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Amorós: «La enseñanza debe suplir la poca presencia pública del valenciano»

«Una normativa que ayuda a crecer como persona no es una imposición», dice sobre el plurilingüismo

Juli Martínez Amorós, ayer.

El responsable de la instancia encargada de promover el valenciano en la Universidad de Alicante defiende los decretos de plurilingüismo de la Conselleria de Educación al considerar que la «discriminación positiva» de esta lengua compensa, entre otros, su falta de difusión a través de los medios de comunicación.

¿Qué le parece el rechazo del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana al decreto de plurilingüismo del conseller Vicent Marzà?

Lamento la decisión, porque creo que el decreto afrontaba un déficit en lenguas que hay que resolver, con el consenso de la comunidad educativa.

Los principales colectivos de padres argumentan que no se contó con su opinión...

Los padres están representados en los Consejos Escolares, la mayoría de los cuales apostaron por el nivel avanzado o intermedio del decreto porque vieron en él una oportunidad para los alumnos. Es cierto que hay asociaciones que se posicionaron en contra, pero no lo comparto, porque el aprendizaje conjunto de más de una lengua favorece que se aprenda también el inglés. Además, para cualquier alicantino castellanohablante es fácil entender perfectamente el valenciano; de ahí a convertirse en hablante de la lengua hay sólo un paso.

¿Cómo cree que puede calar ese mensaje en las comarcas castellanohablantes?

Partiendo del punto de vista de que todas las lenguas son enriquecedoras, y que el valenciano es además una lengua histórica en territorios hoy castellanohablantes como la Vega Baja. Creo que eso le da mucho valor. Además, desde la perspectiva cívica y laboral, aprender valenciano abre puertas, tanto a nivel emocional como para optar a puestos de trabajo públicos en distintos lugares.

Uno de los aspectos más criticados del decreto es que prevía más horas de inglés a cambio de dar más horas de valenciano...

Lo justifico, porque creo que el sistema educativo debe suplir la poca presencia pública del valenciano; su discriminación positiva compensa, por ejemplo, la falta de medios de comunicación en esta lengua. Y también por el propio espíritu del decreto: a quien domina las dos lenguas oficiales le resulta más fácil ser políglota. El valenciano es bastante parecido al francés y al italiano; hay que incidir en esa idea del enriquecimiento personal y de la ayuda para aprender otras lenguas.

¿Cómo hacer que eso no se perciba como una imposición?

Una normativa que ayuda a crecer como persona no es una imposición, sino, insisto, un enriquecimiento académico y emocional; hay que verlo de una manera constructiva. Los padres que no quieren que sus hijos aprendan valenciano les están impidiendo conocer más profundamente nuestro territorio y cerrándoles puertas para el futuro.

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