La caída el pasado martes de un andamio de 30 metros andamio de altura en pleno centro de Alicante no causó daños estructurales en el edificio sobre el que estaba anclado. Así lo han determinado los bomberos tras una inspección del bloque y concretamente de sus balcones, que sufrieron fuertes daños tras precipitarse la estructura, de seis toneladas de peso. El edificio se encuentra ubicado en la plaza Ruperto Chapí, en la confluencia de las calles Bailén y Duque de Zaragoza.

No obstante, los bomberos han recomendado a los vecinos del edificio, de 10 plantas de altura, que no salgan a las terrazas, debido al mal estado en el que se encuentran. Y es que, al caer, el andamio arrastró consigo barandillas, revestimientos y otros elementos de construcción. En cuanto a las causas del accidente, técnicos de las concejalías de Seguridad y Urbanismo están elaborando sendos informes, aunque el peso de la investigación lo lleva la unidad Científica de la Policía Nacional. A falta de las conclusiones, los primeros indicios siguen apuntando a un exceso de peso sobre una de las partes del andamio mientras se estaba desmontando la otra.

Mientras, la «zona 0» del accidente trataba de recuperar ayer la normalidad recuperar ayer la normalidaddespués del enorme revuelo que se produjo pasadas las 4 de la tarde, cuando la estructura se vino a bajo, milagrosamente sin dejar ningún herido.

Bomberos, policías y trabajadores de la empresa de andamios estuvieron trabajando a destajo durante buena parte de la noche. A las tres de la mañana la mayor parte de los hierros habían sido retirados y a las cuatro las calles afectadas se abrían por fin al tráfico.

Sin embargo, en torno a las 9 de la mañana los daños aún eran visibles, sobre todo en la fachada del edificio afectado y en la calle Bailén, donde todavía se amontonaban restos de escombros cercados por una valla. En la clínica dental que hay en los bajos trataban de recuperarse del susto que se llevaron horas antes cuando pensaron que se les venía encima el edificio. «Oímos un estruendo y de repente los cristales se rompieron y un hierro de grandes dimensiones entró en la clínica, pasando a escasos centímetros de una paciente que estaba en la sala de espera. Afortunadamente, el cristal era de seguridad, por lo que no se hizo añicos», explican Manuel Romano y Elena Fernández, propietario y trabajadora de la clínica dental. La paciente tuvo un segundo golpe de suerte «cuando se abalanzó hacia la puerta para intentar salir a la calle, lo que hubiera sido muy peligroso porque en ese momento caían un montón de cascotes. Menos mal que sólo se puede abrir la puerta accionando un interruptor ubicado en el mostrador de recepción». De hecho, nadie de la clínica pudo salir a la calle «hasta que los bomberos no llegaron y despejaron la entrada».

Los vecinos también digerían lo ocurrido el día anterior. Teresa Uriarte paseaba como de costumbre con sus dos perros por la misma acera en la que unas horas antes había un amasijo de hierros. «Estoy por poner una vela a la Santa Faz porque no me creo que nadie haya resultado herido». El balcón de esta vecina ha sido uno de los más dañados y ayer aún podía verse todo lleno de hierros y con la barandilla completamente arrancada. Asegura que conciliar el sueño, la noche anterior, fue complicado. «Estaba muy nerviosa, y además, los obreros estuvieron trabajando hasta altas horas de la madrugada».

En la calle Bailén, un empleado municipal comprobaba que un soporte publicitario no había sufrido daños y dos operarios de jardinería se habían desplazado a la zona con el objetivo de colocar en su sitio los enormes maceteros instalados semanas antes con motivo de la peatonalización de la avenida Constitución y que el martes fueron retirados a toda prisa para que pudieran acceder los bomberos.

La esquina del suceso y la plaza Ruperto Chapí eran un constante ir y venir de peatones que se paraban a mirar el edificio. En los corrillos todos coincidían en una misma frase: «es un milagro que no haya habido heridos».Y es que se trata de una zona del centro especialmente concurrida. La hora a la que se produjo el incidente, pasadas las 16 horas, propició que no pasara tanta gente como de costumbre por la calle y que los obreros estuvieran en su pausa para comer. El segundo elemento de suerte fue que el andamio crujió dos veces antes de caer al suelo, lo que permitió a varios peatones que pasaban por la zona salir corriendo.

En los bares y restaurantes, entre café y café, también se recordaban los momentos vividos el día anterior mientras se pasaban de unos a otros el periódico con las foto del suceso. Desde la barra de uno de estos locales, Massimo Cimini comentaba que «mi compañero tuvo que estar encerrado con los clientes hasta pasadas las 6 de la tarde porque la policía no le dejaba salir». En una tienda 24 horas cercana, Alba García, explicaba que tuvieron que cerrar porque la calle estuvo acordonada toda la noche, mientras señalaba la entrada del comercio, aún cubierta de polvo.