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l hecho de ser la única isla habitada de la Comunidad convierte a Tabarca en uno de los grandes reclamos turísticos. Un encanto al que se suma su reconocido valor histórico, cultural y medioambiental y que atrae a multitud de visitantes de la provincia, del resto del país y del extranjero. A diario llegan hasta ella decenas de turistas deseosos de conocer sus atractivos, dar una vuelta por el pueblo fortificado, pasear por sus playas y acantilados o disfrutar de un buen caldero. Es lo que esperan, pero lo que se encuentran es muy diferente: comercios cerrados, suciedad, contenedores llenos de basura, obras en cada calle y un lugar prácticamente deshabitado. De no ser por los obreros que trabajan en ella, sería más probable cruzarse con un gato que con una persona.

Y es que la falta de servicios hace de Tabarca una isla prácticamente desierta durante el invierno, mientras en verano coinciden en ella miles de personas a diario. Los barcos de transporte regular -las llamadas "tabarqueras"- recortan sus viajes ante el descenso de clientes, lo que impide ir y volver a tierra a los escasos vecinos que desafían a la soledad para vivir todo el año en la isla. Durante la semana, sólo parten dos embarcaciones diarias desde el puerto de Santa Pola, a las 10.30 y a las 11.30 horas, y el único regreso es a las dos menos cuarto (el fin de semana se amplía);, con lo que los vecinos que quieran ir a la localidad no pueden regresar hasta el día siguiente. Existen "barco-taxis", pero no todos pueden permitirse pagar 30 euros por trayecto.

Es un primer eslabón en la cadena de la falta de servicios. Los horarios del transporte echan para atrás a muchos turistas y, los que deciden ir a la isla lamentan no poder quedarse a disfrutar de la gastronomía marinera de Tabarca. Como consecuencia, los establecimientos se ven abocados a cerrar durante estas fechas -sólo está abierto un restaurante- y los empresarios retoman otros trabajos en Alicante, Santa Pola o Elche, donde residen entre semana.

Son pocos quienes pueden permitirse vivir durante todo el año en la isla porque no pueden explotar sus negocios durante el invierno. Así, entre semana pernoctan en la isla una veintena de vecinos -del centenar que puebla la isla durante los fines de semana- y otros tantos trabajadores. Los turistas, aunque quisieran, difícilmente podrían hacerlo, pues según explican los vecinos, en invierno sólo permanece abierto uno de los hostales con los que cuenta Tabarca. Además, más de uno se lo pensaría al conocer que la isla no dispone, desde hace una semana, de asistencia sanitaria durante la mayor parte del día. En cuanto a seguridad, un agente de la Policía Local custodia el terreno día y noche.

Sin poder comer, ni dormir en Tabarca, a los turistas sólo les queda aprovechar las dos o tres horas que les da de tregua el barco antes de regresar para recorrer la isla. Pero lo que se encuentran nada más arribar son botellas y desperdicios en la orilla del puerto. El servicio de limpieza es insuficiente y prueba de ello son los contenedores llenos y la suciedad en las calles.