Los alicantinos saben bien lo que es abrir la puerta y recibir una bofetada de calor y sol. Pero sentir el mismo abrazo húmedo y caliente a oscuras en la propia casa es lo que deja aturdido y molesto, buscando el consuelo del aire acondicionado o el ventilador, con la pregunta de si este bochorno es normal o no. De si el cambio climático nos ha robado ya lo único que hacía del verano un infierno que siempre daba tregua al anochecer: el fresco.

«Hay dos cambios claros en la climatología mediterránea en los últimos 30 años. Las temperaturas han subido, sobre todo por las noches, y las lluvias se han concentrado en menos episodios con la misma cantidad de agua», cuenta Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional y responsable del Laboratorio de Climatología de la UA.

El primer fenómeno es el que con más claridad pueden percibir la ciudad y la provincia de Alicante durante este verano. Durante esta primera semana de agosto, algunos termómetros han registrado mínimas que no han bajado de 30 grados. «Eso es una barbaridad», comenta el propio Olcina. «Hablamos de noches tropicales cuando se sobrepasan los 20 grados, de ecuatoriales cuando pasamos de 25... El martes se registraron 29,4 grados en la playa y 30 en el barrio de Carolinas. A esto no sé cómo llamarlo», comenta entre risas el climatólogo.

Ríe porque este bochorno es temporal, fruto de la acción conjunta de varios fenómenos. Uno de ellos extremo pero pasajero: la bolsa de aire sahariano que se ha desplazado desde el sur hasta el centro de la península para despedirse esta semana por el este. El otro es el aumento de las temperaturas en el Mediterráneo que Olcina ya considera como un clima nuevo y consolidado en esta zona. Este sí le preocupa. «El indicador más claro de calentamiento global son las noches. Durante el día es habitual encontrar temperaturas elevadísimas, pero que las mínimas sean tan altas no es normal comparado con lo que era habitual hace 30 ó 40 años. Los datos muestran que las noches tropicales han ido en aumento durante los últimos 17 años», afirma.

Así, en lo que va de siglo, hemos ido acercándonos cada vez más al límite superior de la franja de temperaturas de confort para el cuerpo humano. Según el experto, la temperatura idónea para cualquier actividad humana se sitúa entre 18 y 24 grados. Traspasada la barrera de la noche ecuatorial, 25 grados, tratar de conciliar el sueño sin ventilación es un auténtico suplicio.

«La causa fundamental de estas noches calurosas es que el agua del mar está demasiado caliente. Estos años estamos registrando que el agua está a 27 grados a mediados de julio, mientras que para tener esta marca en los años 80 había que esperar hasta el mes de septiembre», cuenta Olcina. Este año, como anomalía dentro de un cambio acelerado, el agua del mar está ya a 29 grados.

Quien estos días se asoma a la ventana esperando aire fresco, motivado por una asociación entre noches de verano y brisa marina, lo hace en vano. Tendrá que esperar a que la ola de calor remita -a partir del lunes, según Olcina- y contar con que la brisa fresca ya no va a ser la que era.

Mar caliente

Un mar caliente es mal refrigerador. «El Caribe tiene altas temperaturas todo el año; el Mediterráneo no, pero el comportamiento en estas fechas y con estas condiciones es similar», apunta Pablo Mirete, socio de Inteligencia Climática. Cita datos del Laboratorio de Climatología de la UA, de donde sale la marca de 29 grados de temperatura del mar. «Son dos grados más que el registro de 2016 y 2015 en estas fechas», apunta el climatólogo de esta empresa creada por alumnos de la UA.

El régimen de brisas, un sistema según el cual el viento se desplaza en círculo por mar y tierra desde la zona más fría hacia la más cálida, reduce el calor durante el día hasta proporcionar alivio en forma de aire fresco por la noche. «La brisa sigue entrando, pero un mar a 29 grados no es igual a uno a 26. Su poder refrescante es menor. Si a esto sumamos que el viento viene muy húmedo y que choca con una masa de aire de Argelia muy recalentada, tenemos la sensación de calor de estos días», explica el climatólogo. Una explicación que alivia pero que deja pensando sobre si el Mediterráneo acabará siendo algún día un Caribe.

Damián Llamas, un hispano-cubano que se acaba de instalar en Alicante con su familia, no cree que sea exagerado decir que las noches de Alicante esta semana han sido como las de La Habana. «Con una humedad de más del 80% y 33 grados, pues es lo que hay. La sensación de madrugada es muy parecida a la del Caribe», asegura este nuevo vecino de la ciudad.