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Verdú: «Estar protegido por el Gobierno te hace objetivo militar en algunos países»

Alfonso Verdú lleva desde 2001 trabajando en labores humanitarias, de la mano primero de Médicos sin Fronteras y actualmente de Cruz Roja

Alfonso Verdú ha trabajado en más de 20 países. informaciÓn

Alfonso Verdú lleva desde 2001 trabajando en labores humanitarias, de la mano primero de Médicos sin Fronteras y actualmente de Cruz Roja. Tras desarrollar sus labores en más de 20 países, Verdú se ha lanzado ahora a recoger sus experiencias en el libro «Vidas en conflicto», de Plataforma Testimonio.

¿Qué recoges en el libro?

La idea era entretejer mi experiencia a través de cinco ejes temáticos: en Guerras accederemos a conflictos armados, algunos enquistados en el tiempo y la memoria, otros jóvenes e impredecibles. Desplazados trata las historias de poblaciones en movimiento, de refugiados y migrantes, hoy, más que nunca, de tan desafortunada actualidad. En Actores podremos sentarnos con el «papa de los chiíes» o tomaremos el té con los jefes de milicias paramilitares, entre muchos otros. Seguiremos las Fronteras para comprobar la irrealidad de algunos mapas, pero también para cruzar otras barreras, invisibles e inmateriales. Enfermedades abordará las victorias y derrotas, silenciosas y silenciadas, de personas anónimas ante diversas epidemias, algunas olvidadas, otras que ni siquiera deberían existir?

¿Cuáles son las historias o situaciones que más le han impactado en este tiempo?

Comprobar que muchos de esos conflictos en los que trabajé no han hecho sino empeorar. Un ejemplo es República Centroafricana: era una guerra de «baja intensidad» cuando yo estuve en 2007, y se ha convertido en una de las peores -y más olvidadas- crisis humanitarias de nuestro tiempo, con componentes impensables, como la limpieza étnica y el sectarismo religioso. Lo mismo -o peor- se podría decir de Sudán del Sur o Siria.

¿Cómo se sobrepone uno de estas historias?

Trabajando más y tratándolo de hacer mejor. Es importante desmitificar la figura del «cooperante» o la del «trabajador humanitario» como la persona medio heroica, medio misionera, medio loca, medio idealista que se ha ido a luchar por causas perdidas? Aunque siguen existiendo organizaciones que aún siguen esta lógica, esto no tiene nada que ver con la realidad de MSF o el CICR. Nosotros manejamos presupuestos anuales superiores a los mil millones de euros, se trabaja en decenas de países y se hace con equipos multinacionales de expertos en cada una de las materias que tocamos: ingeniería, agronomía, salud, seguridad, gestión, análisis del contexto.

Y al otro lado del mundo, ¿qué podemos hacer para cambiar estas realidades?

Muchísimas cosas. Hoy el ciudadano individual y el público general tienen más poder que nunca. Interesarse y concienciarse por lo que está pasando en estos países es el primer paso. Y no hablo sólo de las catástrofes humanitarias. Cada uno de ellos es rico en dinámicas políticas, sociales y culturales que, a veces, nosotros contribuimos a marginar, por cierto.... Un paso más allá sería entender qué hacen nuestros países respecto de esas situaciones. Y un tercer paso puede ser involucrarse activamente con alguna de las organizaciones que trabajamos sobre el terreno.

¿Se han puesto las cosas más difíciles para trabajar sobre el terreno en los últimos años?

Si hablamos de acceso de las organizaciones humanitarias a los más vulnerables seguramente sí. El tipo de actores, las tendencias de los conflictos armados, la mezcla entre objetivos humanitarios y políticos que muchas organizaciones han tolerado? hace que hoy existan ámbitos humanitarios donde muy pocos somos capaces de llegar. Si respondemos desde el punto de vista de la seguridad, diría que no. La gestión de la seguridad en la acción humanitaria se ha profesionalizado tanto como cualquier otro de sus ámbitos. Dicho eso, vemos tendencias que antes no se daban en la magnitud y a la escala que se producen hoy en día, como el bombardeo de hospitales, algo totalmente prohibido por el Derecho Internacional Humanitario.

¿Os protegen lo suficiente los gobiernos?

Para las organizaciones en las que yo trabajo, que siguen principios estrictos de neutralidad, imparcialidad e independencia, nuestra primera barrera de protección somos nosotros mismos: es nuestro diálogo directo con todas las autoridades y con las poblaciones con las que trabajamos, lo que establece una especie de «contrato social» basado en la aceptación de quienes somos y de lo que hacemos. Esta pregunta sería respondida de una forma muy distinta por otras organizaciones que han decidido formar parte de una agenda político-militar. Es el caso de las agencias de Naciones Unidas en muchos contextos donde la acción humanitaria está «integrada» en objetivos de pacificación o estabilización. El problema es que en muchos lugares, estar protegido por el «gobierno» te convierte automáticamente en objetivo militar para los actores armados que están en oposición a ese gobierno.

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