Un informe del grupo de investigación de Simulación, Modelización y Ensayo de Estructuras de la Universidad de Alicante revela que los edificios construidos en la primera línea del mar de la costa de la provincia de Alicante en las décadas de los 60 y 70 del siglo XX se han convertido en inmuebles muy vulnerables en caso de que se produzca un terremoto a partir de 6 grados en la escala de Ritcher.

La causa es el deterioro de sus estructuras de hormigón, algunas levantadas con malos materiales (los de la época), muy sometidas a la erosión del viento y el salitre marino, y que se edificaron sin que estuvieran en vigor normas contra los movimientos sísmicos. «Los edificios no se van a caer pero necesitan una revisión técnica», alerta Salvador Ivorra, catedrático que ha dirigido la investigación.

Más de la mitad (60%) de los edificios de zonas de la costa de Alicante, San Juan, El Campello, Elche, Santa Pola y resto de los municipios de la primera línea de costa de la provincia están en riesgo. «Aunque se suelan detectar problemas en balcones y voladizos, los pilares de las plantas bajas suelen ser los elementos más críticos», subrayó ayer Ivorra.

El catedrático explicó ayer que en la provincia de Alicante pueden producirse terremotos de magnitudes de 6 ó 7 en escala de Richter. «En cuanto a los edificios más vulnerables, los que hemos estudiado sufrirían daños importantes con magnitudes superiores a seis debido a dos motivos: Los materiales con los que se construyeron se han ido dañando por el efecto de la corrosión debido al contenido en sales de la brisa marina, los materiales no tenían, entonces, las calidades actuales; y los cálculos se hicieron sin considerar durabilidad de la construcción ni acciones sísmicas», aseveró Ivorra.

El equipo de investigación de la Universidad de Alicante Grupo de Simulación, Modelización y Ensayo de Estructuras (GRESMES), que lidera por el catedrático Salvador Ivorra Chorro, ha publicado su estudio en la revista científica Engineering Failure Analysis. El estudio científico se ha centrado, en concreto, en el análisis de algunas torres de hormigón armado ubicadas en la costa alicantina pero, como confiesa Ivorra Chorro, «es algo generalizado entre los edificios de la costa mediterránea; y, en concreto, en Alicante». Son edificios de 15 plantas o más, construidos en los años sesenta y setenta del siglo XX. En este periodo la normativa de sismo se conocía pero no se aplicaba.

Erosión marina y viento

Los edificios construidos se edificaron sin tener en cuenta los terremotos ni la acción del viento, que deteriora en mayor medida al hormigón y al acero de estos debido a su contenido en sal dado que están muy próximos al mar. El experto destaca la calidad reducida de los materiales con los que se construyeron. Según las medidas vigentes en la actualidad, estos inmuebles no resistirían el efecto de un terremoto. El equipo de trabajo, compuesto por ingenieros y arquitectos del Departamento de Ingeniería Civil de la UA, ha hecho uso para el estudio de los planos de que dispone el Ayuntamiento de Alicante y ha comprobado que estos planos coincidieran con los edificios. Después, ha construido un modelo de cálculo y ha visto los deterioros que se producirían con el comportamiento a sismo del edificio original y del edificio a fecha de hoy. En ninguno de los dos casos los edificios resisten un terremoto de magnitud 6-7.

Los edificios de hormigón armado están diseñados para tener una vida útil de 50 años con la normativa actual. «A partir de los cincuenta años de vida empezarán a tener problemas», indica el catedrático, que, no obstante, aclara, que no se van a caer de manera inmediata. Una gran parte de los edificios de la costa alicantina se construyeron en los años 60 y 70 con «buenos» materiales de la época, pero con escasos requisitos de durabilidad y menos aún consideraciones sismorresitentes, recordó ayer Salvador Ivorra desde Roma, donde participaba en un congreso. El estudio pone de manifiesto la importante vulnerabilidad actual de todos estos edificios.

En los inmuebles próximos al mar se suele observar un importante grado de deterioro como consecuencia de la corrosión de las armaduras que existen en el interior del hormigón. Dependiendo de la proximidad al mar y su exposición estos niveles pueden ser mayores o menores, llevando incluso a reducir considerablemente sus condiciones de seguridad estructural.

Son habituales las reparaciones de cornisas, balcones, barandillas... elementos en los que a primera vista el efecto de la corrosión se hace evidente y se realizan intervenciones de urgencia para evitar desprendimientos. Los daños en estos elementos externos llevan a numerosas comunidades de propietarios a intervenir en la reparación de este tipo de construcciones, ya no solo a nivel estético, sino a nivel estructural, no realizándose de la forma más adecuada.