Los casi 65 litros de lluvia por metro cuadrado que dejó, de media, la gota fría que barrió la provincia entre la tarde del sábado y la madrugada de anteayer domingo han supuesto un riego para el sector agrícola y salvado, casi «in extremis», la cosecha de alcachofas pero, además, ha vuelto a abrir la polémica por el hecho de que la mayor parte del agua que dejan las lluvias torrenciales en las Marinas acaba en el mar por la falta de infraestructuras de transporte.

Hace casi 20 años que se construyó una conducción que conecta la Mancomunidad del Taibilla con el embalse del Amadorio desde Rabasa, pero sigue sin realizarse la obra que permite que el caudal puedan fluir en sentido contrario, desde el embalse vilero a l`Alacantí, con lo que todos los años miles de litros de agua acaban en el mar. Este mes, en plena sequía y en el octavo mes de cierre del Tajo-Segura, desde las Marinas vuelve a verterse agua al Mediterráneo.

Por otro lado, el director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, Jorge Olcina, alertó ayer, de que la gota fría del fin de semana constata que el cambio climático provoca que la inestabilidad meteorológica en Alicante desaparezca del otoño y se traslade al invierno, y en concreto a enero. El temporal del sábado y la madrugada del domingo fue similar al de enero de 2017, por lo que se ha repetido por segundo año consecutivo sin que en el otoño anterior haya caído una sola gota de agua.

No obstante, las poblaciones de l`Alacantí tienen el suministro asegurado y este fin de semana las lluvias han regado el campo. La Vega Baja se beneficiará del agua que se habrá almacenado en los embalses de cabecera por estas lluvias e incluso nieves, pero habrá que esperar unas semanas todavía. Ayer, de momento, el embalse de La Pedrera almacenaba 63 hm³, 24 hm³ menos que en enero de 2017 y, por ejemplo, 47 hm³ menos que hace diez años.

Las lluvias han supuesto un importante alivio para la tierra, los árboles y las plantaciones de cultivos, machacados por la sequía desde hace más de tres años. El agua equivale a un riego de socorro en un momento de auténtica crisis en el campo, en el que ya se han contabilizado pérdidas de 1.000 hectáreas de hortalizas en zonas como la Vega Baja, que ya no son recuperables, y mermas de más de dos millones de kilos en la cosecha de hortalizas del Camp d´Elx. No obstante, los 50 litros por metro cuadrado que cayeron en la madrugada del domingo en la Vega Baja y los 64 en el Baix Vinalopó, han sido como «oro caído del cielo» para los agricultores de ambas comarcas, según subrayó ayer Eladio Aniorte, presidente de Jóvenes Agricultores. Han mejorado notablemente la primera cogida de alcachofas del invierno, cultivo que se encuentra en plena recolección y estaba al borde de la ruina.

En cuanto a los cítricos, desde Asaja calculan que los beneficios económicos de estas precipitaciones son incalculables. Una bendición para los limones y las naranjas tardías, al mejorar tamaños.