Preservativos, toallitas, sábanas de látex y alimentos. La furgoneta de Cruz Roja se llena de material una noche más en la ciudad de Alicante, donde desde hace siete años rueda muy de cerca entre las mujeres que ejercen la prostitución en la calle. En 2017, la ONG atendía a 105 prostitutas en la vía pública. Ahora, un año después, son 47 las que se encuentran en los mismos espacios. Un decrecimiento de más del 50% que lejos de significar un abandono, refleja un desplazamiento. La calle se deja atrás para trabajar en pisos.

Cae la noche y como cualquier otro viernes del año, la técnico encargada del programa de atención a mujeres en contexto de prostitución de Cruz Roja, Lorena Marín, junto a una de las voluntarias del proyecto, preparan todo para hacer una salida. Llevan material de protección y algunos alimentos que, hasta ahora, repartían entre más de un centenar de mujeres. Pero, en los últimos seis meses, han dejado de ver a 58 de ellas. Lo que comenzó como un proyecto cuyo único objetivo era la prevención del VIH, acabó siendo una forma idónea de acercamiento al colectivo. De una información sobre el contagio y los recursos disponibles, se pasó pronto a una relación de tú a tú.

Lorena Marín aparca la furgoneta, abandona el asiento y enseguida se acerca un grupo de ellas saludándole con besos, preguntándole por su semana y con una notable alegría de verle un viernes más. Y lo mismo al contrario. De esta forma es como se migró pronto de una «simple» prevención a una actuación integral. «A raíz de este contacto, las chicas comenzaron a contarnos muchas cosas y nos dimos cuenta de que podíamos trabajar otras necesidades», explica Marín.

Pero esta atención integral, que trata de hacerles beneficiarias de distintas ayudas y vincularles a otros programas de la organización relacionados con la formación o el empleo, entre otros, se puede hacer ahora con menos de ellas. En concreto, con 58 menos: la cifra de las que han dejado de aparecer durante las salidas en los últimos meses.

Entre 2011, cuando se inició el proyecto en Alicante, y 2016, el número de mujeres fue en aumento. La organización pasó de tener un vínculo con 60 durante el primer año hasta conseguir establecerlo con 121. En el 2017, la tendencia de bajada ya comenzaba a asomar hasta situarse en las 105. Cifra, como se ha mencionado con anterioridad, notablemente reducida hasta el momento actual, en el que son 47 las personas a las que se asiste de día y de madrugada.

Lejos de abandonar la prostitución, el descenso del número de trabajadoras que se encuentran en la vía pública ha disminuido por el cambio de lugar para ejercer. «El acceso al sexo sin necesidad de vínculo está siendo cada vez más fácil. El hecho de que puedas contactar con una mujer por Internet, que te envíe una foto, saber que te gusta e ir a una cama bajo techo, es lo que están prefiriendo los consumidores. Les resulta más llamativo que tener una relación dentro del coche aparcado en la calle», cuenta la técnica que lleva el programa.

Más rentable

En estos espacios cerrados, el motor de la prostitución es el mismo que en la calle, todas las trabajadoras del sexo ejercen por necesidad. Del mismo modo, algunos de los que tienen el poder, es decir, de quienes ponen el dinero para pagar el alquiler, tienen las mismas caras. «Los pisos los llevan proxenetas, entre los que se encuentran personas que han estado metidas en la prostitución, que ahora se han dado cuenta de que les sale más rentable alquilar un apartamento para prostituir a varias mujeres», apunta la técnica del proyecto.

Por otra parte, ellas han notado el descenso en el número de hombres que consumen sexo en la vía pública. «Se han percatado de que a la calle van menos consumidores de prostitución. Y cuando deben trasladarse, muchas prefieren hacerlo a un piso que a un club», cuenta Marín. Esta preferencia, explica la técnica, guarda relación con comportamientos a los que se ven obligadas a seguir en algunos de estos círculos. La forma de atraer a los clientes a estos espacios «herméticos», en los que la asistencia de las entidades que ofrecen apoyo al colectivo se convierte en una tarea complicadísima, no deja de ser el clásico recurso publicitario, al que ahora se le suman las aplicaciones de móvil.

Desde un proyecto de Cruz Roja que trabaja con hombres que tienen sexo con hombres, en el que se establece un contacto a través de una conocida app de citas con las personas a las que se busca informar sobre las infecciones de transmisión sexual, la entidad ha logrado adentrarse en uno de los pisos en el que también hay mujeres. «Les comentamos el servicio de la organización a través del chat y nos invitaron a que fuéramos a darles preservativos», cuenta Marín.

El ambiente que respira este piso, en el que al menos cinco mujeres ejercen la prostitución, es el de poca higiene y drogadicción. Unas condiciones que pueden estar viviendo parte de las 58 mujeres que han abandonado la calle en los últimos meses, con el grandísimo contra añadido de ser un espacio de difícil acceso a las entidades que apoyan al colectivo.