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Volvo, toca arrimar el hombro

Alicante no puede renunciar a dejar de ser la salida de la Vuelta al Mundo a Vela, pero la Generalitat no puede aguantar sola el peso económico que representa acoger un evento cuando tiene multitud de problemas pendientes de resolver

Volvo, toca arrimar el hombro

Sesenta millones de euros, como mínimo, es la partida económica que tendrá que aportar la Generalitat entre el próximo octubre y el mismo mes de 2021 para que la exitosa Volvo Ocean Race salga de Alicante y vuelva a generar buenos ingresos al sector turístico y comercial que desde la primera salida, hace ya unos años, considera la regata como uno de los principales acontecimientos del año, tan productivo como las Hogueras, la Semana Santa o la temporada alta turística. Y no solo para la ciudad, las tres ediciones anteriores han tenido un impacto de 274 millones de euros en la Comunidad Valenciana y de 321 millones en el conjunto de España, y los impactos en el PIB suman 150 millones de euros para el conjunto de la autonomía.

Números que resultan incuestionables con solo echarles un vistazo pero que también invitan a una reflexión más profunda, ya que la Volvo no sale gratis y el primer socio de los organizadores, el todavía sorprendido Consell -la procesión va por dentro pese a las cautelas oficiales- no está para excesivas alegrías económicas tras la herencia recibida de un Ejecutivo, el popular, que disparó con pólvora de Rey dejando en la «UCI» las arcas públicas de una Generalitat que, día sí y día también, recibe otros sustos en forma de nuevas facturas producto de las condenas judiciales que obligan a fuertes indemnizaciones económicas.

¿Y qué les importan estas milongas a los suecos? A los suecos poco, porque tienen ofertas de sobra encima de la mesa de ciudades aspirantes a acoger la salida de la Volvo. El problema reside en que el principal socio de la Volvo en Alicante es la propia Generalitat, la misma que hizo un esfuerzo económico e incluso ético al mantener la Volvo tras acabar con la política de grandes eventos, y a la que seguro le resulta complicado explicar más allá del Puerto de Alicante, que con todos los frentes que tiene que atender -vivienda, dependencia, erradicación de barracones en los colegios, centros de menores...- se gastará cada dos años una millonada en un acontecimiento, muy rentable, pero cuya repercusión real dura un mes pese a las cifras estratosféricas que revelan los informes.

¿Interesa por tanto a Alicante y al conjunto de la provincia que la Volvo siga saliendo del Puerto? Por supuesto que sí, pero la preocupación de la Generalitat es lógica y lógica también es su angustia ante la decisión que debe tomar. Las salidas firmadas para el próximo octubre, 2019 y 2021 -si al final queda así el programa- supondrán un desembolso de dinero público de más de 60 millones de euros. Este año la Volvo va a costar 20 millones de euros al Consell, pero las ediciones firmadas para 2019 y 2021 serán ya más caras al tener que poner, incluso, un barco.

Los rectores de la Volvo Ocean Race han declarado que están encantados con su sede de Alicante, pero tienen sobre la mesa propuestas de otras ciudades e, incluso, de países como Dubai, con bastantes más recursos económicos que la Generalitat. Al Ayuntamiento de Alicante también le cogió el primer anuncio desde Göteborg (Suecia) con el pie cambiado pero la dirección de la regata sigue su hoja de ruta y que la regata saldrá cada dos años es un hecho que no tiene marcha atrás y sobre el que ahora toca tomar decisiones pero no solo desde la Administración.

Si se quiere que la Volvo siga en Alicante más allá de 2021 es el momento de poner en marcha la tan cacareada cantinela de la colaboración público privada, porque si los alicantinos quieren la Volvo deben aportar también de su parte más allá de lo que ya la financian con sus impuestos. Hoteles, restaurantes, comercios, empresas?tienen que arrimar el hombro y poner su grano de arena para sumar esa bolsa de euros necesaria para que la Volvo siga saliendo del Puerto en 2023 y no nos encontremos en unos meses con que barcos, tripulaciones y patrocinadores se largan, por ejemplo, a Lisboa, una de la capitales que siempre ha suspirado por la regata.

Nadie permitiría que Roland Garros se fuera de París, Wimblendon de Londres, la Oxford-Cambrigde del Támesis o el Gran Premio de Montecarlo del reino de Alberto de Mónaco. Los grandes eventos cuestan dinero y patrocinadores privados para la Volvo seguro que los hay, pero hay que trabajárselos. Máxime con una Administración autonómica con asignaturas pendientes mucho más importantes que la atractiva y, por supuesto, irrenunciable Volvo.

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