Miles de santos tiene la Iglesia en todo el mundo, pero ninguno de ellos ha nacido en Alicante. Sin embargo, candidatos no faltan. Y posibles milagros, tampoco. Actualmente la Diócesis de Orihuela-Alicante tiene abiertas 11 causas de canonización que implican no sólo a religiosas o sacerdotes, también a laicos. También hay abiertas dos causas de canonización a través del martirio de 84 religiosos y laicos que fallecieron en 1936 en el contexto de la Guerra Civil. Sin embargo, el camino es largo y meticuloso y el Vaticano exige al menos dos milagros para que una persona alcance la santidad. En estos momentos se están estudiando dos posibles milagros atribuidos a dos alicantinos, en concreto al pediatra Pedro Herrero, fallecido en 1978, y a Rebeca Rocamora, una joven que murió en Granja de Rocamora en 1996.

La del médico es la causa más avanzada y ya es venerable. Según explica el delegado episcopal para las Causas de los Santos, José Luis Casanova, en las escalas para llegar a ser canonizado, primero hay que ser designado siervo de Dios y después venerable. Si se prueba que ha habido un milagro, el fallecido pasa a ser designado beato y tras un segundo milagro podrá ser santo. A Pedro Herrero, señala Casanova, «se le atribuye el milagro de haber curado a un joven que se encontraba en la UCI con un pronóstico muy complicado».

En cuanto al caso de Rebeca Rocamora, está en estudio un posible milagro de haber curado hace unos años a una monja a la que le apareció un tumor en la zona de la mandíbula. Supuestamente, tras haber rezado y haber pasado por la zona afectada una estampa de Rocamora, el tumor desapareció.

El Vaticano es quien tiene la última palabra para reconocer un milagro en un proceso que puede durar años. El primer filtro es el del perito médico designado por la Diócesis, en el caso de Alicante el hematólogo José Juan Verdú, quien reúne toda la documentación clínica y decide «si el caso tiene la suficiente consistencia para seguir estudiándolo». Si es así, el perito médico habla con los facultativos que han llevado al paciente para recabar su opinión. Si ellos también coinciden en que la sanación de la persona es extraordinaria desde el punto de vista médico, «empieza un proceso largo de petición de historia clínica y la colaboración de otros profesionales que atendieron al enfermo, como enfermeros o auxiliares». En este proceso se piden dos informes a dos médicos ajenos al caso para que aporten su valoración. Toda esta información, junto con la que haya reunido la Diócesis sobre la vida del aspirante a santo, será enviada a Roma, donde de nuevo se inicia un meticuloso y largo camino. Allí, explica Juan José Verdú, el caso lo estudia una comisión compuesta por decenas de médicos. El supuesto milagro es analizado «por separado y por diferentes grupos de médicos, que en ningún momento saben qué otros colegas lo están analizando». Si finalmente la sanación es valorada como un caso extraordinario, una comisión de cardenales será la que tenga la última palabra.

Los milagros no bastan para que una persona alcance la santidad. «Tiene que haber llevado una vida ejemplar, generalmente caracterizada por su amor y ayuda hacia los más pobres», explica Casanova. En el caso de Pedro Herrero, destaca la asistencia que prestó a los niños más desfavorecidos de Alicante.

Pero un milagro no tiene por qué estar relacionado necesariamente con una sanación inexplicable desde el punto de vista médico. «En una ocasión se estudió el caso de un chico sin manos que pintó con los pies y en muy poco tiempo un cuadro de grandes dimensiones», explica José Luis Casanova. El delegado de la Diócesis recuerda también el caso de la hermana Arcángela, una carmelita que falleció en 1918 y a la que se atribuyen curaciones milagrosas a través del agua depositada junto a su sepulcro, en Elda. Lo que sí es un requisito «es que se haya invocado al postulado a santo». El responsable de las Causas de los Santos hace hincapié en la dificultad que hay para certificar un milagro. «La gente tiene mucha fe y ante un problema serio pide que interceda un siervo de Dios o un venerable. El problema es que en muchos casos no se guarda documentación y por lo tanto no se pueden aportar pruebas para certificar que se trata de un milagro».

En la iglesia de Nuestra Señora de Gracia se ubica la oficina de las «Causas de los Santos», que dirige Casanova. Allí se guarda toda la documentación relacionada con las causas, así como objetos personales de los alicantinos que aspiran a alcanzar la santidad. En pequeñas vitrinas se muestran crucifijos, imágenes de vírgenes o copas para celebrar misa. También pañuelos, abrigos, sotanas e incluso cubiertos. Casi todos estos objetos, que se acompañan de carteles con una breve leyenda, pertenecen a los mártires de 1936 que, según Casanova, «fueron asesinados sólo por ser cristianos, como ocurre ahora mismo en otros países como Siria».