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López Abad: De la élite financiera a la lista de morosos con Hacienda

El ejecutivo llevó a la CAM a su máxima expansión pero su apuesta por el ladrillo acabó arruinando a la entidad

López Abad: De la élite financiera a la lista de morosos con Hacienda

Hubo un tiempo en que Roberto López Abad lo era todo en Alicante. Era el hombre que había conseguido situar a la CAM en lo más alto del ránking de las cajas de ahorros españolas, el que había logrado que la provincia conservara una entidad financiera propia y había alejado el fantasma de la fusión con Bancaja, y, aunque fueran otros -como Enrique Ortiz o los Galea- los que aparecieran en los medios, también era el verdadero rey del ladrillo de Alicante, el que había facilitado con la financiación concedida por la entidad el espectacular auge del negocio inmobiliario en la zona.

Todo ese prestigio se esfumó en el año 2011, cuando los socios que había buscado la CAM para constituir un nuevo banco con el que salir de la crisis huyeron espantados, al conocer la verdadera situación de la entidad, y López Abad, lejos de quedarse a defender el barco, decidió salir por la puerta de atrás. Se prejubiló sólo unas semanas antes de que el Banco de España decidiera intervenir la caja, con una indemnización de 5,6 millones de euros brutos.

Desde entonces, las cosas no deben haberle ido excesivamente bien ya que el exdirectivo apareció en la última lista de morosos publicada por la Agencia Tributaria con una deuda de 1,1 millones. La condena que se acaba de conocer no hace sino hundirle un poco más.

Una carrera ambiciosa

Nacido en 1956 en Alcoy, donde estudió en los Salesianos, Roberto López Abad se mudó a Alicante con sólo 15 años y empezó a trabajar en la entonces Caja del Sureste antes de acabar sus estudios de Ciencias Económicas y Empresariales. Escaló posiciones rápidamente. En 1980 ya era director del Área de Planificación y en 1992 fue nombrado director general adjunto, con responsabilidades en las áreas Financiera, Comercial y de Nuevas Tecnologías. Un cargo desde el que supo esperar su oportunidad para asceder a lo más alto del escalafón.

Su momento llegó en el año 2001, cuando el enfrentamiento del entonces director general de la CAM, Juan Antonio Gisbert, con el presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, acabó con el primero de ellos en la calle. Supo ver con claridad la importancia que iba a tener el ladrillo en los siguientes años y poco a poco fue centrando sus esfuerzos en este negocio, mientras dejaba la parte financiera en manos de su número dos, María Dolores Amorós.

En medio de la vorágine de aquellos años, no dudó en embarcar a la caja en todo tipo de aventuras, como el macrocomplejo que iba a construir la entidad junto a Hansa en Baja California, o la cadena hotelera que creó en el Caribe junto a los empresarios Juan Ferri y José Baldó. Polaris, Nyesa o el ya citado Enrique Ortiz fueron otros de sus socios.

López Abad siempre ha defendido que la caja se limitó a acompañar a los empresarios en este proceso y que la abultada inversión inmobiliaria de la CAM respondía a una «necesidad real» de la economía alicantina, como aseguró en agosto de 2008 en una entrevista en este diario. También justificó el desmesurado crecimiento de la entidad: «Si te quedabas parado, los demás te arrollaban», aseguraba a quien quisiera preguntarle.

Poco dado a perder los nervios -él mismo se definía como una persona seria-, no dudó en defender su gestión de la caja con un tono casi didáctico ante la Sala de la Audiencia Nacional que le juzgaba. Allí negó que la CAM fuera «lo peor de lo peor», como afirmó en su día el ya exgobernador del Banco de España Miguel Ángel Fernández Ordóñez, aunque también reconocía que nunca fue «la primera de la clase».

Una declaración en la que trató de descargar las culpas de lo ocurrido en el supervisor financiero y en la auditora KPMG, aunque no le sirvió de mucho.

Por si fuera poca la vergüenza de sentarse en el banquillo de los acusados, el hombre que lo fue todo en Alicante también ha tenido que sufrir en los últimos años la ira y la humillación de los afectados por el hundimiento de la caja, que le abuchearon en el club de tenis o, por ejemplo, cuando salía de sus clases de inglés en la universidad. Una imagen muy alejada del retiro dorado al que aspiraba.

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