El tesoro radioactivo bajo la montaña

Alicante Vivo y el Colegio de Arquitectos urgen desbloquear la recuperación de los depósitos de La Británica, cuya cesión se mantiene bloqueada

Un experto asegura que los niveles altos de gas radón no sería un problema al instalar ventilación

Es un tesoro radioactivo que permanece oculto en las entrañas de Alicante. Excavado en la montaña, se encuentra abandonado desde hace 60 años y constituye un patrimonio único con un potencial cultural y turístico extraordinario. Es La Británica, los depósitos de la antigua refinería de Campsa labrados en el interior de la Serra Grossa, cuya recuperación permanece bloqueada. Alicante Vivo y el Colegio de Arquitectos de la Comunidad Valenciana urgen a poner en valor de una vez un espacio único en España y con pocos referentes en el mundo. Arqueología industrial que permitiría ofrecer un aliciente singular al sol y playa.

Hace dos meses La Británica regresó del olvido de la mano de Compromís, que preguntó en el pleno sobre la situación de la cesión por parte del Ministerio de Hacienda de esta infraestructura subterránea al Ayuntamiento, que permanece pendiente desde hace casi dos años por un trámite administrativo que pidió el Gobierno central al ejecutivo municipal. El Consistorio alega que ese trámite patrimonial no le corresponde a él sino al Ministerio de Hacienda, aunque en febrero reconoció que esto aún no se lo ha trasladado de forma formal al Ministerio esta circunstancia. Y además advertía de que no puede asumir la propiedad en su estado actual, en referencia a la «contaminación» que sufre. Hay radioactividad.

Pero en lo que respecta a este segundo aspecto, no parece que técnicamente pueda suponer un obstáculo. Esta contaminación se refiere a la presencia de radón, un gas radiactivo invisible y sin olor que se libera de forma natural de las rocas, la tierra y el agua. Y su solución sería fácil. El profesor del Departamento de Construcciones Arquitectónicas de la Universidad de Alicante, Carlos Rizo, fue quien en su tesis doctoral de 2017 acreditó que La Británica presenta niveles altos de este gas. Y asegura que no representaría un problema.

Rizo realizó un estudio sobre la concentración de este gas en diferentes puntos de Alicante como los refugios de la Guerra Civil, el Monte Benacantil (Castillo, polvorín y túnel del TRAM) y la Serra Grossa, con La Británica y el nuevo túnel de FGV, que entonces estaba inacabado y cerrado. Y detectó niveles altos de radón en los dos puntos de la Serra Grossa. En el túnel se superaron ampliamente los 300 Bq/m3, aunque se advertía que cuando se finalizara y entrara en funcionamiento, las medidas de renovación de aire mecánicas y la propia actividad por la circulación de trenes solucionaría el problema, presentando presumiblemente unas condiciones similares al túnel del Benacantil. Y el TRAM lleva ya años circulando por allí sin problema alguno.

Y en cuanto a La Británica, «se obtuvieron valores altos de gas radón, cuadruplicando en el menor de los casos los 300 Bq/m3 del nivel de referencia establecido. Por tanto, en caso de ser habilitado para la presencia de personas, se deberán tomar medidas de renovación del aire interior fundamentalmente mecánicas intentando no perjudicar el paisaje», según el estudio.

Descontaminación

El Ayuntamiento pone reparos a la cesión por esta contaminación, manifestando el alcalde Luis Barcala hace unas semanas que «el Ayuntamiento no puede proceder a la descontaminación de la zona porque es responsabilidad del propio Gobierno de España. Con los brazos abiertos recibiremos una Británica, pero necesitamos que esté en condiciones». Y Rizo ha destacado a INFORMACIÓN que el gas radón no sería un impedimento para poner en valor esta singular catedral industrial bajo la montaña. «No tendría ningún problema, ya que para rehabilitarlo para el uso de personas implicaría la renovación de aire del lugar», ha explicado el investigador de la UA, agregando que «el radón es un gas que puede producir cáncer en las personas en concentraciones altas. En este lugar con una ventilación leve podría ser insignificante».

Reconstrucción 3D de los depósitos que hay bajo la Serra Grossa. Los dos grandes que hay más alejados del mar no se llegaron a construir pero constaban en el proyecto en hace 80 años

Reconstrucción 3D de los depósitos que hay bajo la Serra Grossa. Los dos grandes que hay más alejados del mar no se llegaron a construir pero constaban en el proyecto en hace 80 años / INFORMACIÓN

El arquitecto Rubén Bodewig, del estudio de arquitectura Escalar que desarrolló el anteproyecto encargado por el Consistorio en 2021 para su puesta en valor, coincide con Rizo: «El tema del gas radón se solucionaría con una ventilación forzada por turbinas en todo el recinto, metiendo aire y dejando que salga por las aberturas».

Desvirtuar su pasado

Así, desde la asociación cultural Alicante Vivo urgen desbloquear su puesta en valor y que no se desvirtúe La Británica, para que refleje lo que fue y se explique al visitante su funcionamiento, al margen de las actividades que se puedan realizar, recordando siempre que «su grandeza reside en el vacío de sus bóvedas», que no se deberían llenar de «cosas» que impidan disfrutarlas en todo su esplendor.

Y desde el Colegio de Arquitectos de la Comunidad, su vocal de Cultura Miguel Martínez Perallón ha destacado que la recuperación de los depósitos supondría un «revulsivo para reforzar el sesgo diferenciador» de Alicante, dada la singularidad de este enclave, con un gran impacto a nivel turístico y cultural. Pero apunta que cualquier actuación en La Británica tiene que incluir una intervención en el barrio de La Sangueta, cuyo futuro está aún por definir, y al que tiene que estar vinculado el proyecto de la antigua refinería. Y ha agregado también la necesidad de dar una conexión peatonal entre el Monte Benacantil y la Serra Grossa, uniendo estos dos hitos paisajísticos.

Origen

Escondidas bajo la montaña durante décadas, estas grutas tienen su origen en la refinería La Británica que se instaló en 1875 de las faldas de la Serra Grossa, en la Cantera. Llegó a contar con un puerto (en el Tiro de Pichón) y se dedicaba al almacenamiento, distribución y manipulación de derivados del petróleo. En 1929 las instalaciones fueron expropiadas en favor de Campsa, y no fue hasta el inicio de la Guerra Civil cuando se presentó (1937) el primer anteproyecto para la excavación de sus depósitos bajo la montaña. Una contienda que puso de relieve que el crudo era un elemento prioritario. Así, cuando terminó la guerra en 1939 se empezaron a excavar los primeros depósitos, obras que se desarrollaron en los años 40 y 50.

Hasta 24 estancias se horadaron en la roca, siendo abandonadas en 1966 para trasladarse los depósitos al Puerto de Alicante. Allí estuvieron hasta que en 1979 se trasladaron a las afueras de la ciudad, siendo ahora tema de polémica con el proyecto de los macrodepósitos de combustible que quieren «volver» al Puerto.

La casi totalidad de estructuras de la refinería en superficie de La Británica han desaparecido, pero su interior está intacto, precisamente por estar bajo tierra. Hasta principios de la década del 2000 sus accesos permanecieron fuera de la vista, ocultos detrás de los depósitos que había fuera, pero con las obras del TRAM y su derribo, el «secreto» que solo unos pocos conocía quedó al descubierto, y esto ha acelerado el expolio del interior una joya única.

Un anteproyecto sobre 10.700 m² con tres fases

La concejalía de Urbanismo finalizó en 2022, entonces bajo responsabiildad de Cs, el anteproyecto para la musealización de La Británica. Este documento técnico se consideraba clave para lograr que el Ministerio de Hacienda cediera el uso del complejo industrial que se aprobó en 2017, bajo gobierno del tripartito de izquierdas. El objetivo del ejecutivo formado por PP y Ciudadanos con este anteproyecto era poner en valor el antiguo complejo industrial, para dar a conocer su historia tanto a los alicantinos como a los turistas. Y se guarda por ahora en un cajón.

El proyecto, que abarca 10.700 m2, se divide en tres fases: recintos exteriores e interiores y la integración paisajística y urbana, con un periodo de ejecución que rondaría los dos o tres años. Y el coste estimado para el conjunto del proyecto superaría los 14 millones, que el Ayuntamiento pretendía cofinanciar con fondos europeos. Desde entonces, no ha habido novedades al respecto y su cesión se mantiene bloqueada.

Ese anteproyecto encargado a dos arquitectos externos recoge las intervenciones necesarias para permitir la visita y el uso de estos espacios en condiciones de seguridad y salubridad, así como para recuperar el patrimonio arquitectónico e industrial, consolidando estructuras y facilitando su continuidad en el tiempo mediante su actualización

Entre los espacios que se pretendían habilitar destacaba el auditorio exterior, que se querían adecuar como zona polivalente, permitiendo crear un marco singular donde generar contenido exclusivo que dote a la ciudad de un espacio único para actuaciones, presentaciones o eventos cuyas características respeten el lugar donde se implanta y sus restricciones de uso, accesos y aforos. Las bóvedas, por su parte, se buscaba que permitieran comprender la magnitud del espacio con un control lumínico y unos recorridos que facilitasen el tránsito por el espacio pudiendo disfrutar de la escala, la roca, el sonido y las atmósferas que se generan en el interior de La Británica. La sala polivalente, por su lado, se planteaba como espacio singular, para albergar pequeños eventos donde el protagonista fuera el espacio de la roca, su temperatura y su oscuridad.

El pabellón de acceso englobaría el corte de la roca de la montaña como un patio interior monumental. Y también se proyectaban miradores y una cafetería, entre otras dependencias. A la iluminación se le quería dar un peso fundamental para ensalzar un referente singular y único en el mundo, al disponer de un conjunto de galerías y bóvedas excavadas en la roca en un enclave privilegiado, al estar situado frente al mar.