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«La emoción tras ver una buena película te pueden hacer mejorar como médico»

Su profesión es la pediatría y su pasión el cine. Conjugando estos dos elementos nació en 2010 el libro «Cine y Pediatría

«La emoción tras ver una buena película te pueden hacer mejorar como médico»

¿De dónde viene esta afición por el cine y la Pediatría?

Es un hobby que tengo desde haces décadas. En enero de 2010 se formalizó dentro del blog «Pediatría basada en pruebas». Junto con el compañero que lo trabajo pensamos que para que no fuera tan científico, los sábados podíamos hacer una sección con películas. Empecé a hacerla con los apuntes que había ido tomando sobre películas de Pediatría y adolescencia. Eran pequeñas entradas para buscar el valor humano y humanista del cine que reflejaran la infancia y adolescencia. El poder de las redes sociales hizo que fuera creciendo el número de lectores y de interacciones. A la Asociación Española de Pediatría se le ocurrió coleccionar las 53 entradas de un año en un tomo. Fue tal el éxito que de ahí han ido viniendo los siguientes.

¿Prescribe películas en su consulta?

Sí, el proyecto es que, igual que prescribimos radiografías de tórax, prescribamos películas. Por ejemplo, lo hago a los estudiantes. Cuando doy clase en quinto de carrera y abordamos las leucemias y linfomas, a lo mejor el estudiante ya ha recibido información del tema en cinco asignaturas. Por eso les prescribo cinco películas para que entiendan qué es el cáncer en la infancia y adolescencia, para que vean por qué se investiga, por qué se trata no sólo al niño sino a la familia... También prescribo películas a residentes. La idea es prescribir películas para entender la relación médico-paciente, cómo se viven las enfermedades crónicas y raras, cómo uno tiene que vincular la humanización en este ámbito. El tema de la humanización es importante. Nadie recordará a su médico por sus tesis doctorales, lo van a recordar por su amabilidad, su afabilidad, porque te mire a los ojos o sea amable con tus hijos.

¿Qué aporta al pediatra o al padre una buena película?

El cine es arte, pero el cine de películas para prescribir es también ciencia y conciencia. La prescripción de una película tiene tres partes. La prefiguración, lo que sé antes acerca de esa enfermedad; la configuración, que es lo que yo añado al ver esta película y la refiguración, que es lo que añado tras verla y reflexionar. Por ejemplo, en el caso del asperger, a los estudiantes les digo que en lugar de estudiarlo en un texto, vean una película australiana llamada «Mary and Max»y luego hacemos la refiguración para hablar de lo que han sentido, qué han aprendido? esas emociones y reflexiones son lo que te hacen mejorar como médico.

¿Una misma película puede servir para pacientes y médicos?

Igual que no recetas un mismo antibiótico a todos los pacientes, no puedes prescribir la misma película para todos. Por ejemplo, para entender un cáncer hay una que se llama «Declaración de guerra». Se la puedes prescribir a un residente o a un estudiante para que entiendan toda la crisis emocional que supone el duelo o el proceso de diagnóstico, pero no se la puedes indicar a un paciente o a unos padres. Prescribir es un acto serio y reflexivo y debes saber a quién y en qué momento.

¿Cuántas películas ha trabajado desde que nació el proyecto «Cine y Pediatría»?

En «Cine y Pediatría» hay dos filmografías predominantes, Estados Unidos y España; tres filmografías europeas destacadas, Francia, Italia y Reino Unido y tres filmografías peculiares, Argentina, Colombia e Irán. Pero hay películas prácticamente de todas las nacionalidades y que consigo, en muchos casos, gracias al apoyo de tantos contactos que permiten las redes sociales por el mundo. Y en estos seis años de existencia son más de 500 películas las ya comentadas.

¿Alguna película para entender a los adolescentes?

Son innumerables las películas que existen sobre este género. Por ejemplo, una de Gracia Querejeta que se llama «15 años y un día». También hay una directora francesa, Celine Sciama, que tiene una trilogía sobre los problemas de identidad sexual y de pertenencia al grupo de los adolescentes. Las películas son «Lirios de agua», «Tomboy» y «Girlhood».

¿Como pediatra, le han chrirriado los oídos con alguna película?

No, porque no hay una gran profundización en el tema médico. «Cine y Pediatría» no habla de niños enfermos, sino que se abordan temas como el embarazo en adolescentes, la adopción, los malos tratos, la drogadicción, el trabajo en la infancia. No son temas médicos sino sociales. Lo que pretendes con la prescripción no es aprender de medicina, sino que es una oportunidad para la humanización y la práctica clínica. Lo que salvó a la medicina en el siglo XX ha sido la tecnología, pero lo que la va a salvar en el siglo XXI es la humanización.

Con tan poca conciliación al servicio de los padres, ¿la paternidad se ha convertido en una película de terror?

La verdad es que los padres de hoy no lo tienen fácil. Hoy en día las madres trabajan y tienen que ser heroínas. Por mucho que dividamos el trabajo en los hogares, la maternidad tira mucho y al final a las mujeres les queda la sensación de que no hacen bien la parte laboral ni la de madres. Hay una película preciosa que se llama «El último grito», que habla de cómo se concibe la maternidad en todos los continentes. Eso te hace reflexionar sobre que quizás no hay que tener las ideas tan claras. El que tiene las ideas muy claras, las tiene demasiado cerradas probablemente.

¿Cuál es la película que más le ha impactado y mejor trata la enfermedad?

Son muchas. Algunos ejemplos para prescribir son los siguientes. Sobre enfermedades raras metabólicas, «El aceite de la vida» (George Miller, 1982); sobre enfermedades raras genéticas, «Cromosoma 5» (María Ripoll, 2013); sobre autismo, «María y yo» (Félix Fernández de Castro, 2010); sobre malos tratos, «El Bola» (Achero Mañas, 2000); sobre bullying, «Cobardes (José Corbacho y Juan Cruz, 2008); sobre pederastia, «No tengas miedo» (Montxo Armendáriz, 2011); sobre síndrome de Down, «El octavo día» (Jaco Van Dormael, 1996) y sobre adopción infantil, «La pequeña Lola» (Bertrand Tavernier, 2004).

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