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Aumentan los divorcios y separaciones entre los mayores de 65 años

En el último año finalizaron su relación 234 hombres y 142 mujeres, frente a los 136 y 67 de hace tres años

Cada vez más matrimonios deciden poner fin a la convivencia una vez superados los 65 años, cuando los hijos ya son independientes. agencias

La vida empieza con la jubilación. O al menos eso parecen pensar muchos matrimonios, que pasados los 65 años, deciden poner fin a toda una vida de convivencia para volar en solitario. Es una tendencia al alza en la provincia de Alicante, como lo reflejan las cifras oficiales. Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2016 se divorciaron 234 hombres mayores de 65 años y 142 mujeres, frente a los 136 y 67 de hace tres años. Las separaciones en estas edades también han aumentado, aunque a un menor ritmo que los divorcios.

Tan sólo una generación atrás eran impensables separaciones matrimoniales a estas edades. Los matrimonios eran para toda la vida. Pero, ¿qué impulsa a un matrimonio que ha aguantado unido media vida a emprender a la vejez una nueva vida de forma independiente? Ana Carbonell, psicóloga especialista en psicología clínica, lo tiene claro. «El perfil de una persona con 65 años en la actualidad no es el mismo que el de hace una generación o dos, sobre todo en el caso de las mujeres, que ahora tienen su independencia económica y un mayor criterio para decidir qué vida quieren llevar».

Hasta la consulta de esta profesional, especializada en parejas, llegan cada día casos de matrimonios de edad avanzada «en el que el amor o la pasión se han terminado hace tiempo, pero que han permanecido unidos por el bien de la unidad familiar y mientras los hijos han sido pequeños». Pero una vez la descendencia vuela del nido, «ven que es hora de emprender su propio camino y vivir los años que les quedan más en consonancia con sus intereses». En este sentido, se trata por lo general de divorcios de mutuo acuerdo y poco conflictivos, que llegan tras un periodo de profunda reflexión. Además, cada uno tiene su independencia económica y los hijos suelen entender la situación, lo que facilita la separación. En estos casos ni siquiera suele haber una segunda oportunidad para tratar de salvar la relación. «Más que intentar arreglar el matrimonio, lo habitual es que uno de los dos venga a una consulta especializada para tener herramientas de cara a decírselo al otro sin hacerle sufrir. A veces me piden que sea yo quien medie en esta situación», explica Carbonell.

Tampoco en los divorcios a partir de los 65 años cabe el arrepentimiento, aunque siempre hay excepciones. En este sentido, Carbonell recuerda el caso de una pareja que volvió a juntarse «después de separarse porque él quería cumplir una asignatura pendiente, la de vivir solo. Se habían enoviado muy jóvenes y enseguida tuvieron hijos, así que no quería morirse sin saber lo que era la independencia. Probó unos años, pero después quiso volver con su mujer y ahora vivien los dos felices».

En estas situaciones, según Carbonell, no suele haber terceras personas. «En el caso de ellas te encuentras a menudo que han sido sometidas a alguna forma de maltrato psicológico por parte de sus maridos y si es él quien toma la decisión suele ser porque se siente insatisfecho con la vida que lleva».

La abogada Gracia Carrión aporta también, en base a su experiencia, un perfil diferente de quien se separa rozando ya la tercera edad. «Hay muchos hombres que con 70 años deciden quemar el último cartucho. Los hijos generalmente ya se han ido de casa y sus mujeres, en la inmensa mayoría de los casos amas de casa, empiezan a padecer alguna discapacidad. Así que ellos comienzan una nueva relación sentimental».

En estos casos se trata de divorcios muy conflictivos, sobre todo en el aspecto económico. «Generalmente ellos ceden en dejarles la casa familiar, pero la pensión mensual cuesta mucho más de pelar».

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