Realizar las tareas domésticas en el propio hogar o cuidar de familiares es un trabajo por el que no se cobra. Sin embargo, no percibir un salario no parece ser lo peor de ese asunto. Es más indignante que no se reconozca esa dedicación de muchas mujeres que asumen una labor que es invisible de cara a la sociedad. Algunas de ellas decidieron ayer colgar el delantal y no trabajar en casa. Así lo hizo Ana (nombre ficticio), que explicó a su marido y sus dos hijos que el día 8 de marzo no pondría la lavadora ni cocinaría ni lavaría los platos.

«Me he declarado en huelga absoluta. No voy a consumir nada ni hacer recados ni trabajar en casa. Ellos deben ser conscientes de que es un trabajo conjunto, que una familia la formamos todos», añadió. La decisión tomada por esta alicantina no quedó ahí, sino que explicó a sus niños de 8 y 12 años qué es la desigualdad. «La concienciación llega al punto de que uno de ellos tenía que llevar al colegio un trabajo sobre una mujer importante para la historia y lo hizo sobre Clara Campoamor. Él no entiende que nosotras antes no pudiéramos votar, que nuestra opinión no contaba y es importante que lo sepa».

La decisión adoptada por Ana tiene que ver también con recordar con esa huelga doméstica a todas aquellas mujeres que no tuvieron la opción de parar ayer su trabajo en el hogar. ¿Quién dejaría a su padre, madre o hijo sólo si está enfermo? Es obvio que ninguna lo haría. Precisamente ellas fueron homenajeadas durante la concentración realizada por la mañana en la Plaza 25 de Mayo, junto al Mercado. Allí se acordonó un pequeño espacio con un lazo morado en el que se exhibieron escobas, fregonas, tendederos con ropa o paños de cocina. Fue un rincón dedicado a las «ausentes», esas que contribuyen de forma anónima al día a día de la sociedad con ocupaciones que siguen pasando mayoritariamente desapercibidas.