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Echávarri, Colau y el «minigobierno» de supervisores

Los primeros pasos del nuevo equipo de 6 concejales evidencian que el actual primer edil no tiene margen para negociar el día a día de la gestión

El edil Fernando Marcos con el alcalde Gabriel Echávarri y los asesores Sonia Rodrigo y Lalo Díez, en una imagen reciente. rafa arjones

Llevaban varios días los dirigentes socialistas de Alicante «vendiendo la moto» -incluso a altos cargos a la propia dirección del PSPV- de la «viabilidad» del minigobierno de seis concejales con el que el alcalde, Gabriel Echávarri, quiere intentar llegar hasta el final del mandato -ese es el plan del primer edil y sus afines- después de la marcha de Compromís y Guanyar. Dos eran los argumentos que ponían sobre la mesa para garantizar que un ejecutivo con media docena de regidores podría conducir sin problemas una ciudad como Alicante frente a 23 en la oposición. Uno tiene que ver con la oportunidad política: la situación del gobierno de Ada Colau en Barcelona con once concejales en el gobierno frente a treinta en la oposición. Y otro con la filosofía de la gestión: dar más cancha a los altos funcionarios de cada departamento convirtiendo al concejal en una especie de supervisor a tiempo parcial.

Los hechos, sin embargo, han demostrado que ni Colau es Echávarri; ni Alicante es Barcelona; ni la situación es, ni mucho menos, parecida. Ada Colau, cabeza de lista de En Comú, fue investida alcaldesa en su condición de número uno de la candidatura más votada. Gabriel Echávarri, sin embargo, se convirtió en primer edil gracias a sumar los votos de Guanyar, que contaba con los mismos seis concejales que tenía el PSPV-PSOE; los tres de Compromís; y, además, de propina, el respaldo de otros seis regidores de Cs. Fue alcalde única y exclusivamente merced al respaldo de otros grupos, más como un gesto de oposición al PP que por convencimiento de esa candidatura, como se ha demostrado en estos dos años y medio de mandato. A diferencia de Colau, por tanto, Echávarri no fue el que cosechó más votos en Alicante, algo que, a pesar de los pesares, sí consiguió el PP encabezado en esos comicios por Asunción Sánchez Zaplana y ahora con Luis Barcala como portavoz. Primera diferencia.

Pero es que, además, la geometría variable del Ayuntamiento de Alicante entre los grupos políticos -como quedó demostrado en el maratoniano pleno del pasado jueves- no es tampoco la misma. Ni parecida. Es verdad que Colau se desprendió del respaldo de los cuatro ediles socialistas en Barcelona para quedarse en solitario. Pero no ha roto, en ningún caso, los puentes con sus antiguos socios. De esta manera, el grupo de En Comú puede recabar el apoyo de los socialistas, de Esquerra Republicana de Cataluña, de la CUP e, incluso, de los concejales del Partido Demòcrata, la antigua Convergència i Unió, que son la segunda fuerza del hemiciclo de Barcelona con nada menos que diez munícipes. Delante de Colau, únicamente, hay sólo ocho ediles con los que en ningún caso puede contar: los cinco de Ciudadanos y tres del PP, la última fuerza del Ayuntamiento de Barcelona. Otra diferencia sustancial con Alicante.

En el consistorio alicantino, como se pudo visualizar en el pleno de esta semana, por contra, Echávarri ha dinamitado todas las vías de entendimiento con sus antiguos socios. La foto del alcalde «compadreando» con trabajadores del Puerto que minutos antes se habían dedicado a increpar a Miguel Ángel Pavón, número uno de Guanyar, certifica el nivel de ruptura. Sólo el tránsfuga Fernando Sepulcre dejó una puerta abierta con una abstención. No es cuestión anecdótica. Capaz de sostener al PP de César Sánchez en la Diputación o de pactar con Echávarri, ese voto de Sepulcre es su manera de ofrecerse por si, llegado el momento, hace falta un concejal número 15 para elegir alcalde. Puro negocio. Así que en Alicante, directamente, no hay geometría variable. Echávarri no tiene ningún aliado para dar viabilidad a su gobierno. Nada que ver ni con Colau ni con Barcelona. Queda desactivado, por tanto, el argumento político que esgrimen dirigentes socialistas alicantinos para justificar un gobierno que, a las primeras de cambio, ya se ha revelado como insostenible.

Pero? ¿Y la gestión? Esos mismos que se aferran ahora a la figura de Ada Colau son los que encomiendan a un gobierno de seis ediles que se apoyaría en la acción de los altos funcionarios. ¿Para qué necesitamos entonces políticos? Una forma más de degradar la actividad de aquellos elegidos por los ciudadanos para dirigir las instituciones. Hay concejales con nueve y hasta diez departamentos en sus manos. Ejemplos: la vicealcaldesa Eva Montesinos controla, entre otros, Urbanismo, Fiestas, Turismo y Deportes. La edil Gloria Vara tiene que gestionar el «día a día» de Comercio, Mantenimiento y Cultura. Y Fernando Marcos la Policía y los Bomberos además de la Limpieza. ¿De verdad se puede dirigir una ciudad pasando un rato a la semana -no hay tiempo material para más- por concejalías de gran peso y con gran movimiento de gestión? ¿Visitando las concejalías de vez en cuando para supervisar? ¿Firmar decretos por confianza con los funcionarios y no por una decisión política? Una irresponsabilidad: un golpe contra los ciudadanos y contra la credibilidad de las instituciones. Ni por política, ni tampoco de gestión. Ni es viable, ni sostenible. Ingobernable.

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