Quieren vivir su vejez de otra manera, lejos de la soledad del hogar o al margen de un geriátrico. Y aunque en países como Dinamarca está a la orden del día, el «cohousing» acaba de aterrizar en Alicante. Un fenómeno por el que grupos de personas con intereses y formas de pensar similares se unen para vivir en comunidad y de manera colaborativa.

En la provincia de Alicante ya son cuatro los grupos que se están formando, en estos momentos con reuniones para conocerse y establecer el marco de convivencia antes de comenzar a buscar terrenos. Uno de estos grupos está formado por personas de todas las edades, otro sólo por mayores. Otro de los grupos es además ecológico y el cuarto está enfocado a vivir de alquiler. La iniciativa ha llegado de la mano de la asociación Seniors Vida Sostenible y de su responsable Prudencio López, un profundo conocedor del sector tras haber trabajado media vida en márketing inmobiliario. «La idea es que las comunidades se levanten en suelo urbano y que alberguen entre 20 y 30 viviendas en forma de herradura adosadas y de una planta. En el centro irían los servicios comunes, donde puede haber comedor, lavandería y espacios de ocio o para trabajar», explica López.

Un modelo que se aleja de las residencias geriátricas que conocemos hoy en día «y de los problemas que en muchas ocasiones se generan en las comunidades de vecinos debido a que la gente que convive no se conoce previamente». López propone que el coste aproximado de las viviendas, en función de donde se prefiera elegir el suelo, «estará en unos 100.000 euros, ya que cuesta sólo lo que cuesta hacerse». Aunque las viviendas pueden ser en régimen de alquiler, cooperativa o compra, el modelo aconsejado por la asociación es el de cesión de uso, «por el que la propiedad de la casa es de la cooperativa y las personas tienen garantizado el usufructo para ellos y sus hijos». La asociación se encarga de todos los trámites del proyecto. «Es más económico porque no existen intermediarios y la banca ética financia entre el 60% y el 70% del proyecto». Además, se produce otro tipo de ahorro, por ejemplo en las compras. «No es lo mismo comprar una estufa que 25 para todas las casas y esa regla se aplica para todo tipo de productos del día a día». El ahorro en la cesta de la compra puede llegar a ser del 10%, calcula López.

El proyecto ya ha conquistado a personas como M. J. C., maestra jubilada, que pertenece al grupo intergeneracional y para quien la calidad de vida es el elemento más importante del «cohousing».

«Te haces mayor y ves que las alternativas que hay hoy en día son quedarte solo en tu casa o irte a una residencia. Tampoco pretendemos que los hijos nos cuiden. Lo que de verdad te apetece es compartir tu vida con personas afines, volver al concepto de clan, de aldea».

También están interesados en dar el salto a esta forma de vida Víctor Martínez y su mujer. Rozando los 60 años, este matrimonio desea sobre todo «cambiar el actual modelo, caduco y obsoleto de, a determinada edad, tener que ir a casa de tus hijos o a una residencia». Martínez confía en que de aquí a unos tres años él y su mujer puedan estar viviendo en comunidad.

Los proyectos que promueve la asociación Seniors Vida Sostenible están fundamentados además en la llamada arquitectura saludable, «basada en permitir que el organismo esté en plenitud, algo muy importante para las personas mayores, a quienes por su edad no se les puede restar energía», explica Rafael Hernández, del estudio DINA5, equipo técnico y de diseño de Seniors Vida Sostenible.

En este sentido, las casas se construirán teniendo en cuenta el grado de radiación que les rodea, si hay antenas de telefonía o tendidos eléctricos. También, se observará, «si hay emanaciones de gas radón en el subsuelo». La construcción se hará, señala Hernández, «minimizando el uso de hierro» y se evitarán ciertos acabados, como las pinturas plásticas, que son insalubres porque generan mucha humedad». Así, añade el arquitecto, «emplearemos revestimientos más naturales, como las arcillas y los suelos serán naturales, como parquets, piedra o cerámica».

Estos pioneros del «cohousing» en Alicante, cuya edad ronda los 60 años, nacieron en los años 50 del pasado siglo, pasada la posguerra y en los albores de los años 60. Su juventud, por tanto, transcurrió entre minifaldas y oyendo a los Beatles. «La generación de personas que está empezando a jubilarse ahora nada tiene que ver con la anterior, nacida en la Guerra Civil y a los que asociamos con Machín o Antonio Molina. Es una generación con unos gustos y necesidades muy diferentes a la anterior, que en muchos casos ya han tenido a familiares en residencias y rechazan ese modelo, pero tampoco quieren ser una carga para sus hijos», explica Manuel Nevado, vocal de Ciencias Sociales y del Comportamiento de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. En este sentido, Nevado cree que fórmulas como la del «cohousing» han venido para quedarse. «En España hay 6 ó 7 comunidades de este tipo, mientras que en Dinamarca funcionan 150. Aún estamos a años luz, entre otras cosas porque aún sigue pesando mucho ese paternalismo y sentimiento de culpa cuando nuestros padres se hacen mayores». Respecto a las residencias geriátricas, Nevado cree que también es hora de darles la vuelta. «La nueva generación de mayores, es deportista, ha viajado mucho y ya ha tenido contacto con internet y otras tecnologías. Eso debe tener un reflejo en las residencias, que por ejemplo podrían incorporar instalaciones deportivas».

Pero además de las fórmulas residenciales, para muchos expertos es hora de darle la vuelta a los recursos, servicios y prestaciones que se ofrecen desde las administraciones. El gerontólogo y experto en gestión sanitaria, José Antonio Rabadán, pone como ejemplo la ciudad de Alicante, «donde tenemos una concejalía de juventud, como en casi todos los ayuntamientos, cuando la población mayor de 65 años dobla a la comprendida entre los 15 y 25 años. No tiene mucho sentido este reparto de recursos».

Por otra parte, añade, los recursos tradicionales que han servido para atender a la población adulta en su necesidad de ocio y sentimiento de utilidad «están dejando de ser atractivos para los nuevos perfiles que se jubilan y se preguntan cómo ocupar su tiempo libre». Rabadán pone más ejemplos, «mientras que la universidad para adultos sigue ganando alumnos año tras año, otros programas quedan desfasados pero siguen manteniéndose en cartera por pura inercia». El colectivo de personas mayores, añade Rabadán, «ha dejado de ser un colectivo al que se pueda satisfacer con una oferta única y estereotipada: viajes del Imserso, talleres de manualidades o gimnasia dirigida».