El gobierno de Felipe V eligió en 1731 Alicante como base de una gran operación militar, cuyo objetivo pretendió mantener en secreto durante su preparación.

En diciembre de aquel año, Blas de Lezo, recién nombrado jefe de la escuadra naval del Mediterráneo, marchó al mando de 24 navíos hasta Italia, para escoltar al infante Carlos, que debía tomar posesión de los ducados de Parma, Toscana y Plasencia. Después, cumpliendo órdenes del secretario de Estado ( José Patiño), Lezo se dirigió al mando de seis buques hasta Génova, para reclamar al Senado de esta república la devolución a la Hacienda española de dos millones de pesos que tenían retenidos. Entrega que consiguió tras amenazar con bombardear el palacio Doria. Lezo entregó medio millón al infante Carlos y el otro millón y medio lo trasladó a Alicante, para sufragar los gastos de la expedición que había de prepararse.

Fechada en Alicante, Lezo envió a Patiño una misiva en la que le comunicaba la entrega a la Real Bailía del millón y medio de pesos, a través del baile alicantino, cuya oficina se hallaba situada cerca de la iglesia de San Nicolás. Pero los preparativos de aquella importante expedición militar no empezaron a ser percibidos por los alicantinos hasta la primavera del año siguiente.

Durante los meses de abril y mayo, y la primera quincena de junio de 1732, la ciudad de Alicante, de 2.195 casas y unos 10.000 habitantes, fue recibiendo a miles de militares, así como a cientos de foráneos que acudieron con el deseo de hacer prósperos negocios, mediante el comercio de todo tipo. También su puerto y bahía se llenó de embarcaciones mercantes y militares.

Alrededor de 28.000 soldados (repartidos en 32 batallones de infantería, 24 escuadrones de caballería, un batallón de artillería, una compañía de escopeteros de montaña, otra de guías, y otra del preboste), acamparon en los alrededores de la ciudad, ocupando 422 barracas de madera y centenares de tiendas de campaña. Los generales, jefes y la mayoría de los oficiales fueron acogidos en casas particulares. Además, hubo que buscar sitio donde almacenar los pertrechos, víveres y municiones de este ejército.

Empresa complicada puesto que se trataba de grandes cantidades de materiales y suministros: 108 cañones, 60 morteros, 200 cureñas, 360 carros, 80.693 balas de artillería, 1.522 quintales de balas de fusil, 56.000 granadas de mano, 12.527 quintales de pólvora, 8.000 cajones de cartuchos, 290 acémilas, 400 vacas, 1.576 carneros, 290.000 arrobas de leña, 36.000 fanegas de cebada, 220.000 arrobas de paja?

En la bahía fondearon las 525 embarcaciones que conformarían la expedición. Entre ellas había 12 navíos (el que menos tenía 50 cañones; el que más, el buque insignia «San Felipe», 80), 7 galeras, 2 fragatas, 2 bombardas, 4 guardacostas y 18 galeotas. El resto eran naves de transportes: gánguiles, tartanas, pontones, gabarras?

El príncipe de Campo Florido, capitán general del Reino de Valencia, vino a Alicante para dirigir la reunión de tropas y su embarque. Para facilitar las aguadas de las embarcaciones, ordenó la construcción de un acueducto que trajo agua desde el manantial de Fuensanta hasta la playa de Baber, donde se levantó un puente provisional de madera.

Mientras tanto, la misión de aquella expedición en ciernes dejó de ser secreta, al menos para los que formaban parte de ella y para la mayoría de los alicantinos. Las conjeturas y suposiciones quedaron despejadas cuando se descubrió que los 30 miembros de la compañía de guías, incluidos el capitán Cristóbal Galiano y el teniente José del Pino, eran naturales de Orán. La certeza, más que el rumor, recorrió los campamentos, los barcos y la ciudad entera, señalando la plaza africana como objetivo de aquella expedición. Conquistada para la corona española en 1508 y perdida en manos musulmanas en 1708, era vox populi que Felipe V deseaba recuperar la ciudad de Orán.

Durante los dos meses y medio que duraron los preparativos de la expedición, los generales, jefes y oficiales del ejército y de la armada asistieron a varios actos sociales y religiosos celebrados en la ciudad, como la procesión del Corpus Christi o las misas solemnes que se oficiaron en las iglesias de los Carmelitas y de la Compañía de Jesús. Luisa María Bosch y Ceverio, segunda marquesa del Bosch de Arés y señora de Busot, organizó la noche del sábado 14 de junio, víspera del embarque de las tropas, una cena de gala en su palacete, a la que invitó a los militares de más alta graduación que había en la ciudad, así como a la élite de la sociedad alicantina. La marquesa (de 47 años, viuda de su tío Diego Bosch y Soler de Cornellá, y madre de tres hijos) poseía propiedades estimadas en 68.434 libras, que le redituaban anualmente 2.612 libras.

Entre los foráneos, además del príncipe de Campo Florido, asistieron a la cena todos los generales, mariscales de campo y brigadieres del Ejército presentes en Alicante, muchos de los cuales contaban con títulos nobiliarios, como los condes de Marsellac, de Maceda, de la Mota y de Degages, o los marqueses de Villadarías, de Santa Cruz, de Gracia Real y de Monreal; y, por supuesto, don José Carrillo de Albornoz, conde de Montemar, capitán general y jefe de la expedición.

Los oficiales de la Armada estaban encabezados por el jefe de la escuadra, el teniente general Francisco Javier Cornejo, un veterano que había comenzado su carrera militar como arcabucero y que había ascendido por la escala jerárquica merced a sus numerosas hazañas. Iba acompañado por los comandantes de los navíos y el segundo jefe de la escuadra, el general Blas de Lezo, conocido con el apodo de Mediohombre.

Tuerto, cojo y manco

Blas de Lezo y Olabarrieta tenía 43 años en la primavera de 1732. Había nacido en la población guipuzcoana de Pasajes. Con 12 años se enroló como guardiamarina en la armada francesa, que prácticamente había absorbido a la española.

Durante la Guerra de Sucesión participó en varias batallas navales, como la que se desarrolló el 24 de agosto de 1704 frente a Vélez-Málaga, donde una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda, que hubo de serle amputada por debajo de la rodilla y sin anestesia. Tenía 15 años.

Después de recuperarse y servir a bordo de varios barcos, volvió a ser herido: durante la defensa de la fortaleza de Santa Catalina, en Tolón, una esquirla desprendida de un impacto de cañonazo le reventó el ojo izquierdo, dejándole tuerto. Tenía 17 años.

En 1707 fue ascendido a teniente de Guardacostas. En 1710, combatiendo contra el navío inglés «Stanhope», de 70 cañones, fue herido y, tras recuperarse, ascendido a capitán de fragata. Le concedieron los galones de capitán de navío en 1712.

El 11 de septiembre de 1714, durante el asedio de Barcelona al mando del «Campanella», se le quedó inmovilizado permanentemente el brazo derecho al recibir un balazo de mosquete. Tenía 25 años. Sus colegas pasaron de apodarle Patapalo a Mediohombre. En 1716 fue destinado a América, donde mandó la flota del virreinato del Perú a partir de febrero de 1723, tras ser nombrado general de la Armada.

A los 36 años, se casó en Lima con Josefa Pacheco de Bustos y Solís, que tenía 16 años. Dos años más tarde (septiembre 1727), enfermo y cansado, escribió al entonces secretario de Marina, José Patiño, pidiendo su retiro. Patiño no aceptó su petición, pero le trasladó a España, adonde llegó (Cádiz) con su esposa y dos hijos el 18 de agosto de 1730. Aquí tuvieron cinco hijos más.

Lezo alcanzó celebridad en 1741, cuando, en abril de aquel año, pocos meses antes de morir, derrotó a la armada británica que asediaba Cartagena de Indias. La flota mandada por el almirante Edward Vernon estaba compuesta por 186 embarcaciones (2.000 cañones y 25.000 hombres), 60 más que la Armada Invencible. Para defender Cartagena de Indias, Mediohombre solo contaba con seis navíos y 5.000 soldados. La humillante derrota británica provocó la caída del gobierno Walpole, y Jorge II decretó el olvido oficial del suceso.

El 30 de abril de 1955, el Ayuntamiento alicantino aprobó llamar Blas de Lezo a una calle situada en el barrio de San Agustín.

Embarque

Otro de los invitados a la cena en el palacete de la marquesa del Bosch era un pintor italiano, Domenico Maria Sani, que trabajaba para Felipe V desde 1721. Plasmó en un óleo que se conserva en el Senado el embarque de las tropas en el puerto de Alicante.

Dicho embarque se llevó a cabo el domingo 15 de junio de 1732. Lezo subió a bordo del «Santiago» como segundo jefe de la escuadra, mientras que un joven noveldense llamado Jorge Juan y Santacilia embarcó como segundo comandante en el «León».

Una vez zarpó la flota, el Gobierno español hizo pública su misión. Las plazas africanas de Orán y Mazalquivir fueron reconquistadas por los españoles el 1 de julio.

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