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Refugiados, del compromiso al olvido

Las ONG aseguran que la mayoría de recursos propuestos no cumplían con los requisitos de «primera acogida» para unos asilados que «deben tener estabilidad»

Refugiados, del compromiso al olvido

Iban a llegar por miles y había que estar preparados. Huían de la guerra, sin nada y había que darles alojamiento, ropa, comida. El imaginario colectivo diseñó una imagen con miles de refugiados llegando a España cuando la fotografía de un niño muerto en la playa despertó del letargo a una Europa que, hasta ese momento, miraba hacia otro lado. Sin embargo, han llegado con cuentagotas. El compromiso de España era el de reubicar a 17.337 refugiados desde Grecia, Italia, Turquía y Líbano. Eso sí, había «obligación» de acogida para 9.323 refugiados, el resto era un cupo voluntario. Y había fecha: debían llegar antes del 26 de septiembre de 2017.

Los datos

¿Dónde están los recursos que ofrecieron los ciudadanos, los ayuntamientos y las autonomías? ¿Qué ha pasado con ellos? En el caso de la Comunidad Valenciana, el Consell puso a disposición del Ministerio del Interior 600 plazas en albergues, 192 habitaciones en domicilios particulares, 96 pisos y una partida de 600.000 euros para acometer obras en las viviendas o actuaciones similares. El Gobierno, sin embargo, analizó junto con las ONG estos recursos y los rechazaron en su gran mayoría por no cumplir los requisitos necesarios para las actuaciones de «primera acogida». A día de hoy, la Generalitat sigue a la espera un informe que detalle el porqué de esta decisión tras solicitarlo en diversas ocasiones y por distintas vías.

El Ministerio del Interior guarda silencio. Ni aporta los datos sobre los refugiado que han llegado a la Comunidad ni explica qué ha hecho con los recursos que sí cumplían los requisitos.

Quienes sí hablan son las ONG que trabajan con el Gobierno para atender. Una de estas entidades es la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y su representante en la Comunidad, Jaume Durà, lamenta que haya pasado justo lo que no querían: que la solidaridad que despertó Aylan se tornara algo pasajero por la inoperancia de los gobiernos.

«La gente se imaginaba llegadas en masa, era una llamada de emergencia y ofrecieron lo que tenían. Sin embargo, en una fase de primera de acogida no sirve un albergue ni una habitación compartida. Hay que darles estabilidad y cobertura durante un año. Sin embargo, estos recursos sí sirven para la segunda fase que vivien los refugiados: la de inclusión, donde la vivienda es clave. Pero esta información no ha llegado a la ciudadanía que, en su día ofreció un piso, nadie le ha comunicado nada y cuando le llamas para ver si puedes disponer de él... Pues ya no puede ser. La gente debe saber ahora que puede seguir ayudando para la segunda fase ofreciendo alquileres económicos o habitaciones compartidas».

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