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uál va ser la aportación de la Fundación Metrópoli que usted preside tras el acuerdo firmado con la Diputación y la CAM para la elaboración de un plan estratégico de la provincia.

Nuestro objetivo es identificar oportunidades estratégicas del territorio para recualificar tanto el espacio como nuestro sistema productivo. Y lo vamos a hacer en las distintas comarcas porque puede surgir algo interesante en Alcoy, en Villena, en las zonas del vino o en la Vega Baja, epicentro de ese eje que hay entre Cartagena, Murcia y Alicante, que acoge a dos millones de habitantes, lo que lo sitúa como la tercera ciudad de España.

¿El estudio es consecuencia de la crisis?

El modelo obsoleto de compro suelo, lo transformo y lo vendo, sin aportar valores cualitativos, ya no vale. Es una lección que se ha aprendido en menos de un año. Ahora hay que reflexionar y tocar el sector inmobiliario de forma más coherente. Eso nos llevó a plantear por qué no pensábamos en nuestro territorio, en cuáles son sus activos y ver qué proyectos singulares podríamos desarrollar para mejorar nuestra capacidad competitiva, el territorio, para crear opciones de empleo...

¿Y cuáles son los activos?

Hace veinte años, con el Club de Inversores, sentamos los que llamamos las "ecologías del Triángulo": la ecología del litoral, las rurales, las industriales... un modelo equilibrado para un territorio que no era sólo el eje Alicante-Elche, sino que introducíamos el municipio de Alicante para darle más contenido territorial y poder recuperar el cabo de Santa Pola como gran pulmón metropolitano. Además, el sistema de ciudades de la provincia es modélico, policéntrico y con un perfil diferencial porque cada una de ellas se dedica a un sistema productivo diferente. Es muy difícil encontrar otro territorio en el mundo con un sistema de ciudades tan equilibrado. Y el talento, la imaginación, el dinamismo y la visión exterior es impresionante.

En el proyecto del Triángulo Alicante-Elche-Santa Pola se hablaba también de un parque tecnológico, que tiene Elche pero no Alicante, de empresas de biotecnología... ¿Su materialización podía haber evitado algunos de los males estructurales que ahora aquejan a la provincia?

Hubiera ayudado a diversificar el sistema productivo de la provincia, sobre todo a buscar complementariedades estratégicas entre Elche y Alicante. La gran baza de la provincia es sacarle partido a este potencial. Recuerdo que cuando planteamos el proyecto parecía algo imposible porque Elche y Alicante eran como dos sociedades distintas que se daban la espalda.

Ahora sus alcaldes ni se reúnen.

Bueno, está la Generalitat, que también tiene competencias en la ordenación del territorio. Me consta que el conseller García Antón, que es un lujo, quiere impulsar un proyecto territorial amplio. Es una etapa muy interesante para que ellos ejerzan un liderazgo. Y es más fácil hacerlo ahora que hace un año porque ha bajado el ritmo de crecimiento. Quiero decir que hay forma de articular la red metropolitana que no dependa de las dos ciudades, porque si los dos alcaldes no se ponen de acuerdo es muy complicado.

¿Habría que superar las barreras que separan los términos municipales y compartir servicios para crear grandes áreas metropolitanas?

Alicante tendría que dotarse de un gran área metropolitana coherente porque hay gente de Alicante que estudia en Elche, gente que trabaja en Elche y vive en Alicante... Que haya un único mercado de trabajo y opciones comunes tanto educativas como sanitarias, de transportes, residenciales...

¿Cree que se va a vencer esa reticencia a compartir?

No sé si psicológicamente, pero funcionalmente ya se ha vencido. El gran espacio industrial de futuro de la provincia es el parque industrial de Elche. El plan general recogió la idea de la ciudad lineal de la industria entre Elche y Torrellano y lo fue desarrollando. Esa pieza es la única de las seis que planteamos en el Triángulo que se ha venido desarrollando. Pero hay un enorme potencial en todo lo que es la conexión del aeropuerto con la ciudad de Alicante.

¿De verdad ve posible prolongar la Explanada hasta El Altet?

Si se puede llegar a la luna, ¿cómo no vamos a poder llevar la Explanada hasta el aeropuerto? La Explanada es un paseo que tiene viviendas a un lado y un paseo marítimo al otro. Si fuimos capaces de hacerlo en décadas precedentes, ¿no vamos a poder hacerlo ahora? El hecho de que lleguen los millones de personas que llegan a El Altet y entren a la ciudad de Alicante... eso hay que cuidarlo. ¡Si está planteado desde hace quince años! Lo llamamos paseo marítimo de Calabarda. No es normal que todo el frente de de-sarrollo del litoral tenga una autopista con desniveles topográficos, un ferrocarril, una playa que no es natural, unas pequeñas casas con actividades de prostitución y deterioro... ¡vamos, que ni en las ciudades africanas hay un tratamiento tan desarticulado de sus espacios! Es una pena que un proyecto tan evidente no esté hecho hace mucho tiempo. Y las salinas de Agua Amarga: no se pueden tener absolutamente abandonadas cuanto tienen un potencial paisajístico enorme. Proteger el medio ambiente no es no hacer nada sino invertir en mejorarlo. Y en torno a ese paisaje pueden surgir oportunidades formidables.

¿Y quién convence a los responsables políticos de qué es eso lo que hay que hacer?

Ahí está la clave. Hacen falta órganos específicos para el desarrollo de proyectos concretos. Nosotros trabajamos con unas agencias que tratan de unir el liderazgo político con el I+D territorial. Primero diseñamos el territorio con las administraciones públicas y cuando se acepta, se buscan los mecanismos económicos y se invita al sector privado. Estas agencias pueden ser un mecanismo muy ágil para que el paseo de Calabarda no sea el proyecto de la periferia de Alicante o el de la de Elche, sino un proyecto de carácter estratégico. Así se hizo en Bilbao y era mucho más complicado recuperar la ría que prolongar la Explanada.

¿Lo ve factible entonces en el caso de Alicante?

Totalmente. Además, lo vamos a hacer porque ya es el momento.

¿Qué margen queda en un territorio colapsado?

Yo no lo veo así. La densidad del litoral es de casi 1000 habitantes por kilómetro cuadrado. En el 16% de la superficie total vive el 70% de la población, se encuentra el 70% de la actividad industrial, casi todas las infraestructuras, casi todos los regadíos...

¿Eso no es estar colapsado?

Está bastante denso pero tiene una densidad cinco veces menor que la Costa Azul.

Tampoco es que sea para lanzar cohetes.

Es un territorio denso pero no quiere decir que los territorios densos no sean sostenibles. Manhattan tiene uno de los mejores registros de sostenibilidad en cuanto a consumo de agua, a uso del transporte público... luego la densidad no es sinónimo de que sea mejor o peor. Cuando se analiza nuestro territorio y se piensa que se han perdido muchas oportunidades y que es imposible arreglarlo, invito a que se repare en los espacios de antigua industrialización, cómo era el Bilbao de hace quince años donde los suelos estaban contaminados. Limpiar el agua de la ría costó cinco veces más que construir el Guggenhein. ¿Por qué no gastar dinero en recuperar nuestros espacios turísticos?

¿Cómo se hace eso?

Hay soluciones. Acabamos de hacer una investigación sobre un espacio mucho más complicado que la provincia de Alicante como es el Mar Menor: una franja con torres y torres con unos problemas de accesibilidad formidables, sobre todo en verano. Las viviendas se usan dos meses al año y es una agresión ecológica a un espacio muy frágil. Hemos planteado transformar el Mar Menor en un parque ecotecnológico. El Mar Menor es el punto de mayor radiación solar de Europa y el mayor problema en cuanto a la sostenibilidad es su fealdad, lo feos y caóticos que son los edificios. Contra eso hemos planteado las "esculturas del sol": forrar los edificios con unas pieles inteligentes que son paneles solares que captan energía. Una solución paradigmática que pone de manifiesto que el mecanismo tradicional de proteger cuando ya has destruido el territorio no lleva a ninguna parte sino que hay que ponerle imaginación y creatividad.

En Alicante, ¿qué forramos?

El territorio más complejo de la provincia es el eje Elche-Alicante. El tema de la costa metropolitana está sin resolver. Yo creo que uno de los primeros esfuerzos que habría que hacer es recuperar la idea del paseo marítimo de Calabarda porque allí hay un elemento formidable de invertir en paisaje, de recuperar el borde marítimo, de evitar que se hagan polígonos industriales en primera línea, como se están haciendo en el Puerto de Alicante. Cada vez se está concentrando más la actividad portuaria en menos puertos. Si tenemos una ciudad con calidad y un puerto marítimo formidable, vamos a utilizarlo para tareas que tengan que ver con las actividades urbana. Los polígonos, al interior.

En términos de sostenibilidad, ¿habría que apostar por el modelo vertical y compacto de Benidorm o por el extenso y horizontal de Torrevieja?

El modelo de sostenibilidad no se puede analizar a la escala de la ciudad sino a una regional. La Comunidad, el Mediterráneo, debería aportar por un modelo territorial coherente en diálogo con el interior y con Madrid. Y ver qué hacemos en la costa. El 80% de toda la población mundial vive en el litoral, luego no es extraño lo que está pasando aquí. Lo que ocurre es que se ha hecho con poca planificación territorial y excesiva rapidez, por lo que no ha habido tiempo para controlar y darle calidad a los proyectos. A veces, cuando se tiene mucho éxito económico y un ritmo de crecimiento especialmente rápido pagamos un precio cualitativo, que es lo que nos ha pasado.

En el caso de Alicante, ¿el turismo tiene que condicionar el de-sarrollo territorial?

El turismo es una fuente fundamental de riqueza pero no tiene por qué ser la única opción económica de cara al futuro. La gran apuesta de las ciudades que están compitiendo hoy en día no es por atraer turistas -aunque todas, incluso las que tienen una economía muy sólida, fomenten el turismo urbano- ni tan siquiera atraer industrias, ni inversiones, ni eventos ... la gran batalla va a ser atraer talento: formar a nuestra gente, retenerla, que encuentre trabajo aquí para que las personas más valiosas no se vayan a otros territorios y para que vengan de fuera. Utilizar lo que que tenemos: el clima, la calidad de vida... Si hemos creado campos de golf, utilicémoslos, si hemos creado marinas, hagamos lo mismo para crear un entorno mágico para vivir y trabajar. Que no sólo vengan los jubilados o los turistas de poco nivel adquisitivo, sino que vengan valiosos trabajadores que puedan contribuir a crear una economía diversificada. La gran batalla de la competición entre ciudades es la batalla por el talento y por impulsar la economía creativa.

¿Todo eso se puede aplicar en esta provincia?

Es uno de los puntos mágicos de Europa para hacerlo. Es un fenómeno similar al desplazamiento que se produjo del este al oeste de EE UU, donde surgió Silicon Valley, los territorios del vino... Allí se ha creado un modelo de desarrollo tecnológico de los más grandes del mundo. ¿Por qué el Mediterráneo no puede ser la California de Europa? Si es un lugar donde a mucha gente le gustaría vivir, ¿por qué no puede ser también un lugar para trabajar? La gente que tiene mucho talento, que tiene ideas, puede elegir donde trabajar en el mundo. La clave de la competitividad está en la calidad del sitio. Por eso hay que diseñar nuestro territorio. Y el sitio no es nuestra calle, sino nuestro hábitat y tenemos que ser capaces de cuidar la calidad de ese hábitat no sólo para mejorar nuestra calidad de vida sino para atraer y retener talentos.

¿No es un poco tarde?

Nunca es tarde, lo que es tarde es para no tener ideas. Hace quince años, en el proyecto del Triángulo, estuvimos proponiendo ideas, pero lo mataron.

¿Quiénes fueron los asesinos?

No lo sé, pero por primera vez en España, el Club de Inversores, es decir, la sociedad civil, se puso de acuerdo, aportó dinero y contrató a expertos para hacer una investigación sobre el territorio. No sé por qué extraña razón las administraciones públicas intentaron que ese proyecto no naciera. No lo entiendo. Porque una cosa es no proponer ideas y otra, matarlas. Es insólito. Da la impresión de que si las ideas no se le ocurren a la administración, no existen. Al contrario que en EE UU, donde la sociedad civil lleva la iniciativa.

¿No le frustra volver a estudiar un territorio donde sus ideas no fueron llevadas a la práctica?

Llevo muchos años trabajando por todo el mundo y hay proyectos a los que les ha ocurrido lo mismo y otros que han sido adoptados. Una de las ventajas competitivas de un territorio es su liderazgo, pero un liderazgo competente. A veces es el liderazgo político el que impulsa los proyectos, otras es el empresarial.

¿Y aquí dónde estamos?

Habría que buscar un liderazgo coherente, quizá a nivel político, que es lo más natural para que se orienten los destinos colectivos. Pero en un liderazgo coherente las cosas se alinean porque la magia de un liderazgo político no radica en la fuerza de los presupuestos públicos: tu no puedes transformar Alicante a golpe de talonario de las arcas públicas porque el presupuesto es reducido, la capacidad de inversión de un ayuntamiento como el de Alicante es mínima. Pero si se tienen proyectos, se puede convencer al sector privado, a la sociedad civil, a otros estamentos de la administración a que ayuden a realizarlos.

¿El desarrollo urbano lo marca el poder político o el económico?

Varía mucho de un territorio a otro. En Bilbao Ría 2000 fue compartido, ahí todos -administraciones y sector privado- se pusieron de acuerdo y se ha transformado milagrosamente una ciudad.

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