La cita, al fin, era el 19 de abril. Mucho había costado llegar hasta ahí y por nada del mundo ninguna de las partes se quería arriesgar a que todo se fuera al traste por un pequeño desliz. Así que se cuidaron hasta los más mínimos detalles.

Después de más de año y medio de unas negociaciones extraordinariamente complicadas y de dos aplazamientos motivados por la búsqueda de financiación, los cuatro hijos del expresidente de la CAM Vicente Sala y de María del Carmen Martínez estaban citados parafirmar su separación empresarial y patrimonial. La familiar ya venía de atrás pero no salió a la luz hasta la muerte de su madre, asesinada de dos disparos en la cabeza el 9 de diciembre de 2016 en un negocio de automoción gestionado por su yerno Miguel López, único sospechoso del crimen.

Eligieron para la rúbrica Madrid. Una notaría situada en el número 30 de la calle Serrano lo bastante alejada de Alicante como para burlar la presencia de curiosos y medios de comunicación y lo suficientemente grande como para garantizar que los dos bandos no iban a verse las caras.

Así, Vicente Sala y sus asesores ocuparon la primera planta de este inmueble, en el que tienen despacho cuatro notarios, y sus hermanas Mar, Antonia y Fuensanta se instalaron en la tercera. «Hasta para ir al baño nos coordinábamos entre las dos partes para que no hubiera coincidencias incómodas», asegura uno de los presentes como ejemplo gráfico, aunque quizá no real, de las precauciones que se tomaron.

Medidas preventivas que obligaron al primogénito y a quienes le acompañaban (entre ellos su mujer y su tía Toñi, hermana de María del Carmen) a cancelar la reserva en un conocido restaurante del barrio de Salamanca tras conocer que sus hermanas y su séquito también lo habían elegido para comer.

Porque en el trance legal ninguno de los cuatro hermanos adoleció de respaldo. Al menos treinta personas acompañaban a Vicente en la sala donde tuvo que estampar su rúbrica hasta en un centenar de documentos. Y sobre no menos de cuarenta escrituras lo hicieron las tres mujeres, que contaban con unos dieciséis consejeros.

En el caso del primogénito, a los abogados de Garrigues que han llevado las negociaciones se sumaban los representantes de los bancos (entre tres y cuatro) a los que ha tenido que recurrir para pagar a sus hermanas los 36 millones en metálico pactados por sus acciones de Samar: la empresa del plástico cuyo control mantenía en pie de guerra a la familia incluso desde antes del asesinato de María del Carmen y que ahora ya es del hijo mayor del expresidente de la CAM, quien quería que fuera él el que estuviera al frente.

El resto del precio acordado, hasta los 48 millones, lo ha abonado con su parte de las propiedades inmobiliarias que en otra sociedad, Compañía Española de Resinas, tenía la familia. Todo se oficializó en ese acto.

Pese a haberse alcanzado el pasado diciembre el acuerdo marco que ha sido la base del ahora firmado, de confianza los Sala no iban sobrados. De hecho, hasta que las tres mujeres no tuvieron constancia documental de que las transferencias (tres de doce millones cada una) ordenadas por su hermano habían llegado a sus respectivas cuentas (alguna de fuera del país) no se firmó la operación de cierre.

Malestar por unos pocos euros

La recta final de este proceso, en el que los abogados de ambas partes (los valencianos Varona en el caso de las hermanas) estuvieron trabajando hasta las dos de la madrugada del día anterior, concluyó 14 horas después. Y eso que a al final del trayecto el malestar surgió por una cantidad ridícula que de las participaciones que tenían los hijos de las Sala detectó una de ellas que faltaban. Unos pocos euros que Vicente puso en metálico sobre la mesa a modo de adiós a sus tres hermanas.