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«A las mujeres nos han engañado»

4 generaciones de mujeres de una familia valoran los avances sociales pero ponen sobre la mesa las limitaciones que enfrentan aún

Trinidad Cases rodeada de su hija Trini, sus nietas Sonia y Silvia y sus bisnietas Laura y Claudia. pilar cortés

«A las mujeres nos han engañado con la incorporación al trabajo porque ahora trabajamos el doble. Aunque mi marido me ayuda la carga de la casa la llevo yo, yo hago la compra, pienso en qué hacer de comida, recojo a los niños del cole y estoy pendiente de sus estudios». Esta afirmación la realiza Sonia Giménez, de 45 años, administrativa de profesión aunque ahora trabaja como monitora de comedor en un colegio, pero la suscribirían una abrumadora mayoría de mujeres trabajadoras a tenor de la última encuesta al respecto realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en la que se conoció que sólo dos de cada diez hombres comparten en igualdad estas tareas con su pareja.

INFORMACIÓN ha reunido a cuatro generaciones de mujeres de una familia alicantina para saber cómo ha evolucionado la vida de las mujeres en el último siglo al poder hacerlo a través de los ojos de una centenaria hasta los su bisnieta de 19 años. Obviamente, el vuelco ha sido «total», según señala Trini Giménez, hija de la centenaria Trinidad Cases. «Todo ha cambiado de la noche al día desde la época en que mi madre trabajaba hasta que yo me incorporé. De hecho, yo creo que más en ese salto que en los años en que transcurrió mi vida laboral», reflexiona esta administrativa de 61 años, ya prejubilada. «En Bonny siempre me sentí valorada en mi trabajo y no sufrí discriminación», dice.

Sus sobrinas Sonia y Silvia asienten. Ambas en la década de sus 40 y ambas con hijos saben lo que es renunciar al trabajo para poder compatibilizar un sueldo menor con su cuidado. La eterna ausencia de conciliación y su impacto en las mujeres, a la que ellas suman otra variable que muchas veces pasa de soslayo, la falta de ayuda entra las propias mujeres, especialmente de las que ostentan puestos de responsabilidad con respecto a sus subordinadas. Silvia estuvo 18 años trabajando en una conocida cadena de supermercados, pero cuando su hija Laura cumplió los 6 años debía volver a incorporarse a jornada completa. «¿Se supone que con 6 años ya va a ir ella sola por la calle y se va a preparar la comida?», se pregunta. «Firmé la baja voluntaria porque me agobié con los horarios, así que me fui sin nada», dice. Actualmente también trabaja de monitora de comedor en un centro escolar, al igual que su hermana, porque le permite compatibilizar horarios. En el caso de Sonia, comenzó en la misma cadena pero como administrativa. Ambas coinciden en que no pueden tener queja con respecto a la igualdad salarial de los empleados el tiempo que desempeñaron allí sus funciones. Que ellas sepan hombres y mujeres cobraban igual al realizar las mismas tareas. «Otra cosa son las jefas, a mí en un momento dado la mía me pasó a tienda y me hacía estar más horas, pese a que sabía que tenía un niño pequeño», cuenta. «Ese es un problema que veo en general, que las mujeres no nos ayudamos nada entre nosotras en el trabajo, parecemos tontas la verdad, deberíamos apoyarnos más», propone Sonia. Tras dejar ese empleo se fue a una empresa de jardinería para trabajar como administrativa y casualmente era la única mujer. Ella y trece hombres. «Lo llevé muy bien porque pensé o me pongo yo a organizar o me comen, así que casi parecía que la que mandaba era yo», cuenta entre risas. Pero llegó la crisis y con ella un ERE. También llegó su hija Claudia que ahora tiene 6 años y afirma decidida que de mayor será pediatra o policía. Su madre la mira y añade «es pequeña y va cambiando de opinión como es normal, pero espero que sea lo que ella quiera, aunque no tengo mucha fe en que la conciliación sea un hecho cuando le llegue el momento de trabajar».

La bisabuela de la pequeña, Trinidad Cases, lo tuvo difícil. Vivía con su marido y cuatro hijos en Almoradí y al poco de venir a Alicante Trinidad se quedó viuda y sin pensión. Tuvo que ponerse a trabajar primero limpiando en casas y después en las oficinas de Bonny para sacar a su familia adelante. «He trabajado mucho, toda la vida, y también he ido a cuidar enfermos y a ayudar en la casa sacerdotal», rememora. Su hija asegura que fue «bastante adelantada a su época y nos dio libertad además de estudios a todos». Eso sí, ella no salía de casa «hasta que todo estuviera limpio y recogido y mis hermanos se podían ir antes». No puede compararlo porque ella ha tenido una hija, la primera licenciada de la familia, que no pudo estar presente al estar trabajando, pero quizá la igualdad entre sexos habría sido mayor. Socialmente los cambios son notables. Ella se casó joven con el novio que tenía desde los 15 años y su hija, Eva Torres, tiene 34 años, es soltera y vive independiente.

Sus sobrinas han seguido en mayor medida su modelo y aunque en otros ámbitos de la vida han vivido de otra manera en el laboral no se ha producido un cambio muy significativo. Al final, son sus maridos, uno administrativo en un despacho de abogados y otro taxista, quienes trabajan a tiempo completo.

La cuarta generación, encarnada además de por Claudia y su hermano Pablo, por Laura, hija de Silvia ve las cosas de otro modo. Con 19 años está cursando un ciclo de FP en jardinería y aunque aún le quedan tres años por delante, «no vería justo que un compañero cobrara más que yo si hacemos lo mismo trabajo». Cree, no obstante, que no todo lo de la generación de su bisabuela fue negativo. «En su época los niños jugaban en la calle sin ningún problema y ahora eso ya no se puede hacer», recuerda. «Yo no soy de salir de marcha, pero es verdad que a los 12 años ya tenía móvil», señala como parte positiva de su generación.

Otro cambio entre la generación de Trinidad Cases y de sus nietas es que ella contó con la presencia de sus padres para estar con sus hijos mientras ella estaba trabajando. «A mi madre le encanta estar con los niños pero yo no le puedo exigir que venga todos los días, ella tiene su vida y le gusta ir al gimnasio y a cantar al coro, no se lo voy a cortar. Viene a menudo pero sólo tiro de ella los martes que es cuando me voy a la academia para sacarme el Mitjá», explica Sonia. «En un futuro quiero volver a ejercer de administrativa pero cuando los niños sean mayores. Tampoco lo ponen fácil, en una entrevista en un colegio en cuanto les dije que tenía hijos me dijeron que no me contrataban», critica.

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