Hace apenas 48 horas en la sede del PSPV en València, Gabriel Echávarri ponía fecha de caducidad a su etapa en la Alcaldía de Alicante con una delegación de funciones en su número dos, Eva Montesinos, hasta el próximo 9 de abril, jornada en la que el primer edil con su doble procesamiento a cuestas dejará el cargo de forma definitiva en una carta de dimisión que ya está rubricada. Ayer Echávarri cumplía con otro episodio de esta despedida por entregas: su salida de la secretaría general de la agrupación socialista de Alicante -cargo que ha ocupado a lo largo de los últimos seis años- durante la asamblea que se celebró durante todo el día en un salón de actos de la Universidad de Alicante.

Lo hizo con un informe de gestión que en realidad Gabriel Echávarri -abogado de profesión- convirtió en un pliego de descargo de su etapa en la Alcaldía. Una intervención en la que aprovechó para disparar en todas direcciones. Echávarri, en estado puro. Criticó a sus antiguos socios de Compromís y Guanyar, ahora necesarios para que su partido retenga el gobierno de la ciudad más importante que controla en la Comunidad y la tercera más grande que dirige en España. Apeló a Ciudadanos como única tabla de salvación cuando se niegan a apuntalar otra vez a la izquierda. Presumió de resultados electorales cuando, en realidad, gobierna con los peores de la historia lanzando, incluso, una carga de profundidad al presidente de la Generalitat, Ximo Puig: «Tuvimos un plus y la lista municipal sacó más votos que la autonómica». Denunció un «acoso» mediático contra su persona desde que se vislumbró que podía acceder al gobierno municipal. Y justificó como un asunto menor el fraccionamiento de contratos en Comercio pero pasó de puntillas sobre el despido de la cuñada de Luis Barcala, más grave políticamente y que a la postre le ha costado el cargo.

«Tres años y una semana en la que se ha acelerado todo», lanzó el todavía primer edil usando un giro casi de condena para describir su etapa en el Ayuntamiento de Alicante, visiblemente emocionado y en tono grave. Propio de un velatorio político que aún se alargará durante quince días en medio de la pasión de la Semana Santa. Un discurso sobre su gestión -avalado por el 79% de los militantes que votaron- que generó preocupación por poner en cuestión a los colaboradores necesarios que están obligados a entenderse con los socialistas para retener la Alcaldía, principal desafío del PSPV en estos momentos que se tendrá que resolver, con los plazos en la mano, a finales de abril. Esa es la principal preocupación de la cúpula socialista en estos momentos. Pero, sin embargo, Echávarri dejó la secretaría general dinamitando puentes de forma pública con casi todos los que tienen que jugar un papel clave en su relevo.

No dejó títere con cabeza. A Guanyar y Compromís les acusó de falta de lealtad y de llenar de minas toda la acción del gobierno municipal -«solos estábamos mejor», dijo- a pesar de que los socialistas les necesitan para seguir en la Alcaldía. Descartó cualquier acuerdo con los ediles no adscritos, a pesar de que la opción de Nerea Belmonte, la ex de Podemos, es una de las que está encima de la mesa -la cúpula del PSPV ya ha negociado hasta en dos ocasiones con ella- para sumar los quince votos necesarios. Y se encomendó a la voluntad de los concejales de Ciudadanos, que ya se ha mostrado en contra de apuntalar de nuevo a la izquierda como hizo, sin necesidad, en el año 2015. Ahora, con el reloj descontando ya para negociar ese cambio, la ejecutiva del PSPV tendrá que reconstruir una relación que sale muy deteriorada. Ayer mismo, de hecho y a la vez que Echávarri atacaba a sus socios, el secretario de Organización del PSPV, José Muñoz, encargado por Ximo Puig de las negociaciones, emitía un comunicado apelando a Ciudadanos pero sin ataques al resto de las fuerzas de izquierda.

El todavía alcalde escenificó su marcha arropado por sus principales colaboradores. En primera fila, a su alrededor, se sentaron la citada Montesinos y Fernando Marcos, los dos concejales de su máxima confianza; José Díaz, su abogado y uno de sus grandes amigos; y Lalo Díez, el jefe de gabinete de Alcaldía, que le saludaron emocionados al final del discurso. De fuera de su círculo, sólo la presidenta del PSPV, Juana Serna, ocupó un lugar de preferencia al lado del propio Echávarri. En una discreta segunda fila escuchó el discurso Ángel Franco aunque fue una de las «estrellas» del debate por el elogio que le dedicó Gabriel Echávarri a su mentor y el hombre que sigue controlando la agrupación de Alicante. «Gracias por todo. Criticado y machacado. Este partido necesita mucha gente como él en nuestras agrupaciones», dijo en la parte final de un discurso que aplaudieron sólo sus fieles y en el que los críticos ni siquiera se levantaron de sus asientos en una imagen de clara desaprobación.

No hubo unanimidad ni en el discurso ni tampoco después. Durante toda la jornada, el propio Franco, en nombre de la candidatura de Miguel Millana, y José Asensi, por la del «sanchista» José Miguel González Moreno, intentaron cuadrar una lista única como deseaba la dirección del PSPV para calmar los ánimos. La última oferta incluía cederles hasta cuatro vicesecretarías pero, sin embargo, el «sanchismo», entre fuertes diferencias internas dentro de su grupo, optó por mantener su alternativa. Finalmente, no hubo pacto pero Millana -de perfil técnico y que dice no tener aspiraciones electorales- sucederá a Echávarri con el enorme desafío de afrontar la grave crisis interna del socialismo alicantino. Lo hará con un amplísimo 80% y ya casi sin oposición. Sólo bullicio enfrente. Ángel Franco impuso otra vez su ley.