Sopa de garbanzos con cordero y ternera; croquetas de trigo y carne; ensaladas; pollo; fruta y zumo. Con dátiles, leche y esta cena rompieron un ayuno de más de 16 horas los más de 200 musulmanes que en la noche del jueves fueron a la mezquita de Alicante al rezo del ocaso, el Maghrib. Eran las 21.20 horas, el sol acababa de ponerse y el almuecín llamaba a la oración, una de las cinco diarias para quienes siguen los preceptos del Islam, más de 40.000 personas en la provincia. Una amplia comunidad que destaca el acogedor trato, la tranquilidad y el clima de Alicante, y que está inmersa en el mes del Ramadán, que coincide con la fecha en la que el profeta Mahoma recibió la primera revelación del Corán, libro sagrado de los musulmanes. Significa abstinencia de comida, bebida y relaciones sexuales en el día.

Al terminar el rezo comienza el reparto de comida en la misma mezquita, para personas desfavorecidas en su mayoría, profesen o no la religión de Alá, que hacen una ordenada cola. No es una limosna sino «una forma de compartir lo que se tiene», explica Fátima Mohamed, natural de Ceuta pero vecina de Alicante desde hace 15 años, profesora de árabe y castellano para mujeres y niños en la escuela situada en la planta superior del centro religioso.

El proporcionar la cena a tantas personas es posible con el dinero recaudado de quienes rompen la abstinencia de alimentos por tener un trabajo duro, como los albañiles o los panaderos de horno. «El Corán lo permite a cambio de aportar dinero para dar de comer a quienes no tienen». Una persona por día, treinta al mes, precisa el presidente de la Comunidad Islámica, Majed Khadem. También quedan eximidos del ayuno «niños, ancianos, enfermos, embarazadas y mujeres que amamantan y quienes están de largo viaje».

Es noche cerrada cuando se levantan: a las 4.45 comienza la abstinencia. Antes hacen un desayuno con agua, queso, macarrones o huevo. El día es largo y cuando acaba toca reponer fuerzas. Las familias musulmanas llevan invitados a su mesa, a menudo españoles que no profesan el Islam. Así lo hace Samir Tammara, que tiene cuatro carnicerías en Alicante. En esos establecimientos aumenta la venta de cordero Halal más del 50% en Ramadán. «Mi mujer lleva platos a los vecinos, les damos pan típico o les invitamos a cenar», apunta.

En su cadena de tiendas El Cairo también tiene una gran demanda en este periodo de dátiles, dulces hechos con miel, leche fermentada, cuscús y carne, sobre todo cordero, que es lo que demandan los marroquíes y argelinos, los musulmanes que más abundan en Alicante. Pero también los hay de Egipto, como el propio Samir, sirios, jordanos, de Malasia, Indonesia, senegaleses o palestinos.

De esta nacionalidad es uno de los imanes de la mezquita, Yamal Shatat, (el otro es Mohamed Dieb). «Vine hace 18 años y rezaba solo. Ahora hay seis mezquitas en la provincia». El imán destaca la seguridad que siente viviendo en Alicante y la acogida cariñosa que los vecinos les dispensan, pese a que no fue así siempre. «Al principio recogieron firmas pero ahora (cuatro años después), vienen, preguntan por las meriendas y las actividades...Es agradable», señala la profesora Fátima Mohamed, quien no rehuye la pregunta sobre cómo les afectan las acciones del terrorismo yihadista. «Se comentan y sobre todo se intenta inculcar valores a los niños. El Islam no aprueba eso, muchos musulmanes han muerto. El profeta invita a respetar al hombre, a los animales, a los árboles, al medio ambiente...Cómo una persona va a poner bombas en nombre del Islam. Quienes hacen eso tienen poca personalidad, y se creen las cuatro cosas que les dicen». También es profesor Ahmed, de origen sirio, voluntario a la hora de enseñar árabe a personas con inquietudes sobre el Islam, en unas clases en las que se habla de todo y poco de política ante la variedad de nacionalidades.

Es lo mismo que comenta Hamza Javier, el almuecín, un alicantino de San Blas que se convirtió al Islam hace 22 años. Su padrastro era de Jordania, país en el que vivió dos años de adolescente. Conserje de la mezquita, explica que sentados a la mesa charlan sobre todo de fútbol, de sus niños, de cosas cotidianas, de Alicante.... «Nos parecemos mucho a los árabes, nos quieren europeizar pero somos abiertos, muy de la calle, como ellos», señala. Una comunidad hospitalaria, que desea tener un cementerio en la provincia y un lugar donde matar el cordero para la fiesta del sacrificio. Cuando se van a orar con imanes llegados de Marruecos o de Arabia, ellos en su sala, ellas en la suya, nos saludan y se tocan el corazón. Nos abren su casa.