Buscan lunares, verrugas y pequeñas heridas en la piel, sobre todo en personas mayores, y muerden, llegando a hacer sangre e incluso agujeros en la piel. Así se están comportando este verano las obladas, unos peces que dejan huella en forma de dentelladas entre los bañistas de las playas de Alicante, hasta el punto de que hay días en que más de 15 personas pasan por este motivo por los botiquines de primeros auxilios. Hasta ahora se han registrado más de 500 ataques de obladas y anémonas, y más de 700 de pez araña.

A la hora de buscar el por qué de estos ataques, que se unen a las heridas por peces araña, anémonas, erizos y en menor medida a las picaduras de medusas -los bancos están por llegar-, los expertos coinciden en que el mar Mediterráneo está mucho más caliente, lo que altera el comportamiento de la fauna marina. La temperatura del agua se sitúa entre 29 y 30 grados según datos del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante. Con el mar mucho más caliente, aumenta el metabolismo de los peces, que necesitan más alimento, reconoce el catedrático Alfonso Ramos, investigador del departamento de Ciencias del Mar y Biología Aplicada.

De este nuevo fenómeno tienen conocimiento en el Instituto de Ecología Litoral puesto que ya se lo ha comunicado el servicio de salvamento y socorrismo de Alicante. Gabriel Soler, director científico, destaca que el aumento de la temperatura del mar afecta a las especies marinas, «unas son más tolerantes y otras tienen menos capacidad de adaptación pero todas se ven afectadas en su distribución y comportamiento. En el caso de la oblada, el que haya tanta gente puede alterarlas».

La oblada melanura, nombre científico de la especie más agresiva este verano -el pasado año se detectaron ataques puntuales en Benidorm-, es más propia de Tabarca, donde los turistas les dan de comer en el Puerto así como los buceadores asiduos a la reserva marina. Sin embargo, este año se están acercando mucho más a la línea de costa. Los bañistas atacados coinciden en una característica que las identifica fácilmente: todos hablan de la mancha negra que tienen en la cola.

«Se trata de un pez acostumbrado a que se le dé de comer. Puede que haya una alta densidad de población y no huye de las personas, de ahí que picoteen las heridas (olor a carne). Al tratarse de heridas y verrugas puede causar dolor», explica el investigador del departamento de Ciencias del Mar, que de paso aconseja no bañarse en el mar con adornos y joyas que brillan porque pueden acarrear ataques de especies como palometas, peces golfar o anjovas.

Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología, recuerda que en la última década el Mediterráneo ha sufrido además la invasión de numerosas especies de peces y algas propias de mares más cálidos como el mar Rojo -a través del Canal de Suez- que alteran el ecosistema. «Está comprobado que el Mediterráneo se ha vuelto un mar más caliente de acuerdo a los informes de la Comisión Europea y el Plan Azul de Naciones Unidas», afirma.

La Agencia Europea del Medio Ambiente alerta asimismo de que el calentamiento del mar causa cambios en el plancton que alimenta a los peces. Desde el Instituto de Ecología Litoral indican también que pueden acercarse más por la moda de atraerlos con comida para filmarlos con cámaras submarinas.

En cambio, apenas han entrado bancos de medusas porque van a la deriva en las columnas de agua. «Dependen de las corrientes y de los vientos de mar a tierra, que este verano soplan en menor medida».