La conclusión de las I Jornadas de Alta Capacidad Intelectual y Superdotación, organizadas por la Diputación Provincial, apunta a que estamos desaprovechando el intelecto de hasta 16.000 alumnos en el conjunto de la Comunidad que ni siquiera están identificados como superdotados, pese a que tienen todos los números para ser los premios Nobel del mañana.

Tal cual lo expresó la psicóloga clínica Carmen Sanz, y lo corroboró la también especialista en neuropsicología infanto-juvenil e investigadora de la identificación temprana para alumnos superdotados, Yolanda Benito, «desperdiciamos el talento».

Los asistentes a las jornadas en el auditorio ADDA de la Diputación, en su gran mayoría padres y madres de alumnos superdotados y con altas capacidades, evidenciaron con sus preguntas la cruda realidad del día a día de sus hijos, carentes del acompañamiento pedagógico y emocional que ambas profesionales urgen de las administraciones.

«Tiene que cambiar la educación para los niños superdotados que, francamente, hoy no existe», lamenta Sanz. Afirma que tres de cada cuatro casos de alumnos con altas capacidades, de los que trata clínicamente, llevan aparejado ser víctimas de acoso escolar por ser «diferentes».

Superdotación

La psicometría universal sitúa la superdotación a partir de un cociente intelectual de 130 , las altas capacidades a partir de 120, y el nivel normal en 100. Carmen Sanz protesta porque la legislación solo considera los casos a partir de un coeficiente de 130, y siempre después de un farragoso papeleo con multitud de informes y elevado coste económico.

«Es ridículo porque hace años se nos consideraba y nos pasaban de curso para que aprendiéramos a otro ritmo», explica la propia especialista, que ha experimentado esta situación en primera persona. Actualmente constata Sanz que se ha instalado «el miedo» en la enseñanza «a trabajar de forma distinta con los alumnos con talento, cuando, si no se les acelera, no se esfuerzan y se aburren», y acaban provocando disrupciones en la clase.

Por eso aseveran que pasarles de curso es «fundamental» para motivarles y evitar abocarles al fracaso escolar, que la doctora Benito cifra en el 30% de los superdotados a nivel internacional.

Los especialistas sostienen que la edad óptima para identificar las altas capacidades de los alumnos radica entre los 4 y los 7 años, porque el mayor desarrollo de las funciones ejecutivas del cerebro se produce entre los 5 y los 8 años. Así se podrá regular a tiempo la conducta, como añade Yolanda Benito, al igual que los hábitos, la concentración, la voluntad y el ajuste emocional a las normas.

Y es que los primeros perjudicados por la falta de medidas en los colegios son los propios superdotados y sus familias, a quienes al cabo del tiempo, y de dar muchos tumbos, se les suele dar como solución que mediquen a sus hijos «y acaban diagnosticados erróneamente» como hiperactivos con déficit de atención, cuando en realidad esconden altas capacidades intelectuales, denuncia la psicóloga clínica.

Por estos motivos, una de las principales recomendaciones de los especialistas hacia los padres con hijos superdotados es la de que exijan en los colegios «aulas abiertas de altas capacidades», en las que puntualmente sus hijos desarrollen sus aptitudes junto a otros compañeros igualmente capacitados. Es la forma de que vean que «hay otros bichos raros como yo», apunta Carmen Sanz, y dejen de sentirse «como patitos feos».

La mayor autonomía que está delegando la Conselleria de Educación en los centros escolares se advierte por estas profesionales como una esperanza firme de que las cosas pueden cambiar, no solo para los 1.063 alumnos identificados en toda la Comunidad, sino para todos los demás que no están dictaminados.

«Desperdiciamos el talento y lo llevamos a las consultas del psicólogo. Si hiciéramos con los que destacan en Matemáticas o en Ciencias lo mismo que con los mejores en deporte, tendríamos más premios Nobel», afirma Sanz, que asimila la creación de aulas abiertas en todos los colegios con los centros de alto rendimiento deportivo. Concluye poniendo el foco en problemas de salud que pueden derivar de la ausencia de incentivos con los superdotados: bulimia, anorexia, fobias, trastorno obsesivo compulsivo y cualquier tipo de adicción.