Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ikea: ¿La puntilla de Echávarri?

Si se instala en otra ciudad, la gestión del tripartito se recordará por que el alcalde no quiso reunirse

Ikea: ¿La puntilla de Echávarri?

Elche está mucho más cerca que Alfafar, donde se sitúa la única tienda de Ikea en la Comunidad Valenciana, y que Murcia, hasta donde miles de alicantinos marchan en caravana los puentes festivos a buscar los funcionales muebles suecos. Porque de fructificar las gestiones que está realizando el Ayuntamiento ilicitano, Alicante puede quedarse más pronto que tarde con dos palmos de narices, sin una inyección de muchos millones de euros -más de 200- y sin los miles de puestos de trabajo que acaricia desde hace 12 años. Desde entonces se flirtea con Ikea, el revulsivo que necesita Alicante, del que todo el mundo habla para ejercer la verdadera capitalidad de la provincia pero que ningún gobierno desde 2005 ha sido capaz de conseguir llevar a buen puerto.

Ahora se le escapa entre los dedos al tripartito. Lo del gobierno formado por PSOE, Guanyar y Compromís en el Ayuntamiento de Alicante es un querer y no poder: no quieren perder la inversión para tampoco le dan facilidades a Ikea para implantarse. Si finalmente la multinacional se instala en otra ciudad de la provincia, y Elche se ha puesto ahora en cabeza, lo último que quedará de la gestión del tripartito es que el alcalde de Alicante, el socialista Gabriel Echávarri, no quiso reunirse con la firma sueca porque el interlocutor no iba a ser el director de Expansión, como él esperaba, sino el responsable adjunto. Fue en abril cuando la propia Ikea canceló la recepción que iba a celebrarse en Madrid con los líderes del tripartito cuando supo que el regidor no acompañaría a sus socios para defender en primera persona la hoja de ruta del Ayuntamiento.

Ahora mismo, Alicante está «in albis». Quiere reunirse con Ikea, pero no sabe cuándo, y está «esperando» a que la multinacional le dé cita. Mientras, el alcalde de Elche, compañero de partido de Echávarri, ha reactivado las negociaciones para concretar un espacio acorde a la tienda con macrocentro comercial que quieren los «suecos», produciéndose incluso los primeros descartes de emplazamientos, en concreto el entorno de IFA porque no hay lo que Ikea pide: 250.000 metros cuadrados. Un punto de inflexión pero no una pega, puesto que Elche ya está buscando otro lugar.

En cuatro meses, el Ayuntamiento que dirige Carlos González ha avanzado más de lo que el de Alicante lo ha hecho en doce años, en los que la vecina ciudad no ha interferido y se ha mantenido al margen hasta que ha visto que la que puede salir perjudicada es la provincia si Ikea se harta de esperar. Elche sólo aprovecha lo que Alicante pierde, consciente de que supone desarrollo y empleo. Las dos principales ciudades de la provincia, que han vivido de espaldas tanto tiempo, que hablan en los foros de proyectos comunes de futuro, tienen ahora a Ikea de por medio.

Las empresas lo que quieren es hacer negocio y si no son queridas se van donde sí lo sean. Con Alicante Ikea ha tenido una gran paciencia. Que no esté ya vendiendo muebles en la ciudad no es culpa sólo del tripartito, sus líos y desvaríos. Antes hubo un gobierno, el de la popular Sonia Castedo, que habría traído a Ikea si hubiera hecho su trabajo. Porque los ayuntamientos tienen la obligación de ordenar el desarrollo de sus ciudades, no dejar esta tarea vital para el desarrollo urbanístico futuro en manos de una empresario, que fue lo que hizo el de Alicante en la era Castedo. El empresario, que vive para los negocios, no quiso pagar los 27 millones de euros para hacer un viario de acceso a los terrenos del plan Rabasa como exigía el Ministerio de Fomento al estar en un eje saturado como es la fachada de la Universidad, zona muy bien comunicada pero colapsada. Ortiz ya no pinta ahí, Castedo tampoco y de seguir así las cosas el que dejará de pintar será Echávarri: Ikea puede ser su puntilla.

Compartir el artículo

stats