El sábado de madrugada ardió en la calle San Agustín, en el corazón del Casco Antiguo, un colchón que se había dejado junto a los contenedores. Un incendio que los propios vecinos califican de intencionado y fruto del «desmadre» en el que se han convertido las noches de jueves a domingo en el centro histórico de Alicante donde es recurrente beber y divertirse en la calle.

Uno de los residentes del inmueble afectado, en el número 13, se afanaba en la mañana de ayer en quitar los restos que el fuego aún dejaba visibles. Se alegraba de que, al menos, sólo se han visto dañados los cables de la casa. Daniel Guerrero denuncia que las noches de los fines de semana «no hay control. Vienen a divertirse y hacen lo que quieren, hasta se mean. Y lo último ha sido quemar el colchón». Indignado, señala que en la calle también viven personas mayores atemorizados tras el incendio.

«La situación está que arde», ironiza el hostelero Pedro Picazo cuyo hotel se encuentra muy cerca del lugar donde ardió el colchón. Cuenta que habitualmente hay un coche de Policía en la esquina y que la Policía Local suele estar en la zona hasta el cierre de los pubs, «pero este fin de semana a las dos de la mañana se fueron». Momento en el que, apunta, se produjo el incendio del colchón que obligó a intervenir a los Bomberos. Y ello teniendo en cuenta que el Casco Antiguo tiene calles estrechas y empinadas en las que un incidente de estas características puede ser trágico.

La ansiedad de los residentes cuando se acerca el jueves es máxima, porque es la primera de las noches de fiesta de los jóvenes que toman el centro histórico de Alicante.

Picazo cuenta que los fines de semana «vienen hordas de niñatos borrachos pegando patadas a las puertas. Son gamberros bebidos. Esto se ha convertido en un expendedor de alcohol». Y cree que la mejora del Casco Antiguo llegará cuando se hagan «controles exhaustivos».

En la calle Toledo los vecinos ya no saben qué hacer ni cómo decir que viven en un sinvivir los fines de semana y que a los gritos a horas intempestivas se les une el problema de aseo y orden público en su calle que se ha convertido en un water público. Afirman no soportar los malos olores que provocan el orín e incluso los excrementos de quienes utilizan su calle como aseo público al aire libre.

María Victoria Gisbert tiene contenedores frente a su puerta y sufre cada fin de semana la llegada de personas que orinan allí y que generan un reguero de orín por la calle. Exige al Ayuntamiento que ponga coto a los «desmadres» de cada fin de semana y pide al área de Limpieza del Consistorio «que pasen la manguera y limpien también los rincones donde la máquina no llega porque los malos olores «son insoportables».