Los cursos de reeducación para maltratadores han arrojado que no hay un perfil único de agresores, ya que hay personas de todos los estratos sociales y las más variadas franjas de edad. El coordinador de los cursos, Carmelo Hernández, explicó que en un 25% de los casos, los condenados aseguraron haber sido víctimas de maltrato en su niñez por sus progenitores o haber sido testigos de agresiones dentro de la familia. Al inicio del programa, suelen utilizar mecanismos de defensa para intentar justificar o minimizar su comportamiento violento. «Hay un trasfondo en el que subyace un modelo de masculinidad que no es neutro respecto a la utilización de la violencia como forma normal de resolver conflictos en general y, en especial, frente a las mujeres», explicó. También se ha detectado la presencia de actitudes posesivas, fruto del temor interior ante la posibilidad de perder a su pareja, lo que le lleva a limitar sus movimientos y el uso de cualquier medio de comunicación con la intimidación.