El encarecimiento de los peajes de las autopistas que ha traído consigo el nuevo año hace que desplazarse por el Corredor Mediterráneo en coche se convierta en una odisea aún mayor, sobre todo si el origen o destino del viaje es un punto donde no hay una autovía alternativa o resulta imprescindible atravesar un tramo de estas características. La subida del 1,91% aplicada desde el 1 de enero ha elevado a 54,15 euros el coste de un trayecto entre Alicante y Barcelona realizado íntegramente por la AP-7, 1 euro más que hasta ahora. Un coste que casi duplica el consumo estimado de combustible para un vehículo diésel entre ambas ciudades.

Según diferentes aplicaciones de cálculo de trayectos, el coste del carburante empleado en un recorrido entre Alicante y Barcelona, de unos 500 kilómetros, ronda los 30 euros, por lo que de hacer todo el viaje por la autopista el desembolso final estaría cercano a los 85 euros. Ésta es una de las razones por las cuales las autovías que discurren en paralelo a la AP-7 durante gran parte del recorrido canalizan cada vez más tráfico de larga distancia. Sin embargo, hay tramos donde no existe esa vía alternativa, bien porque la autovía paralela aún no se haya construido o bien, como es el caso de la comarca alicantina de la Marina Alta, porque quedan fuera de ese itinerario gratuito. Así, las cosas, pagar peaje en un momento dado para desplazarse por el Corredor Mediterráneo entre la Comunidad Valenciana y Cataluña es prácticamente inevitable.

La A-7 por Alcoy y Xàtiva, así como su prolongación más al norte de València, desde Sagunto hasta el aeropuerto de Castellón, llamada CV-10 en gran parte de esa provincia al ser de titularidad autonómica, permiten eludir el paso por la autopista de peaje en buena parte del recorrido. De hecho, no es extraño que la autovía que ataja por Alcoy esté ganando tráfico de manera ininterrumpida desde su finalización en 2011, ya que no sólo evita el pago por circular sino que además ahorra 20 kilómetros de trayecto. Sin embargo, a la altura del aeropuerto castellonense no queda más opción que dirigirse hasta la localidad de Torreblanca, donde tomar la AP-7 o la N-340, o adentrarse a explorar vías secundarias.

La peligrosidad de la N-340 en el norte de Castellón y el sur de Tarragona, con un elevado tráfico de camiones -la mayoría de los vehículos pesados no utilizan la autopista, que tiene unas tarifas más caras para ellos- y muchos desplazamientos de corto recorrido, en buena medida obliga a tomar la AP-7 en Torreblanca, hasta l'Hospitalet de l'Infant (Tarragona), donde comienza otro tramo de autovía en paralelo. Son apenas 100 kilómetros, para los que la tarifa ha subido a 13,10 euros. Esta autovía termina en la también tarraconense localidad de Altafulla, desde donde el peaje hasta Barcelona son 7,60 euros. Así pues, viajar hasta la capital catalana desde gran parte de la Comunidad Valenciana implica un desembolso mínimo de 20,70 euros en peajes.

Para los conductores que más forzados se ven en la provincia a utilizar la autopista, los de la Marina Alta, un viaje desde el peaje de Ondara a Barcelona pasa a costar 46 euros, 85 céntimos más que hasta ahora. Si se utilizan sólo los citados tramos en los que el uso del peaje es aconsejable por cuestiones de seguridad vial y optimización de tiempo, el precio asciende a 29,85 euros. Difícilmente cambiará la situación, al menos en lo que a nuevos tramos de autovía se refiere, antes del final de 2019, en que vence la concesión de la AP-7. Tal y como señaló este periódico hace unas semanas, al avanzar la subida de los peajes en 2018 y cómo quedarían las tarifas para los trayectos en la provincia y con València, la mirada está puesta en la caducidad de la concesión, aunque nada garantiza que a partir del 1 de enero de 2020 la autopista vaya a ser gratuita.