José Torregrosa, que cumplirá 93 años el Miércoles Santo y es óptico de la primera promoción de optometristas de la Comunidad Valenciana; y Pilar Asensio, quien lleva 70 años vendiendo alpargatas en un comercio fundado en 1948, continúan colaborando en sus respectivos negocios familiares. Son los comerciantes más veteranos de la calle San Francisco, de ahí que el colectivo quisiera rendirles un homenaje por tanta dedicación.

Escoltado por sus dos hijas, Toñi y Pepa, José Torregrosa cuenta que le graduó unas gafas a Santiago Bernabéu a través de un amigo de Santa Pola que salía a pescar con el que fuera presidente del Real Madrid, y también cuidó de la vista del escultor Eusebio Sempere. Fueron algunos de los clientes célebres de este óptico colegiado número 722, quien empezó en el oficio en 1940 en la desaparecida Óptica Martínez de la calle Castaños, y que abrió la suya propia el 1 de julio de 1968 en la calle San Francisco, donde sigue con su nombre.

Aunque sus hijas dirigen ahora el negocio familiar, Torregrosa sigue al pie del cañón con casi 93 años, ayudándolas en lo que puede, lo que le da vitalidad. Se levanta a las 6.30 de la mañana y va al quiosco de la plaza Nueva a comprar INFORMACIÓN, «que leo cada día del final hacia los deportes porque soy socio, abonado y pequeño accionista del Hércules». Luego pasa por la cafetería y se dirige a la óptica para hacer recados relacionados con la actividad comercial. «Eso me salva porque me levanto como si estuviera en activo. No quiero acomodarme».

Porque José ha pasado en los últimos meses por dos gripes severas, que hicieron temer por su salud. Lo mismo ocurrió con la otra veterana comerciante de la calle de las Setas, Pilar Asensio, de 81 años, que estuvo hospitalizada pero se recuperó y vuelve a echar una mano a su hija en el negocio familiar de venta de alpargatas típicas en el que lleva desde los 11 años. El doble regreso a la calle San Francisco de estos comerciantes con galones ha motivado el homenaje del resto de negocios de la calle, que les dieron una pequeña fiesta.

«Vivo aquí al lado y vengo todos los días. Me jubilé y mi hija continuó con el comercio pero no sé estar en casa. Me bajo por las mañanas y si ella no ha llegado aún abro la tienda», relata Pilar. «Siempre tiene que estar haciendo algo», corrobora su hija, Paqui Fernández.

Este comercio especializado en alpargatas (y zapatillas de casa) está teniendo un renacimiento gracias al turismo, que busca este tipo de calzado artesanal, y a los festeros de Hogueras y Moros y Cristianos, que las utilizan. «En este tiempo hemos vendido de todo. Zapatillas de todos los modelos, alfombras, cestas, bolsos de Mallorca, artículos de madera...Teníamos la casa junto a la tienda y vivíamos aquí», recuerda la vendedora, de origen crevillentino, que llegó a Alicante a los 11 años con su tía, fundadora de la tienda en 1948. «Mi tía Francisca Pérez, hermana de mi madre, abrió la tienda hace 70 años. Me vine con ella y me quedé. Es, por tanto, un negocio de tres generaciones».

En este tiempo ha pasado por todo tipo de experiencias respecto al negocio. «Cuando vine había tiendas desde la punta de la calle hasta el Portal de Elche, estaba llena de comercios. Después llegó una época floja, cuando la calle se degradó. Pero desde que pusieron las setas vienen muchos turistas a comprarnos, sobre todo en verano, y muchas madres con niños y buenos clientes de toda la vida».

José Torregrosa Gadea, que viene de familia de músicos que hasta dan nombre a una calle y a un auditorio en Villafranqueza, de donde son originarios, prefirió en cambio dedicarse al «sindicato del vidrio», como denomina al mundo de la óptica. Tanto él como sus hijas corroboran que en la calle San Francisco ha pasado de todo desde que llegaron. «Primero pasaban los coches, luego Lassaletta la peatonalizó. Los comerciantes pedimos que se reabriera al tráfico porque se convirtió en un gueto. En 2013 se volvió a peatonalizar pero con las setas, que gustan a los turistas, se ha consolidado. Hemos aguantado de todo y seguido adelante». Y así continuarán porque, como dice Torregrosa: «moriremos con las botas puestas».