Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Análisis

¿Tan difícil es un trasvase moderado?

La nueva propuesta de los agricultores alicantinos de recibir agua del Ebro es asumible y no va contra ningún ecosistema

¿Tan difícil es un trasvase moderado?

Trasvases, desalación, reutilización de aguas residuales y € ¿por qué no una pequeña parte del caudal que el río Ebro vierte al mar con esas crecidas extraordinarias que se repiten cada vez con mayor frecuencia e intensidad todas las primaveras? Aunque en los últimos años el cambio climático ha engordado el batallón de escépticos que condenan a la provincia de Alicante a utilizar el agua desalinizada del mar para beber, cocinar y regar las hortalizas -hay supuestos expertos que se inclinan, incluso, porque se utilice el agua que llega a las depuradoras directamente del váter para regar los cultivos, algo prohibido por la legislación sanitaria y ambiental- lo cierto es que la naturaleza, la misma que pasa factura de vez en cuando por los excesos cometidos, nos ha devuelto esta primavera unas imágenes y datos que se repiten año tras año con mayor frecuencia y obligan, de nuevo, a la reflexión. El Ebro, el río más caudaloso de España, ha vuelto a desbordarse y, entre otros, un afluente del Jalón, a su vez afluente de la arteria fluvial que estos días pasa majestuosa por Zaragoza, se ha llevado por delante, trágicamente, la vida de un pastor y su rebaño de ovejas. Al margen, por otro lado, de las 15.000 hectáreas anegadas por falta de infraestructuras, la ruina para la potente industria del espárrago y para el cerca de medio centenar de explotaciones ganaderas afectadas.

Los más de dos mil metros cúbicos por segundo que han dejado las crecidas han vuelto a dejar claro que un trasvase moderado del Ebro a la Comunidad Valenciana no alteraría para nada la biodiversidad de la cuenca, y el hábitat de la desembocadura en Tortosa. Un caudal que dejaría de llegar al mar pero salvaría para siempre la huerta de Alicante, Castellón, Valencia y Murcia, tal como planteó en su día el PSOE (Borrell), hizo suyo el PP (Aznar), eliminó posteriormente el PSOE (Rodríguez Zapatero/Narbona), esta vez con el silencio cómplice popular (Rajoy), que no sólo terminó de meter el trasvase del Ebro en el cajón, sino que, amparado en la coyuntural sequía que azotaba España (la estructural solo reside en Alicante), multiplicó los esfuerzos para terminar una red desaladoras cuya agua garantiza el suministro urbano pero que el campo no puede pagar. ¿Reestructurar los cultivos? La recomendación inunda (perdónenme la expresión) en los últimos meses el argumentario de políticos y, desagraciadamente, algún que otro teórico defensor de los intereses agrarios. Una postura que choca con la realidad porque, por mucho que nos empeñemos, las horas de sol y las buenas temperaturas de la provincia de Alicante no se pueden «trasvasar» a otras regiones de España. El agua sí, como sucede con la luz o la gasolina. ¿O España debiera dejar los coches en el garaje por no tener petróleo?

España necesita hoy, más que nunca en el problema hídrico, menos reinos de taifas y más trabajar por el interés nacional, pues como no se aborde el tema del agua desde una perspectiva estatal no habrá futuro. El planteamiento de los regantes alicantinos y murcianos reclamando un trasvase moderado del Ebro es asumible. Pedir 350 hm³ al año les parece a algunos descabellado. Los mismos, sin embargo, que aplauden que el plan de cuenca del río reserve 2.000 hm³ para ampliación de regadíos en Aragón. ¿Eso es sostenible? ¿A qué jugamos?

La semana pasada comenzó a llegar, por fin, a la provincia el agua del Tajo merced al mismo memorándum que cerró el trasvase en mayo de 2017. De momento, las reservas en Entrepeñas y Buendía garantizan caudal hasta junio. A partir de ahí volverá la incógnita por la presión que ejerce Castilla-La Mancha, la cuenca cedente de un agua que se almacena (y en esto nadie repara) en unos embalses que se construyeron para regular el agua del Tajo destinada para Alicante y Murcia. Un recurso que también ha favorecido los intereses de la cuenca cedente. Malicioso término que no se tiene, sin embargo, en cuenta, cuando el Júcar envía agua a Albacete y si se la niega a Alicante. ¿O es que los barcos de recreo y la lámina de agua llevan en Entrepeñas y Buendía desde el Paleolítico? Desgraciadamente, la cabecera del Tajo está expuesta a las sequías tanto como Alicante. Cierto, pero no es menos verdad que a lo largo de su cuenca hay agua de sobra para Castilla- La Mancha, Alicante, Murcia y Portugal, pero hay que reordenarla y eso es lo que parece que no importa a ninguno de los padres de la patria que pasan por el Ministerio de Agricultura.

Por ello y viendo las imágenes que nos ofrece estos días el Ebro no queda otra que volver a plantear la conveniencia de la construcción de una tubería del Canal Bajo de Aragón hacia Alicante. Por lo menos que exista. Será un primer paso para que pueda llegar un trasvase moderado a Alicante y encontrar así la solución final, que no tiene que ser cambiar pimientos por tápenas, por mucho que se empeñen en Madrid y, qué triste, en València.

Mientras nadie le ponga sentido común a la distribución del agua en España seguiremos pagando indemnizaciones por las inundaciones en el norte y por la sequía en el sur. El ingeniero Lorenzo Pardo, autor de primer plan hidrológico en España allá por los convulsos años 30, debe estar revolviéndose en su tumba.

Compartir el artículo

stats