No son superhéroes y tampoco pretenden protagonizar hazañas como Clark Kent o Peter Parker, pese a desarrollar habilidades inusuales. Los superpoderes son cosas de cómics y películas de ciencia ficción. Más allá del cine, el talento se mide en actitud y las destrezas innatas también conllevan dificultades intrínsecas al mundo real. Los niños superdotados prestan una especial atención al mundo que les rodea, cuestionan detalles que para la mayoría pasan desapercibidos y aprenden a leer o a escribir aun cuando no se les enseña. Sin embargo, no todo es un camino de rosas. Estas altas capacidades intelectuales en ocasiones plantean conflictos difíciles de solucionar que pueden resultar un desafío para padres y profesores. En una sociedad que vive a caballo entre la admiración y la envidia, lo que a priori es un don puede incluso relegarlos al ostracismo.

La mayoría de personas tienen un coeficiente intelectual entre 85 y 115. La psicometría universal sitúa la superdotación a partir de 130 y las altas capacidades a partir de 120. El Ministerio de Educación registró 11 alumnos con altas capacidades en 2015 y un total de 308 en 2016. Según la Conselleria, en el curso 2016 hubo 933 casos en toda la Comunidad, 1.326 en el año 2017 y 1.756 en la actualidad.

Nicolás es un alicantino de 17 años con un coeficiente de 143. Cuando tenía solo dos años hablaba perfectamente y a los tres leía sin dificultades. Jamás fue a una academia de inglés pero conoce el idioma como un americano más. También habla francés como si fuera un nativo. Gracias a la humildad y modestia que sus padres siempre han intentado inculcarle, Nicolás es un joven extrovertido y sociable que destaca por tener fluidez verbal, riqueza de palabra en el lenguaje expresivo y velocidad de procesamiento de la información.

Tras realizarle varios estudios psicológicos, su madre Karina y su padre Daniel vieron la realidad. En 2008 supieron que su hijo tenía una inteligencia muy superior al de la media de su edad. Dado su nivel académico y tras diferentes evaluaciones, promocionó en varias ocasiones a cursos superiores para recibir mayores recursos. Por su experiencia, Nico considera que una de las principales prioridades en este tipo de situaciones debe ser cuidar la autoestima y el aspecto psicológico y emocional para respetar su excepcionalidad y evitar el abandono de las aulas. Su madre Karina ha explicado a este medio que en muchos momentos tuvo miedo de que fuera víctima de acoso escolar. Sin embargo, la suerte estuvo de su lado y no recibió tratos discriminatorios, como sí le pasa a un 30% de los jóvenes con estas destrezas. Además, a través de la asociación valenciana Avast sintieron mucho apoyo. Cada sábado, sus padres viajaban a València para que él se relacionara con niños con sus mismas aptitudes y realizara clases de interpretación, música, informática o investigación. El pasado año hizo un viaje de intercambio a Nebraska y pronto comenzará a estudiar Periodismo.

Para evitar que familias como la de Nico tengan que desplazarse a València o Murcia, la alicantina Elena García está ultimando los trámites para crear una asociación provincial de personas con superioridad cognoscitiva y exigir la adaptación de los planes de estudio, atención escolar individualizada y una metodología específica. Elena García es madre de Andrés, un niño superdotado con un coeficiente de 152, y asegura que existen más casos pero no hay un procedimiento de identificación temprana en la Comunidad Valenciana.

Ante la carencia de asesoramiento pedagógico y emocional adecuado, evitar el fracaso escolar es su prioridad. Tanta capacidad desaprovechada le resulta dolorosa además de considerar que, de alguna forma, se vuelve contra ellos si el entorno no es el adecuado puesto que en muchos casos se sienten marginados y pueden perder contacto con las personas de su misma edad. García pretende que la administración autonómica ponga en marcha un protocolo de actuación para estos niños al haber comprobado durante años que se ignoran con frecuencia sus necesidades o, en el mejor de los casos, «se improvisa y se deja en manos de la buena voluntad del colegio». La presidenta asegura que «hay niños que han sido invitados por la dirección a cambiar de colegio porque les resultaba molestos». Mediante la asociación Alasac quiere crear un medio en el que los alumnos con características similares se conozcan, fomentar la formación para las profesores y poner en marcha un protocolo de detección temprana en los colegios de la provincia. Los especialistas aseguran que la edad óptima para identificarlos radica entre los 4 y los 7 años.

El director de Política Educativa, Jaume Fullana, ha informado que el próximo 27 de abril se publicará una guía de altas capacidades con instrucciones de actuación que pretende establecer las actuaciones de detección de niños superdotados y evaluación por parte de los orientadores. Este documento estará al servicio de la comunidad educativa.