¿Cuánto tardarán los pegotes de chicle en volver a llenar de lunares negros el pavimento de la Explanada, la plaza del Ayuntamiento y Maisonnave? Operarios con una máquina especial que arroja vapor a 220 grados han tardado seis meses en retirar las más de 100.000 gomas de mascar que estaban pegadas en el suelo de estos tres lugares tan transitados y en el entorno del Teatro Principal, afeando la imagen de estas zonas tan turísticas y comerciales de Alicante, que concentran diez veces más de goma de mascar en sus aceras que las eliminadas el pasado verano en 65 calles de Murcia.

«El centro de Alicante está muy concurrido y es fácil encontrar llenas de chicles las aceras más transitadas», admite el concejal de Limpieza, el socialista Fernando Marcos, que invita a un mayor civismo para mantener en condiciones el pavimento de las avenidas, calles y plazas alicantinas. La Ordenanza Municipal de Limpieza contempla multas de hasta 210 euros por arrojar chicles a la vía pública, lo mismo que tirar comida, colillas o escupir, pero Marcos no recuerda que se hayan impuesto por la dificultad de que un policía o un inspector de limpieza pillen a la persona en plena acción. Tampoco hay papeleras específicas para chicles en Alicante.

«Lo ideal es envolverlos en papel y no tirarlos al suelo porque supone muchísimo trabajo y una inversión que se quita de otras necesidades», destaca el edil. Esta máquina costó 40.000 euros, financiados por la contrata de Limpieza UTE Alicante, y de paso elimina de las baldosas grasas y orines, además de pulimentar el pavimento, devolviendo a las aceras su aspecto y color originales.

Cada español masca de media 100 chicles al año y existe una Asociación Española de Fabricantes de Caramelos y Chicles. Por su poder de adhesión, los chicles tardan más de 5 años en degradarse, y retienen sus propiedades contaminantes durante años, bajo cualquier condición meteorológica. También pueden generar problemas de salud y ser un foco de infección para niños y mascotas: según un estudio que encargó el Ayuntamiento madrileño de Pozuelo de Alarcón, pueden acumular hasta 50.000 gérmenes transmisores de enfermedades como la neumonía. En países como Singapur está prohibida desde hace años la importación, fabricación y venta de chicle, con el argumento de que la costumbre de pegarlos en puertas y paredes perjudicaba el funcionamiento de metros, trenes y ascensores.

El coste de limpiar un chicle oscila entre 0,16 y 0,30 ?, es decir, entre 3 y 6 veces más que lo que cuesta comprarlo en una tienda. Como ejemplo, en Maisonnave, donde se estrenó la máquina, se han retirado 40.000 chicles de 4.700 metros cuadrados de aceras. Según la Concejalía de Limpieza, se elimina una media de 10 chicles por metro cuadrado de pavimento, y algunos días se han llegado a despegar hasta 1.500 unidades.

El trabajo de esta máquina se realiza en base a una programación, y ahora que se han retirado los chicles, orines y otras suciedades y pulido el suelo de algunas de las calles más emblemáticas, la limpieza continuará por otras avenidas del perímetro central, como la Rambla (años atrás los propios comerciantes quitaban los pegotes con cuchillas), Alfonso El Sabio, Castaños, San Fernando, Luceros, Gadea y Sèneca, donde ayer operarios empezaban a retirar los primeros restos con vapor. Después, la máquina se desplazará a los barrios, según indicó Marcos. Con retraso, puesto que el anterior responsable del área, el edil de Guanyar Víctor Domínguez, dijo que tras el verano pasado irían a Carolinas y Altozano. Pero lo laborioso de la eliminación de los chicles y el que haya una sola máquina lo está demorando.

«No tenemos en Alicante tanto personal ni material. El contrato es el que es y no contamos con todos los trabajadores que quisiéramos ni para barrer las calles. Menos para tener otra máquina quitachicles», dice Marcos. El contrato asciende a 35 millones de euros, es el más caro que paga el Ayuntamiento e incluye la recogida y tratamiento de las basuras.