duda entre quedarse en casa o acudir a las urnas es que "o gobierna Zapatero, o vuelven a gobernar Rajoy, Acebes y Zaplana. Ese es el contenido central de la decisión de voto, en esa cuestión hay que centrar la atención. Cualquier otro aspecto -recoge textualmente el documento interno distribuido por el PSPV- es secundario ante la decisión principal: Zapatero o Rajoy".

El objetivo esencial de ese mensaje -o sigue Zapatero, señalaron desde el PSPV, o vuelven los protagonistas de los últimos coletazos de Aznar con la gestión del 11-M-, en cierta medida, ligado a un cambio de gobierno como sinónimo de catástrofe no es otro que llevar a las urnas a la mayor porción posible de abstencionistas y nuevos votantes, un colectivo que suma unos siete millones de personas en todo el Estado y que, en parte, ya respaldó a Zapatero en 2000. De ellos más de 100.000 votos son los que están en juego en las comarcas alicantinas y darían el empate a escaños en el marcador de los comicios. "Los cambios en la campaña -recoge el argumentario- no se producen, fundamentalmente, por la transferencia de votos entre los partidos sino por la decisión que tomen aquellos ciudadanos que no siempre participan en las elecciones; es decir, aquellos que oscilan entre votar o abstenerse". Esa movilización es esencial porque, advierten los socialistas, en "las últimas semanas inmediatamente anteriores a las elecciones, la situación puede cambiar de forma sustancial".