Siguiendo aquel dicho de «no me des el pez, enséñame a pescar», la ONG alicantina Rafiki África está desarrollando un proyecto en Uganda para promover entre los agricultores locales el cultivo de la chufa para su posterior exportación. De momento se ha hecho con éxito un prueba piloto en una pequeña superficie en la que se ha cultivado un kilo de chufas y la asociación ya está preparando una segunda plantación a mayor escala, sobre una hectárea de superficie.

«Queremos contactar con empresas que compren las chufas, ya que se trata de un cultivo con muchas salidas», señala Juan Amirola, presidente de Rafiki. Y es que, al margen de horchata, este tubérculo se emplea para hacer harina, aceite, leche o cosméticos. Además, su cultivo y transporte son idóneos para las duras condiciones de Uganda. «Dimos muchas vueltas hasta pensar en un producto no muy perecedero y cuyo transporte no fuera muy caro, ya que el país no tiene mar y exportar es muy caro». En este sentido, añade Amirola, «la chufa es perfecta». Se trata «de un cultivo muy resistente y el fruto dura meses seco. Después se rehidrata y se puede utilizar sin problema».

El objetivo de este proyecto es poder introducir un medio de vida alternativo en un país que vive prácticamente del cultivo y exportación del maíz, «ya que cuando las condiciones climáticas fallan o hay una plaga que echa a perder la cosecha la situación es dramática». También ofrecer alimentos alternativos a la población, que prácticamente subsisten a base de alubias y bananas.

Con este proyecto Rafiki África cierra un círculo. «El primer proyecto que llevamos a cabo cuando nos hicimos cargo de la ONG hace dos años y medio fue la construcción de pozos, ya que el agua que consumían procedía de charcas insalubres y era causa de enfermedades», explica Luz García, coordinadora en África de la ONG. Después llegó el turno de la educación y la ONG se embarcó en un proyecto para levantar una escuela que sustituyera al antiguo colegio que habían devorado las termitas. El proyecto va actualmente viento en popa y la asociación confía en tenerlo terminado el próximo mes de diciembre.

Pero la educación no tiene sentido si no existe una perspectiva de futuro y de nada sirve la caridad si la gente no toma las riendas de su futuro. De ahí que la ONG se embarcara en un proyecto para conceder microcréditos que permitan emprender proyectos de futuro. «El primero recayó en una familia refugiada que vivía en la selva en unas condiciones muy precarias», explica Luz García. El dinero ha servido para que la familia pueda comprar cabras y tener así un medio de vida. Un segundo microcrédito ha ido a parar a un grupo de 35 mujeres que se han unido para prestarse ayuda. El dinero ha sido empleado «para alquilar un pequeño terreno, comprar semillas y plantar maíz».

Agua, educación y una perspectiva de futuro. El presidente de Rafiki África siente que con la ayuda que está prestando la ONG en Uganda, concretamente en una zona a 40 kilómetros de la capital, empoderan a la población, «que puede mirar al futuro de otra forma». Actualmente la asociación tiene casi un centenar de socios y sus responsables confían en duplicar esta cifra para seguir desarrollando sus proyectos en el país africano.