«La situación en Houston es dramática». Así define el ingeniero alicantino Antonio González lo que están viviendo sus vecinos desde que el huracán Harvey tocó tierra el pasado viernes. Afortunadamente este alicantino y su familia no han sufrido daños aunque el matrimonio no ha podido ir a trabajar ni su hija al colegio desde el viernes.

«Hemos estado prácticamente encerrados hasta hoy -por ayer- con comida en la despensa y con las bañeras llenas por si había cortes de suministro», cuenta desde The Woodlands, donde reside desde 2014 y que está a 40 kilómetros del centro de Houston.

Este ingeniero tuvo «la precaución» de comprar su casa en una zona no inundable pero urbanizaciones enteras de su localidad han resultado afectadas por las lluvias torrenciales. «Es muy impactante y triste salir con el coche y ver a familias que lo han perdido todo a las puertas de sus casas apilando escombros», explica González.

La parte «buena» de este desastre, en su opinión, es la «movilización de la sociedad civil. Hay cientos de voluntarios llevando comida y ropa a los refugios y muchos han sacado sus barcas para colaborar en las tareas de rescate con los servicios de emergencia. Incluso se han creado aplicaciones de móvil para organizar la ayuda».

Pese a los anuncios de las autoridades «que informan al minuto del riesgo y de las recomendaciones» a Antonio, el Harvey le cogió «casi de sorpresa porque llegué el miércoles por la noche de un viaje de trabajo». «En cuanto vi la situación fui al supermercado para hacer acopio de agua embotellada, pan y comida y ya era casi imposible encontrar estos productos. Es chocante pero había productos frescos mientras que las estanterías de patatas fritas estaban totalmente desiertas», recuerda.

«Aquí la gente está más o menos acostumbrada y ya sabe lo que tiene que hacer en caso de tornado como llenar la despensa y bajar al sótano o encerrarse en una habitación sin ventanas en caso de alerta, pero Harvey ha sobrepasado todo», indica. De hecho, anoche las víctimas mortales ya ascendían a 30 y los refugiados en albergues sobrepasan los 32.000.

«El problema es que aquí la mayoría de las casas son de estructura de madera y pladur y si el pladur se moja hay que quitarlo rápido porque en 48 horas produce un moho tóxico», señala González. Él mismo acudió ayer a las casas de dos compañeros de trabajo a quienes les había entrado metro y medio de agua para ayudarles en la tarea de tirar todas las paredes y sacar a la calle los enseres afectados, desde muebles a electrodomésticos.

«Otra compañera de la empresa tuvo que salir con su familia con el agua por la cintura y llevando solo una mochila cada uno. Mucha gente lo ha perdido absolutamente todo», lamenta.

«Ahora se está produciendo mucho debate sobre si se debería haber evacuado Houston, pero es que hablamos de una ciudad de 6,5 millones de habitantes y quizá habría sido peor el remedio que la enfermedad», reflexiona este ingeniero.

Y narra que en la ciudad costera por donde entró el huracán, Corpus Christi, que sí fue evacuada, se les pidió a quienes no querían abandonar sus casas que se escribieran en el brazo el nombre y el número de la Seguridad Social. «Ha sido devastador», afirma.

Cuenta con que el estado de Texas no volverá a la «normalidad» hasta dentro de semanas o meses y destaca que en Houston se ha decretado el toque de queda entre las 24 y las 5 horas y que es necesario informarse de las vías cortadas antes de salir de casa.