La población es en general más longeva en el interior de la provincia pese a que la esperanza de vida en estas zonas es en principio más baja que en la costa. Lo señalan los datos demográficos oficiales más recientes, desglosados a nivel subprovincial por el Portal Estadístico de la Generalitat Valenciana, que muestran cómo en las cuatro comarcas alejadas del litoral más de un 2,5% de sus habitantes tiene más de 85 años, en contraste con las cinco costeras, donde no se alcanza ese porcentaje. La ratio más alta se da en El Comtat, donde al envejecimiento se une la menor población del territorio, lo que eleva la proporción de mayores de 85 años al 3,4% del total.

Este fenómeno no va ligado únicamente al envejecimiento en sí, ya que si se observa la proporción de personas de edad aún más avanzada la tendencia se hace aún más visible. El Comtat es la única comarca alicantina donde más del 1% de la población sobrepasa los 90 años. Incluso hay siete personas centenarias, una más que en el Alto Vinalopó, pese a que esta comarca tiene prácticamente el doble de habitantes.

En contraste con esto, el extremo sur de la provincia tiene una población notablemente menos envejecida, donde el volumen de mayores de 85 años es notablemente inferior a la media provincial, situado en un 2,36%. En el Baix Vinalopó y la Vega Baja, las personas con más de 85 años apenas suponen un 2% del total, mientras que el porcentaje de mayore de 90 apenas ronda el 0,6%. Las demás comarcas litorales, por su parte, se aproximan mucho a la media provincial.

Esta mayor longevidad, en términos generales, en el interior de la provincia frente al litoral ha sido también puesta de manifiesto en el estudio «Demografía de la Comunitat Valenciana», realizado por el Instituto Cartográfico Valenciano como primera parte del Atlas Temático autonómico y que acaba de ser publicado por la Conselleria de Vivienda, Obras Públicas y Ordenación del Territorio. En él se señala para El Comtat un índice de longevidad de 51,7, calculado de dividir la población mayor de 75 años entre la de mayores de 65 y multiplicado por 100. Todas las comarcas interiores superan la media autonómica, situada en 48,1. También en este caso es la Vega Baja la que presenta el dato más bajo, con un índice de 42,4.

Todo esto contrasta, aparentemente, con lo que dicen los índices de esperanza de vida, que dan una expectativa de longevidad más elevada en la costa que en el interior. Así, tal y como publicó este periódico hace unos meses, la esperanza de vida al nacer para las mujeres supera los 85 años en todas las comarcas litorales, mientras que en el resto no se alcanzaba esa cifra, y también para los hombres era de manera generalizada más alta en la costa. Ese índice se calcula, entre otros aspectos, por la facilidad de acceso a la población a servicios sociosanitarios, que resulta mucho más fácil en las áreas más habitadas y con mejores comunicaciones que en los entornos rurales o con peores sistemas de transporte.

Hábitos de vida saludables

¿Quiere decir esto que el índice de esperanza de vida en la provincia resulta erróneo? No exactamente, aunque sí puede decirse que la realidad de alguna manera corrige lo que señalan las pautas demográficas y socioeconómicas habituales. Tal y como señala el profesor de Geografía Humana de la Universidad de Alicante (UA) Antonio Martínez Puche, es cierto que la tendencia al envejecimiento provoca que en las zonas rurales quede un gran contingente de población mayor, que en la mayoría de los casos resiste en localidades con pocos habitantes y servicios. Sin embargo, recalca el docente, el territorio rural de la provincia de Alicante se sale de la norma habitual en varios aspectos, como un acceso a los servicios sociosanitarios más fácil de lo que en principio parece o la existencia de hábitos de vida saludables asociados a los oficios agrícolas.

Sobre la primera cuestión, Martínez Puche recuerda que la pervivencia de servicios sanitarios básicos, «aunque sólo sea la consulta del médico una o dos veces a la semana» hace posible que la población quede atendida en lo más imprescindible, lo cual ya de por sí contribuye a evitar que la población mayor se marche a las ciudades. También alude a la creación de dependencias como residencias geriátricas en algunos puntos, e incluso a cómo el turismo ha propiciado una cierta «terciarización» de algunas zonas rurales, lo que ha dado lugar a la implantación de más servicios. «Y a más servicios, más calidad de vida y más alicientes para quedarse».

Con todo, el profesor de la UA destaca especialmente el factor de los hábitos saludables ligados a los trabajos del campo, algo que Martínez Puche vincula directamente a «la propiedad de la tierra tradicional» en esta zona. Así, recuerda, el sector agrario en las zonas de interior está muy marcado por el minifundismo, de manera que cada familia ha sido por lo general propietaria de pequeñas extensiones que ha ido cultivando. Esto, insiste, se mantiene en la actualidad: «La gente mayor trabaja el campo mientras la salud se lo permite, y eso la mantiene activa». Y no sólo eso, sino que esos trabajos agrícolas implican «unas pautas de vida saludables que pueden incidir de una manera muy directa» en alcanzar edades avanzadas en un estado más que aceptable. A eso se añadiría lo que parece un tópico pero no deja de ser real: la menor exposición a contaminación ambiental en el medio rural.