Psicólogos forenses, sanitarios, sociales y del mundo educativo recomiendan poner el foco de las medidas contra el acoso escolar en el agresor y en las familias, si de verdad se quiere erradicar esta lacra social con éxito.

«No todos los que padecen bullying son las víctimas. El agresor sufre una desadaptación social, de entrada no quiere agredir y no sabe por qué lo hace». La reflexión de la psicóloga forense y sanitaria Pilar Guerra, entre los ponentes del curso sobre bullying organizado en la Universidad de Alicante a cargo de la doctora Victoria Guillén, abre una novedosa vía de actuación para los casos de acoso».

«Habría que actuar con terapia desde que se detecta el problema e introducirla también el ámbito familiar», precisa la especialista.

Los datos aportados por Guerra, fruto de su experiencia diaria, resultan incontestables: «El 60% de los casos de acoso revelan que en la familia ha pasado algo previamente, y que no tiene por qué ser únicamente que se trate de una familia desestructurada».

Un apego o relación emocional inadecuado, o la separación de los padres pese a que inicialmente se produzca por acuerdo mutuo, pueden desembocar en actitudes agresoras del hijo con sus compañeros, muchas veces como modo de rebeldía.

Apuesta

«Lo vemos todos así. A la víctima se le da apoyo psicológico, se buscan salidas, se le cambia de centro. No digo que no haya que hacerlo, pero nos estamos saltando al agresor», sentencia la también psicóloga y técnico municipal, coordinadora en la ciudad de Alicante del programa contra el absentismo escolar, Diana Guijarro.

Es la apuesta que más le llama la atención entre las exposiciones de los psicólogos expertos en bullying y la comparte. «Es verdad que hay que poner el foco en el agresor, que no debemos olvidarnos de él».

Sin otro tipo de medidas educativas que contribuyan a corregir el comportamiento del agresor , y ahonden en su problema, -que también los tiene-, los expertos no ven una salida clara al progresivo incremento de casos de bullying.

Echan en falta un regulación más concreta y firme desde el poder político también. Protocolos como el de la Comunidad Valenciana marcan pautas, pero se perciben más bien como dirigidas a expertos que no existen en todos los centros, así como a la voluntad de cada cual. «Debería haber una ley nacional incluso contra el acoso escolar. Unificar criterios y coordinar todas las instituciones», aportan.

La propia Victoria Guillén lamentó en la presentación del programa sobre el bullying ante los asistentes que se había invitado a los responsables educativos a intervenir, pero habían declinado su asistencia.

Diez años

Los psicólogos creen, además, que el plan de la Comunidad para la prevención contra la violencia en las aulas, Previ, hace aguas. Dicen que lo ven flojo.

En realidad ahondan con sus reflexiones en las recientes conclusiones del informe sobre el acoso escolar en las aulas, encargado a especialistas por el Consejo Escolar Valenciano de Cultura, y que precisamente concluye que la disparidad de órdenes y normativas contra el bullying no sirven para atajar estas conductas.

El Previ, como reconocen orientadores psicopedagogos consultados en los centros educativos, empezó con fuerza hace ya diez años de la mano del Partido Popular, y ha seguido desarrollándose con aportaciones por parte del actual Consell con la creación de coordinadores en todos los centros educativos y la inclusión de técnicos especialistas en la dirección territorial de Educación, como soporte en toda la provincia para la actuación frente a los casos más graves. Pero lo consideran francamente «insuficiente».

No obstante también señalan que la atención al menor agresor no obtiene frutos inmediatos. «Una buena resiliencia no tiene efectos al momento, pero sí en el futuro, y podemos evitar que el agresor escolar sea un maltratador en la edad adulta», sopesa Pilar Guerra.

Acoger al agresor y darle un entorno de confianza para que vacíe sus temores, miedos y preocupaciones, lo consideran el primer paso. «Es otra víctima de las relaciones sociales, con falta de control emocional y una autoestima desequilibrada».

Una intervención terapéutica inmediata se cita como el primero de los movimientos a llevar a cabo. «Saber porqué acosa, su historia previa es fundamental. Los protocolos en la escuela deben ser integrales y no centrarse solo en la víctima acosada», insiste la psicóloga forense.

La valoración de la situación social y familiar se percibe en este sentido como una medida preventiva de futuro imprescindible. «La psicología forense se centra en la víctima, no en el acosador, cuando hacen falta los factores de su conducta para poder valorarla judicialmente de modo preciso», exponen.

Y es que la línea que acaba separando las actitudes del acosador frente al que se siente acosado acaba siendo muy difusa, y no en pocas ocasiones quien ha sufrido acoso acaba cruzando esa línea.

Cristina Amante, también psicóloga forense, en su caso de Fiscalía en los juzgados de menores de Alicante constata que «al juzgado de menores nos llegan solo los casos más graves, pero trabajamos estrechamente con el profesorado. Intentamos que no salga del ámbito educativo o, ya en el juzgado, a través de un programa de mediación denominado justicia restaurativa», para que la reparación del conflicto se lleve a cabo en la propia escuela.

La doctora Guillén puntualiza que es muy necesario «trabajar la autoestima en niños y adolescentes en su justa medida, y en familia, para ver las cosas como son».