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Contracrónica

La resaca del «belmontazo»

La jugada de Belmonte dejó ver ayer en el Salón Azul la borrachera de rencor y desconfianza que sudará el pleno de Alicante hasta el fin del mandato

Pavón, ayer, llegando al pleno y Elsa Martínez sentada en la primera fila del público. josé navarro

Cuatro horas de pleno bastaron para dilucidar que el «belmontazo» marcará el resto de sesiones plenarias en el Ayuntamiento de Alicante hasta el fin del mandato en detrimento de las actuaciones por la ciudad. El llamado «belmontazo» para aludir al voto en blanco con el que la concejala tránsfuga, Nerea Belmonte, concedió el gobierno de la ciudad el jueves de la semana pasada al portavoz del PP, Luis Barcala, estuvo ayer tan vivo como las sospechas -en forma de chascarrillo- de que semejante presente haya sido en realidad un acuerdo por el que el PP tendrá que pagar a la edil no adscrita tarde o temprano. Desconfianza, rencor, acusaciones, sueldos y olor a podrido -al menos, el que quisieron evocar los vecinos de Foncalent, que llegaron con mascarillas, en su intento de paralizar la planta de Abornasa en esta pedanía- fueron los elementos que conformaron el ambiente de una sesión plenaria en la que destacó también algún momento de sensatez y alguna presencia llamativa.

Sensatez como la que mostró la portavoz del grupo municipal socialista, Eva Montesinos, en su primera intervención. Nada más asumir su turno ya pedía a los concejales, sin aludir directamente a nadie: «por favor, dejen de avergonzarnos». Estas palabras las lanzó justo después del tenso rifirrafe que protagonizaron el portavoz de Guanyar, Miguel Ángel Pavón, y Belmonte por la decisión de la segunda de facilitar que el PP volviera al gobierno y después de justificar que su trabajo como concejala merece un sueldo y añadir, así como de pasada, que había recibido una oferta del bloque de izquierdas de 3.500 euros e ir en las listas. Fuera de su sillón añadía que también se le ofreció ocupar un puesto en València, todo ello ratificado por su amiga Elsa Martínez, exdirectora de Ciudad de la Luz en la etapa del PP y presencia llamativa del pleno de ayer, que siguió desde la primera fila. Tuvo un cruce de acusaciones con una asesora de Pavón que le gritó «vendida» a Belmonte tras su primera intervención. A la petición de Montesinos pidiendo acabar con las vergüenzas del pleno se sumó el nuevo alcalde: «Suscribo sus palabras», le contestó.

La resaca de la sesión de investidura de Luis Barcala no tenía parangón. Tanto Pavón, que hizo varias veces alusión al «indigno y vergonzoso pleno» del jueves de la semana pasada, como el portavoz de Compromís, Natxo Bellido, así como alguna intevención en las filas socialistas, no dejaron pasar por alto que el PP se ha encontrado con el puesto de mando debido a una «traición a la voluntad popular».

Sin embargo Montesinos, la principal damnificada en este juego de la política del «qué es de lo mío», evitó adentrarse en ese argumento. Vestida de rojo pasión -o de color sangre, según se mire- se limitó a decir una semana después de haber estado al filo de la Alcaldía que su grupo no lo habrá hecho tan mal, en referencia a la intención que mostró Barcala de no paralizar los proyectos que ya están en marcha. Mordiéndose la boca tras la semana que lleva y arañando talante institucional, fue la primera voz de la oposición en felicitar al nuevo alcalde -ya habían intervenido todos los portavoces y varios concejales- y en «tender la mano» de su grupo al nuevo equipo de gobierno «porque no hacemos ningún bien poniéndonos todos en evidencia», algo con lo que Barcala volvió a mostrarse de acuerdo en un tono extremadamente respetuoso que no abandonó en ningún momento. Aunque se le podría reprochar el tiempo que pasó mirando el móvil durante prácticamente toda la intervención en el pleno de los vecinos de Fontcalent y alguna anecdótica metida de pata de alcalde primerizo en la cesión de turnos.

Ni en sus mejores sueños imaginaba Barcala que iba a verse ayer dirigiendo su ciudad -es, junto a José Luis Lassaletta, el primer alcalde nacido en Alicante-, con el busto del rey emérito Juan Carlos a su derecha y las cuatro banderas reinantes en el Salón Azul (la de Alicante, la española, la Senyera y la europea) a su izquierda. Ya se encargó Pavón de reprocharle que ha sido el alcalde con menos votos de la democracia alicantina en una intervención en la que comparó el pleno de investidura de Barcala con el de abril de 2005 en el que el PSOE respaldó la aprobación provisional del Plan Rabasa, una actuación que justificó en su día como concejal socialista Ángel Franco, tan de moda. Sacar a relucir aquél pleno ayer para explicar, en palabras de Pavón, cómo se perjudica la voluntad de la ciudadanía, dio para pensar en la influencia de Franco en la política municipal.

Los reproches por el pleno del jueves también llegaron desde Compromís. Bellido opinó que la ciudad tiene ahora un gobierno de seis concejales y medio porque el concejal del PP Carlos Castillo ocupa muchos puestos. Al más puro estilo de su portavoz en la Diputación, Gerard Fullana, Bellido enumeró uno a uno todos los cargos de Castillo para argumentar que «está a medio gas» para trabajar por la ciudad. Por alusiones, Castillo sacó a relucir su verborrea y apuntó con la pistola de la financiación supuestamente irregular del Bloc, lo que provocó las carcajadas de su grupo y la coletilla «vaya morro» de la edil Maria José Espuch, quien tenía un cartel delante con el hastag «#Yosítecreo. Si tocan a una nos tocan a todas», como apoyo simbólico a la víctima de «la manada».

Además de Barcala como alcalde, también se estrenó en el pleno Mari Carmen de España como portavoz del PP y Miguel Castelló como coportavoz socialista. Fue el alcalde el que se encargó de cerrar así la primera sesión de resaca del «belmontazo»: «Disculpen todos ustedes los errores del estreno».

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